Capítulo 4

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El señor Ríos estaba sentado en el balcón de su habitación, el reloj estaba a punto de marcar las siete de la mañana y él ya tenía un cigarrillo encendido entre los labios. Veía como los primeros rayos de sol iban trepando las montañas que él de pequeño iba a explorar y a escalar.
Su Gran Danés, "Charlie" lo veía con impaciencia y le rascaba la pierna con una de sus patas. Para la mayoría de la gente que tiene un perro como mascota sabe que ésta es una manera bastante común para un perro de avisar que "quiere ir al baño".
Apagó el cigarrillo a pesar de que aún no se consumía del todo, quedaba un poco menos de la mitad, y para un fumador como él, era bastante que desperdiciar. Se encaminó a la salida y justo en la puerta tomó una pelota y una peculiar vieja correa que hacía 12 años le pertenecía al mismo animal.
-Ven, Charlie.- El perro ya lo estaba siguiendo, pero ya era costumbre hablarle antes de ponerle la correa.
Al salir encendió otro cigarrillo y dejó que Charlie lo guiara hacia el parque que estaba justo en frente de su casa. El gran animal dio lo que el señor Ríos había denominado "Los giros sagrados", y luego hizo sus necesidades. Cuando terminó, el señor Ríos le mostró a su mascota la pelota que había traído desde su casa, atrayendo así la atención del animal, al punto que hasta se paró en dos de sus patas.
Una manera rápida para que el animal regresara a casa era, lanzar la pelota que ya tenía toda la atención del gran danés, hacía la puerta principal, y, ya que el señor Ríos tenía una muy buena puntería así lo hizo, y dio justo en el blanco.
Cuando la pelota estaba en el aire, a apenas unos centímetros de la vieja mano del señor Ríos, un par de autos resonaron del otro lado de la calle, pero ni el Gran Danés ni su dueño se percataron, y cuando el último lo hizo, y ya era muy tarde.
-!Charlie, no!
-Charlie salió disparado detrás de la pelota, que, a pesar de su edad, aún seguía siendo un perro ágil.
Atravesó casi por completo la calzada, pero, casi al final, la defensa de una pick up gris golpeó al animal en las costillas y las patas traseras; aquel infortunado animal salió disparado contra el corolla de Bill, un vecino que vivía a dos casas del señor Ríos; la cabeza terminó en un faro, rompiendo el cristal y dejando una gran capa de pintura color carmesí espesa, que muy probablemente contenía sesos; La defensa del lado izquierdo terminó abollada, y el cofre salpicado por una cantidad considerable de sangre.
Mientras todo esto pasaba, el señor Ríos corría para detener a Charlie, pudo ver la cara del conductor, que demostraba indiferencia a la vida que iba a terminar con su gran camioneta, pudo ver el momento justo en el que la defensa golpeó al animal, así como pudo ver como se estrellaba contra el corolla, que, infortunadamente para los presentes, era blanco, evidenciando más la sangre.
Un saturn pasó casi a la misma velocidad justo detrás de la camioneta, el copiloto tenía un arma en la mano, apuntando a la camioneta, pero el señor Ríos apenas y vio el auto.
Siguió corriendo hasta llegar al cadaver del animal, lo tocó con delicadeza en el cuello esperando una respuesta, pero el cuerpo ya no tenía vida en él; Con incluso más cuidado que antes hizo un intento de limpiar un poco de la sangre del rostro del animal, esperando que se quejara del dolor, pero siguió sin tener respuesta.
Su mejor amigo ya no estaba, ese gran perro curioso ya no estaba, ese gran consuelo de los últimos casi trece años, había desaparecido.
El rostro del conductor nunca se le olvidaría.

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