Capítulo 2. Cambio de planes

22 4 0
                                    


Sábado, pero no un sábado cualquiera, su primer sábado de vacaciones. Remolonea un poco más en la cama y piensa en los tres largos meses de vacaciones que le esperan. Por suerte no le ha quedado ninguna, aunque le ha faltado bien poco. Suspira de alivio. No quiere imaginarse si al final llega a suspender, aunque sus padres no están del todo contentos con las notas. Su rendimiento ha bajado y lo sabe pero ahora no le importa. Ha aprobado ¿no? Lo demás da igual. Total, los padres nunca están contentos con nada.

No tiene planes hasta la noche. Ha quedado a cenar con Octavio y luego van a ir a un local nuevo que han abierto por el centro.

Pasa casi todo el día en su cuarto, solo sale para comer y por obligación. No le apetece estar con sus padres porque cada vez que están juntos acaban discutiendo y no quiere empezar así las vacaciones.

Ha quedado a las nueve. Se arrepiente, le tendría que haber dicho antes. Piensa en mandarle un mensaje para adelantar la hora, pero sabe cuál será la respuesta. No se ven demasiado, o por lo menos no todo lo que a ella le gustaría. Siempre está ocupado.

Cuando empieza a arreglarse se oyen pasos ante la puerta y al momento alguien llama.

— ¿Qué quieres? — pregunta de mal humor, sabiendo que es su madre la que se esconde detrás.

—Venía a preguntarte si quieres algo para cenar.

—No, gracias. Cenaré por ahí.

— ¿Con quién? — Ya empezaba con el interrogatorio. Últimamente no la dejaban respirar. Todo eran preguntas y malas caras; broncas y reproches constantes.

— ¡No tengo porque darte explicaciones! Ya soy mayorcita.

—No me hables así Alicia. Todavía eres menor de edad y mientras vivas aquí tu padre y yo nos merecemos un respeto y las explicaciones que creamos necesarias.

— ¡Que sí, que sí! Tú sigue así y te quedaras más sola que la una. Si ni siquiera papá te aguanta, pero es tan calzonazos...—no le dio tiempo a terminar la frase. Su madre le dio una bofetada que le dejó sin palabras y acto seguido se dio media vuelta y se fue llorando.

Empezó a sentir un calor horroroso en la mejilla, no sabe si por el golpe o por la rabia que sentía en ese momento hacia su madre. Se sentó en el borde de la cama y respiró profundamente. Necesitaba coger aire para no hacer una locura.

El móvil empezó a vibrar. Miró la pantalla y era Luca. No le apetecía hablar, así que lo ignoró. Llamó dos o tres veces más y al final desistió, al menos por el momento. Sabía como era, y estaba segura de que volvería a la carga en unos minutos.

Se levantó, cogió una chaqueta, algo de dinero y salió de su habitación. Decidió dejarse el móvil en casa para que Luca no le diera la tabarra y sin decirle nada a su madre se marchó.

Mientras caminaba iba dándole vueltas a lo que había pasado en casa. Jamás antes le había puesto una mano encima. Paró un segundo y se dio cuenta de que se había pasado el portal. Retrocedió unos pasos y llamó al timbre.

—¿Si, quién es?

—Soy Alicia. Abre.

—Voy.

Escuchó el sonido que anunciaba que la puerta se estaba abriendo, la empujó y subió los escalones de dos en dos hasta el segundo. Había ascensor, pero prefería subir las escaleras. Recordaba hace unos años, cuando era más pequeña, siempre que venía con sus padres les echaba una carrera. Ellos subían en el ascensor y ella corriendo. Siempre les ganaba. Un tiempo después se enteró que le dejaban ventaja. Cosas de los padres para que no suframos.

VEINTINUEVE CARTAS VÍA POSTAL/ También disponible en AmazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora