Pereza.

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Pereza.





Me quede parada como una tonta durante unos cinco minutos. Después reaccione y sonreí.

¡Ay demonio mío, tus hijos son una locura!



—Me gusta que digas demonio mío.— se escucho aquella voz tan irreconocible para mi. ¿Será su voz natural? O ¿la altera?

Da igual.

—¿Porque no viene el ultimo pecado? Tus demás hijos llegaban rápido e incluso terminaban la "cita" antes de tiempo.— sonreí mientras me sentaba en el piso.

Escuche que resoplaba.

—Esta parte mía, digo, este hijo mío es un asco, sabes cual sigue ¿verdad?— Comencé a analizar los que ya había conocido.

Comencé a contar con los dedos.

Lujuria.

Ira.

Envidia.

Soberbia.

Avaricia.

Gula.

¡Oh! Muy acorde con su pecado.

—Ya veo, tu hijo es la pereza, ¿enserio?— pregunte con ironía.

Pero en el fondo de toda esa oscuridad vi a alguien sentado como en un tipo trono.

¿Pereza? No, no lo es.

Solo se veía una enorme sombra sentada, le acompañaban unas alas y una cola.

¿El diablo?



¡Joder!

—Este imbecil es muy lento, por ello estoy contigo mi querida Lucy. Para matar el tiempo mientras el llega.— dijo moviendo su mano, se veía aquella gran mancha negra moverse aun sentado en ese lugar.



Asentí. No tenía miedo, al contrario me sentía sorprendida de que el padre de todos ellos estuviera frente mío.

—Y ¿a quién elegirás?, ya lo pensaste, ¿no?— dijo mientras yo me recostaba en la oscuridad.



—La verdad es de que no, no he pensado nada, tal vez la pereza sea mi mas grande pecado— dije y me interrumpió.

—Te equivocas, es algo normal entre los humanos tener un poco de cansancio y lo confunden con pereza. Tu tienes otro pecado que es tu fuerte. Eres como todos los humanos, imbecil a la hora de pensar.— y mi alma se enfureció.

¿Se enfureció?

No, ¡Estoy encabronada!

—No eres ni mierda para la humanidad, vienes y me dices imbecil. ¡Que te den!— grite parándome de un salto.

—Mira niña tonta, soy el demonio mas fuerte del mundo, el único que puede darle fin a la vida. Y tu, una insignificante alma no es nada para mi.— rugió pero no agacharía la cabeza, no lo volveré hacer en mi vida ni en la muerte.

—¡Vete al infierno!— grite y soltó una carcajada.

—En el vivo preciosa.— y desapareció. Un bostezo salió de mi. Pero, si no tenía sueño. ¿Que diablos?

—Disculpa la tardanza pero no tenía ganas de venir. Soy Rogue, mi pecado es la Pereza. Vamos.— dijo tan emocionado que la misa se me hacia una obra de teatro cómica.

Así es. ¡No tenía ni puta emoción!

Mientras caminábamos se iba formando una calle.

—Te demostrare mi pecado, vamos.— dijo tomándome del codo y caminando rápido.



Llegamos a un gran edificio y subimos por un despejado ascensor. Quedamos hasta el techo.

—Sinceramente no quiero enseñarte nada, mejor que alguien mas te lo enseñe, daría todo por ello pero no es así, no puedo y es un asco, bien, ahora que estas muerta deberías de sentir mucho cansancio, así es esto, no tienes que hacer esto, y aquello y el otro. Porque, porque alguien mas puede hacerlo por ti, tu disfruta de tu muerte que habrá un momento en que renacerás, y toda esa pereza tendrá que ser retenida— mi alrededor cambio y estaba en una habitación.

¡Esto es alucinante! Un cuarto lleno de videojuegos. Comida. Una gran cama. Y mas mierdas al rededor.

—Así me la vivo, y como creo que mi padre ya te dijo un poco de mi pecado, juguemos, ellos harán cosas que me faltan hacer en mi mundo.— tomo dos mandos y comenzamos a jugar, el sonido, los colores, la adrenalina al jugar me hicieron perderme hasta no volver a escuchar nada.

Era yo, la pantalla y mi diversión.

Voltee a mi lado y el estaba en el mismo estado que yo.

Tal vez si lo escojo a el no sea tan malo.

—Vamos Lucy, debes mover tu maldita alma y conocer a Pereza.— gruño aquella voz con la que me había enojado.

—Hazlo tu, yo estoy jugando.— y seguí. No tenía mucha noción del tiempo pero tal vez un día completo me la lleve jugando.

—¡Terminamos! ¿Vamos por otro?— y asentí en ese segundo el desapareció, dejándome desconcertada.





Volví a la oscuridad.

—El juego a terminado, escoge y revive. O solo púdrete en el infierno— dijo apareciéndome ante mi aquella mancha que no había visto en la vida.



Era una sombra muy oscura.

Ocultaba su verdadera forma.

—Yo... Elijo a...— ¡mierda! ¿A quien diablos elijo?

¿Qué pecado elegir?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora