Cap.03 - Retrasar lo inevitable

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El C.A.M.N.A, era la clínica más lujosa de Murd-Door, se especializaba sobretodo en niños, adultos mayores y ancianos; el establecimiento se dividía en dos partes, una exclusivamente para pequeños, otra exclusivamente para mayores de 55 años.
En aquel lugar, estaba internada Yolanda.
Apenas se enteró de la gravedad del asunto, Mauricio, acudió enseguida, fue una de las pocas personas que lo hizo, y el unico que se ofreció a quedarse toda la noche con ella.
-¿Estás seguro que las nenas van a estar bien, Mauri?- Preguntó la señora que estaba acostada en una camilla, conectada a un aparato que le medía el pulso cardíaco.
-Sí, no hay problema, ellas saben cuidarse solas.-Respondió Mauricio, seguro de lo que decía.
-¿De verdad?
-Sí, ya hablé con ellas, no le tienen que abrir a nadie, y si pasara algo, saben qué hacer.
-Bueno... gracias por quedarte acá con esta vieja.
-Jajaja, no se trate así Yoli, además ¿Cómo no voy a querer quedarme a cuidarla?
-Y bueno ¿Que más puedo esperar si el forro de Joaquín ni siquiera vino? Siendo que es mi hijo.-se quejaba la mujer.
-Bueno, perdonelo, debe andar ocupado, seguro no se enteró.
-Pero más vale que se enteró, no digas pabadas nene, no vino porque ese barbudo es un forro.
-Tiene que admitir que ese barbudo forro le ayudó cuando nadie podía.
-Pero igual...yo... ay...-Yolanda dió un suspiro y se le quebró la voz, los ojos se le humedecieron.- como extraño a mi chiquita...-El aparato empezó a detectar un incremento de pulsaciones repentino.
-Yoli, calmesé ¿Sí? Voy a llamar a la enfermera.
Y así fue, la enferma se apresuró en asistirla; despues de algunos medicamentos y unos minutos de ejercicios de relajación, Yolanda recuperó estabilidad cardíaca.
A Mauricio le afectaba tanto y quizas más que a la señora recordar la muerte de Victoria, hija de Yolanda y la mujer con la que él había trazado el resto de su vida.
Recordarla lo hacía llenar de dolor, colera, odio, depresión.
Hace pocos meses, los Miller, familia que compartía amistad con los Reinhardt, los inivitaron a pasar el día en su casa, a comer. Andrea y Zoe estaban encantadas, los hermanos Miller eran sus amigos, Mauricio también había aceptado, pero Victoria no se sentía bien como para querer ir, y como buena madre, no protestó en dejarlos que vallan y que ella quedase sola en casa.
Aquella tarde fue esplendida, los jovenes reían y bromeaban entre ellos, los adultos charlaban mientras bebían, todo muy bonito; luego llegó la hora de volver.
Eran las 22: 34 PM cuando los Reinhardt decidieron regresar, al llegar, el hombre entró al hogar, mientras las niñas se quedaron charlando un momento en el auto; seguido a eso, bajaron y corrieron a donde estaba papá; el hombre se había quedado con la puerta entre abierta, mirando hacía adentro y cuando escuchó que las niñas se acercaban...
-Vuelvan al auto...-Les dijo en tono neutro.
-¿Pasó algo papi?
-¡VUELVAN AL AUTO!.-Exclamó con severidad. Las niñas obedecieron sin chistar, lo que no sabían era que papá estaba pasmado, horrorizado, helado del espanto, del dolor, del frenezí de sensaciones que le dió cuando el cadaver de su mujer lo recibió en la puerta.
Atada al techo, colgando, con el cuello roto, una expresión vacia y los ojos abiertos, llena de golpes, bañada en su propia sangre, iluminada por la lampara que yacía en el suelo, todo en la casa era un desastre.
El hombre cayó de rodillas y empezó a llorar a gritos, a maldecir, a golpear el suelo, mientras Zoe y Andrea, lo miraban asustadas desde el automovil...
Ese recuerdo despertaba su dolor y lo volvía a hacer sentír miserable, y eso venía de la mano con el odio y la impotencia; nunca supieron quien fue el culpable, no había huellas, no había nada, nadie vió o escuchó algo, no faltaba nada de valor en la casa, habían venido simple y llanamente a matar a Victoria.
Mauricio había sentido tanto miedo, que no tardó en mudarse con sus hijas, tenía terror de volver a casa y verlas muertas... pero nunca pasó y ese miedo se le fue borrando con el transcurso del tiempo, se habían mudado, estaban seguros y eso jamás volvería a pasar, pero solo era cuestión de recordar para que todo aquello que creía estar superando, volviese.
Gracias a ese suceso, tuvo que recurrír a un tratamiento psiquiatrico, le daban calmantes y antidepresivos que le ayudaban bastante. Debido a la situación, el administrador de Recursos Humanos de la empresa donde trabajaba, una empresa productora de quimicos fertilizantes y herbicidas, le dió 12 meses de licencia por parte psiquiatrica, y tanto tiempo libre lo dedicó a sus hijas.
El frío de la ausencia de mamá los inundaba a los tres. El señor Reinhardt no quiso explicarles cómo mataron a Victoria, el sufrimiento fue opacado y escondido bajo una alfombra de vinculos y amor más intensos, y apesar de que entre ellos ninguno lo confesaba, lloraban a puro dolor la muerte de mamá...

La Verdad Sobre La Familia ReinhardtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora