día 1

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Llegamos a la madrugada a la playa mientras se formaba ante nosotros el hermoso amanecer, luche con todas mis fuerzas para no dormirme ya que el viaje había sido agitado, mi padre había  conducido varias horas y no veíamos la hora de tocar tierra y estirar un poco las piernas.

Yo, especialmente, esperaba estas vacaciones con muchas ansias, la universidad me había dejado exhausta y necesitaba un descanso. 

Mi papá y mi mamá habían pedido permiso en el trabajo por 15 días, ese era el tiempo que pasaríamos de vacaciones en la playa.

Estacionamos el auto y ayude a mi madre a bajar las cosas; sillas, sombrillas, y canastas con comida; me hice cargo de llevar la comida con cuidado, como me lo aclaró mi mamá, y como pude agarre mi mochila, mi padre apagó el auto y caminamos hacia la playa. Eran las cuatro de la madrugada y al parecer la playa nos esperaba solo a nosotros; pasamos por un restaurante el cual estaban limpiando, de lo que parecía haber sido una gran fiesta de la noche anterior,  dos chicas levantaba botellas y vasos del suelo mientras se  reían : -¡tienen que repetir una fiesta así por más desastroso que termine este lugar! -Dijo una de ellas mientras vaciaba lo que quedaba en la botella en una copa para ofrecérselo a la otra chica quien sin pensarlo la agarró y bebió como si fuera agua para después gritar: -¡la mejor fiesta de la historia!- y se tiro en la arena -que buena forma de tomarse un duelo- continuó la que estaba en la arena y que ahora parecía estarse enterrando -Tienes razón, esperemos le duré por muchos meses más -concluyó la de la botella en la mano, fingiendo que tiraba la botella a la basura cuando su mirada se cruzo con la mía. 

Que lindo lugar para pasar vacaciones, fiestas en un funeral- pensé 

Continuamos caminando y el imponente mar se expandía enfrente nuestro, todavía oscuro, solo, pero al mismo tiempo tan lleno de vida y calma a pesar del estruendo de sus olas las cuales llenas de algas daban cuenta que en algún lugar no lejos de este llovía y que pronto nos alcanzaría, pero por ahora nos quedaba disfrutar de aquel hermoso lugar; los destellos de sol son algo grandioso, y ya estábamos presenciando uno, el más importante de todos, el primero de ese día, en la cultura japonesa tienen un nombre especifico para la filtración de sol, le llaman komerebi, para mi esos rayos de sol que dan vida, son destellos de gloria, de grandeza, del milagro de un día nuevo. Entrecerré los ojos y ahí se hacía todo más claro, para la ironía; se hacía el mar más azul, la arena más blanca, y el cielo, entre rojizo y violeta nos daban la bienvenida a este lugar único.  

Coloque la canasta en la arena y me senté, mis padres se acomodaron a mi lado en sus sillas mientras conversaban, participe un poco de la conversación hasta que todo se desviaba a cosas internas de la empresa que no comprendía, ahí mi atención se desvió, no podía para de observar aquel  paisaje, era un momento que quería guardar para siempre, miré a mis padres y con una sonrisa les agradecí.  Me aplique protector solar y  tomé mi mochila, saqué uno de los libros que había llevado, me había resultado difícil elegir uno solo así que lleve seis, de los cuales, era consciente que  leería solo dos, metí la mano en la mochila y con mucha expectativa lo saque lentamente, con el sol entrando en mis ojos, y el brillo de la caratula, logre leer el titulo "Cumbres borrascosas" -¿que?-dije para mis adentros -es el libro menos propicio para un paisaje así, ni siquiera hace frío. Decidí no hacerme trampa a mi misma y lo saque de la mochila llenándome de  mucha voluntad para comenzarlo a leer. 

Enfoque mis ojos en el libro, pero ellos querían hacer foco en el mar, leí una linea y no comprendí una palabra -es un buen libro, se buena y concéntrate- me dije, otra linea más, nada, no entendí una sola palabra, ni un conector, ni siquiera podía leer por completo el apellido Heathcliff, mi mente directamente lo omitía y leía "Heat" relacionándolo directamente con "calor" en inglés, mi mente estaba en la playa y no quería saber nada de una familia con problemas importantes de ira que vivían en montañas congeladas. Cerré el libro, un poco fuerte al parecer porque mis padres me observaron, les devolví una sonrisa y lo volví a abrir, pues no quería participar en charlas aburridas de finanzas internacionales,  ahora iba a fingir que leía pero en realidad iba a observar el mar. Me enfoque, en lo que quería, olas grande y pequeñas, espuma y gente, ahora había más vida en la playa, un perro le ladraba a las olas y huía de ellas cuando lo perseguían, sonreí y volví la mirada al libro pasando una pagina para que pareciera real mi actuación de lectora empedernida; volví a levantar la vista y ahora había un surfista de traje negro preparándose en la orilla para entrar al agua, el perro le ladraba como advirtiéndole que no entrara ahí, él le acarició la cabeza despeinandolo un poco y tomó su tabla, caminó hacia el agua y comenzó a bracear , remontó las olas pequeñas sin ninguna dificultad, los movimientos que ejecutaba eran precisos, hacia que surfear pareciera un deporte fácil, que incluso yo podía hacerlo, sonreí por la imagen mental que había tenido de mi misma en esa situación, y volví a pasar una pagina.  Cuando levanté la mirada nuevamente ya no estaba, sin pensarlo me incorporé rápidamente, cubrí mis ojos del sol con ambas manos, todavía sosteniendo el libro , intentando buscar al surfista de traje negro, Pasaban varias olas gigantescas, algunas de más de un metro y el chico no volvía a la superficie, caminé hasta la orilla, escuchando detrás de mi las voces de mis padres quienes no recibieron ninguna respuesta de mi parte,  busque en ambas direcciones y no aparecía y cada que me acercaba el mar se hacia más y más inmenso, comenzaba a formarse una ola  no muy lejos de la orilla y de a poco se iba cerrando, en medio del tubo que formaba la ola lo vi, era él, logré respirar, sentí como mi mano se aflojo y no apretaba más el libro. El chico logró salir del tubo y continuaba en su tabla, busco otra ola y la montó, hacia zig zag sobre ella, y miles de piruetas, yo no lograba entender como el chico no se había caído ni una sola vez y lo más increíble de todo, había presenciado un espectáculo de surf en directo y, tal vez, era un pensamiento egoísta pero sentía que había sido para mi. Sonreí, como agradeciendo, aunque sabía que el chico ni me observaba, y volví a mi lugar, en medio de mis padres y mi libro aburrido de invierno; abrí el libro , leí la primer linea del capitulo 3, se suponía que ya había leído hasta ese capitulo,  pero mis ojos no podían concentrarse, ellos querían seguir viendo el mar.

Mi madre sacó sándwiches de queso y tomate y me lo comí de un mordisco. Espere que me preguntara sobre mi caminata inesperada hacía un rato pero no menciono nada, tal vez la charla de balances era tan entretenida que perdieron cuidado de mi.

Volví mis ojos al mar y el surfista había desaparecido. Otra vez. 

Me levanté intrigada, sin disimular un poco, y esperé a que la ola gigantesca que se había levantado rompiera... Tal vez salia del tubo o aparecía encima de ella.
No estaba
-!Se ahogo! - se me escapo como un grito.

Mi padre dejó de hablar de las finanzas del mes anterior y me hizo una mueca sin entender.
Señale el libro -El protagonista... muere ahogado... Pobre- se me ocurrió decir.

Me senté para evitar que cuestionara mi gusto literario y mi comprensión de lectura, hasta yo lo cuestionaba.

Al frente mió estaba mi mamá aprovechando los primeros rayos de sol con sus ojos clavados en mi y en mi libro, preguntó:
-¿estás bien? -asentí con la cabeza.
Me puse de pie dirigiéndome a la playa y dejé el libro en la arena-iré a caminar, ya vuelvo- se me ocurrió decir.

Me quité los zapatos y hundí mis pies con uñas rojas en la cálida arena. empecé a caminar con la vista clavada en el mar.

No había rastros del surfista ¿me lo habré imaginado? no, ya lo había visto, el sol no estaba tan fuerte no podía ser efecto de la insolación, era real lo que había visto, ese chico era un surfista profesional y estaba ahí, tal vez nadie más lo había visto solo yo y sería mi responsabilidad si le pasaba algo y no hacía nada por ayudarlo...Seguí caminando.

En la orilla una pequeña ola me tapó los pies y sentí como se hundían en la arena blanca. Me mantuve firme mientras pasaba la corriente de agua. Al lado de mi pie un hermoso caracol se había enterrado en la arena. Levante de nuevo los ojos y se me frunció el ceño por los rayos de sol que daban contra mi cara. Traté de aclararme la vista y continué mi caminata con los ojos en el mar, la playa comenzaba a tener aun mas movimiento, había niños haciendo castillos de arena, otros llorando y vendedores ambulantes que ofrecían desde comida hasta mesas fáciles de armar. 

Se me escapó una sonrisa al ver a un nene llevando un balde de agua gigantesco con mucho esfuerzo, pero feliz. cerré los ojos mientras mis pies seguían andando, respiraba ese aire puro y sentía paz.

Ya me había alejado mucho de mis padres y tenía miedo de que mi poco sentido de orientación me hiciera perder, decidí devolverme.
Dí media vuelta y un chico de traje negro se cruzo en mi camino. Tenía la cabeza agachada. Solo veía sus pies. Ambos dimos un paso al frente. Retrocedimos cambiamos en la misma dirección y otro paso al frente. Alce la mirada y su sonrisa me dijo "disculpa"... lo reconocí, lo vi a distancia pero ahora lo reconocía, era él, el chico de la tabla de surf, fueron instantes pero las miradas tienen ese don de decir lo que no se puede en palabras.

Tal vez mis ojos se admiraron tanto que querían escapar de aquel momento. Serios y avergonzados volvieron la mirada al suelo terminando con ese diminuto baile que se había formado entre el surfista y yo. Dí pasos largos obligándome a caminar rápido sobre la arena y salir de aquel momento , quise girar la cabeza pero preferí quedarme con esa imagen de sus ojos sonrientes y torpes y esa sonrisa única, que me había regalado el chico de la tabla de surf.


El Chico De La Tabla De SurfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora