El miedo se volvió terror. No me atrevía a mirar qué había pasado; mi estomago se revolvió. Y comencé a sollozar. Me obligué a mi misma a ver donde estaba Matt, lentamente me descubrí el rostro. Y enfoqué, entre la nieve de la acera un oscuro bulto.
Me levanté a paso tambaleante, y con la mirada desesperada busqué que Matt apareciera. Pero no había nadie en la calle. Mi respiración se extinguió al escuchar un quejido, y volví a posar mi mirada en lo que se encontraba sobre la nieve.
- ¿Ma... Matt?- susurré, acercándome a la cosa negra.
- _____.- murmuró, y corrí hasta él. ¡Dios mío! ¿Qué le habían hecho?
- ¡Matt!- me tumbé junto a él, y le tomé el rostro entre mis manos. Posé su cabeza en mis piernas.
- _____.- dijo en voz baja, viendo mi rostro. Su tez era pálida, y la boca estaba desvanecida. ¿Qué tenía?
- Louis.- lloré.- mi amor, levántate.- le supliqué desesperada.- Tenemos que ir a cenar. Hay algo que tengo que decirte.- intenté levantarlo, pero él se quejó.
- ¡No!- chilló, y tomó fuertemente mi mano.- Espera.- sus ojos estaban cristalinos, y la pupila dilatada.
- ¿Qué tienes?- pregunté acariciándole el rostro. Mientras revisaba su cuerpo. ¡Santa madre! Dirigí mi mano hacia su estómago. Y sentí algo tibio que brotaba de él.- ¡MATT!- grité cuando vi el líquido rojo empapar mi mano.- Estarás bien, mi cielo. Estarás bien.- le prometí.
- _____... ¿qué es lo que quieres decirme?- susurró, luego cerró los ojos.
- ¡Matt, Matt! No cierres los ojos, por favor. Mírame, y escucha lo que tengo que decirte.- levanté su cabeza, abrazándola en mi pecho.
- Dime.- observé sus ojos vidriosos abrirse.
- Vas a ser papá, Matt.- lloré besando su frente.- Estamos esperando un hijo, mi amor. Por favor, por favor, estarás bien.- acuñé su mejilla.
- Estoy tan feliz.- sonrió tenuemente. Y luego se quejó:- Duele.
- Espera, espera. Iré por ayuda.- intenté alejarme de él.
- ¡No, _____! No te vayas.- suplicó abrazándose a mi cintura.
- ¡Matt, por favor, déjame traer a alguien que nos ayude!- le rogué.
- No, quédate conmigo.- volvió a empezar a cerrar los ojos.
- Esta bien, esta bien. Me quedo. Pero abre los ojos.- acaricié su rostro.
- Me pesan.- murmuró.
- Inténtalo, por favor.- desesperada miré por todos lados, pero no había nada ni nadie. El finalizar la calle pasaba gente, pero no lograban vernos donde nos encontrábamos.- ¡Ayuda, por favor!- intenté gritar, pero mi garganta estaba cerrada.- ¡Ayúdenme, ayuda!- sentía que mi corazón dejaba de latir.
- Mi amor, por favor, déjame ir por ayuda... ¡Maldita sea, Matt, abre los ojos! Por favor.- chillé, y él intentó hacerlo.- Por tu bebé, por mi...- comenzó a temblar, poco a poco se convirtieron en convulsiones pausadas.- ¡Por favor, ayúdenme! Alguien, ¡Ayuda!- logré ver a una silueta que avanzaba por el apenas iluminado callejón.- Matt, alguien viene, háblame, mi cielo.- miré su rostro, sus ojos nuevamente cerrados... no se movía.- Matt... abre los ojos.- dije con la voz entrecortada.- ¡Matthew Lee Espinosa, abre tus ojos!- lo sacudí.- ¡Louis, perdóname, por favor, perdóname. Fui una tonta, todo es mi culpa... perdóname!- chillé abrazándome a su cuerpo.
- Te amo, ______. Estaré bien.- levanté la vista, y su voz era tenue y pausada. Parecía que no tenía fuerzas.- Me haz hecho el hombre más feliz del mundo...- pausó y, aun con los ojos cerrados, frunció el ceño.- nada es tu culpa, mi ángel.
- Yo también te amo... te recuperarás.- volví a mirar hacía el callejón. Parecía eterno que llegara aquella persona, pero cada vez estaba más cerca.- Ya casi llega, Matt.- solté aliviada, y volví a mirarlo.- ¿Matt?- miré su pecho... ya no tenía movimiento.- Matthew...- susurré.- ¡Matthew!- tomé su rostro entre mis manos.- Maldita sea, Matthee. No me dejes, por favor. Matthew... tu bebé y yo te necesitamos... ¡Matt!Pero ya no respondió. En ese momento se acercó el hombre, que estaba agitado por correr, y me hizo a un lado. Solo podía observar que movía los labios, intentando decirme algo, pero no podía escuchar nada.
Miré el cuerpo de mi amado esposo, tendido sobre aquella fría nieve blanca. Abracé mi estómago, y me solté a llorar.La vida era caprichosa, te da lo que más deseas, pero te cobra con impuestos. Y aquel día, un veinte de diciembre, por la tarde me dio la noticia más hermosa de toda mi existencia... pero por la noche, me arrebató lo que más quería en ese mundo.La noche caía pesada, llena de sorpresas y cosas ocultas. Y la nieve llenaba las calles con su blancura total.