Prólogo: La Friki del Tiempo.

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Eran exactamente las ocho de la mañana cuando sonó el despertador. El mismo sonido de siempre, a la misma hora de siempre. Lo que era diferente, era la sensación que me provocaba. Escucharlo un viernes era un alivio y me hacía levantarme más contenta, pero escucharlo un lunes como era aquel día era estresante para mis oídos y para mí. Me levanté para ir directamente a la cocina donde me estaría esperando mi madre con el desayuno como todos los días, pero no había ni un alma. Revisé en su habitación y la encontré tumbada en su cama, dormida como un tronco.

- ¿Estás despierta? – pregunté por si acaso. – No contestó, así que asumí que tenía que prepararme yo el desayuno. La verdad es que estaba muy cansada y no me apetecía nada, así que preferí beberme un simple vaso de leche a comer algo hecho con desidia. Porque era lunes. Y detesto los lunes. No sólo porque me levanto con la angustia de tener todavía una semana escolar entera por delante, también porque ese día es el único que tengo clase de tecnología. El problema no es que la asignatura no me guste, al contrario, es una de mis favoritas, pero mi profesor es insufrible. No pasan más de cinco minutos explicando y ya nos está contando anécdotas de su vida que no le importan a nadie. Sí, es cierto que algunas llegan a ser interesantes y que hacen más amena la clase, pero con el tono de voz que tiene, dormirse está a la orden del día. Creo que la frase que más repite a lo largo del día es: "¡Aurora, despierta!". En fin, no podía hacer nada; tampoco era un problema grave. El tiempo pasaría y llegaría el fin de semana de nuevo. Porque el tiempo no se puede detener. Siempre me he preguntado, ¿qué es... el tiempo?

Quizá suene muy filosófico, pero soy de esas personas que creen que el tiempo no existe como tal. Es muy común en mí perderme en mis pensamientos mientras reflexiono este tipo de cosas. Es un tema apasionante para mí, y tanto lo demuestro que llevó años con el apodo de "La Friki del tiempo".

Podría estar mucho tiempo hablando de mí, sin embargo, si preguntas a otra persona que no sea amiga mía todo lo que probablemente te diga sea: "¿Aurora? Es una chica rara." Sinceramente, soy un libro totalmente cerrado con el resto de las personas. Fría y callada. Pero quien bien me conoce sabe lo amigable y charlatana que soy cuando estoy con aquellos que puedo llamar amigos. Cierto es que no tengo muchos.

Me vestí y salí de casa a las nueve menos cuarto, como siempre llegaría a menos cinco y me quedaría a hablar ese rato con mis amigos hasta que fuese hora de ir a clase. Pensé que estaríamos contándonos las mismas tonterías de siempre que nos harían reírnos un poco, pero aquel día no fue así.

- ¡Mirad, allí está! – exclamó Nora desde lejos, señalándome. –

He hablado de mí, pero no de cada uno de mis amigos. Quien me señalaba era Nora, mi mejor amiga desde que tengo consciencia del significado de la palabra. No hay secreto que nos ocultemos ni sandez que nos haya hecho discutir una sola vez. Se parece a mí en muchos aspectos, pero lo que más nos diferencia es su buen sentido del humor. Sí, con esto quiero decir que mi sentido del humor es pésimo.

- ¿Hablabais de mí?

- En efecto. Nos preguntábamos si querrías quedar después de clases, a la hora de siempre, en el lugar de siempre. Sé que es extraño un lunes, pero Valente nos pidió que por favor fuésemos allí hoy.

-¿Valente? ¿Dónde está? – pregunté extrañada. – Nunca nadie proponía quedar un lunes.

-No ha venido hoy.

Su ausencia me asombró más aún. Valente era conocido entre nosotros como el chico que nunca enfermaba, y por ende nunca faltaba a clase. Mi memoria no alcanzaba a recordar la última vez que no vino a clase. Es por ello que se ganó el apodo de "El inmortal."



Si el tiempo y yo fuésemos amigos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora