La nieve caía lentamente sobre el Renault 9 de Emilio. Arturo intentaba, desesperado, abrir la puerta del coche, pero era imposible. En el impacto el chasis se había deformado ligeramente, y la puerta había quedado bloqueada.
Se cansó de forcejear con la puerta y levantó la vista hacia la carretera, esperando encontrar a los servicios de emergencia. Pero no había nadie en todo lo que la nevada permitía ver. La carretera se extendía, solitaria, acompañada únicamente del río, durante cientos de kilómetros. Volvió la vista hacia su Chevrolet, sobre la cual se acumulaba una ligera capa de nieve. Casi agotado, miró por la ventanilla a Emilio y lo vio profundamente dormido. Observó que su pecho casi no palpitaba y se dio cuenta del color que su cara estaba tomando. O lo sacaba de ahí o moriría asfixiado entre el asiento y el airbag que no se desinflaba.
Corrió hacia su camioneta, aparcada al costado de la carretera, abrió la puerta y buscó en la guantera algo puntiagudo. No tardó en encontrar un destornillador que pensó bastante oportuno a falta de un cuchillo. Al salir buscó otra vez en la carretera, esperando ver la ambulancia que había pedido. Le parecía haberla llamado hacía una eternidad, pero miró su reloj y comprobó que solo habían pasado dos minutos desde que llamó a urgencias. Le habían pedido que no interviniera, que esperase a que llegaran los servicios de emergencia, pero, por la carretera en medio de la inmensa estepa la ambulancia más rápida tardaría diez minutos en llegar desde el pueblo, y Arturo sabía que ese hombre en el coche no tenía tanto tiempo.
Con una patada no demasiado fuerte fracturó el cristal de la ventanilla sin llegar a romperlo, pues no quería que le saltaran cristales en la cara a Emilio. Arremangó su mano con la manga de la chaqueta, formando un muñón, y con un decidido golpe abrió un hueco en la ventanilla. Se notó varios cortes pequeños en el puño a pesar de la chaqueta, pero no le dio mayor importancia. Cogió el destornillador y lo pasó por el hueco. Intentó clavarlo en el airbag pero la primera vez no pudo penetrar el nailon. Lo intentó otra vez más pero la poca movilidad que tenía a penas le dejaba oportunidades, necesitaba más espacio para poder romper el airbag, además el frío le entumecía los dedos y le costaba sujetar el destornillador. Intentó otra vez más atravesar el nailon, pero al hacerlo se le cayó el destornillador al suelo del coche.
Quiso cogerlo pero no llegaba, por lo que le dio una patada al cristal y rompió definitivamente la ventanilla. Se encaramó a la puerta y cogió el destornillador. Le asestó una estocada al airbag, que comenzó a desinflarse lentamente. Vio como el pecho de su salvado comenzaba a respirar, libre de presión.Aliviado, Arturo se dejó caer sobre la nieve. Le había salvado la vida a un hombre. Miró al cielo un momento y se distrajo viendo los copos caer, observó su reloj otra vez más y comprobó que habían pasado seis minutos desde que llamó a emergencias. Relajó su cuerpo entero y cerró un momento los ojos. Pasó otro minuto más hasta que escuchó, a lo lejos, un escándalo de sirenas.
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Muy buenas, querido lector. Soy Facundo, el autor de este relato. Si has llegado hasta aquí es porque seguramente, seas esa clase de persona a quien está dedicada esta historia.
La soledad y el aislamiento son la principal causa de depresión. Millones de personas en todo el mundo viven solas todos los días. Una ironía siendo tantas personas las que viven en soledad. La compañía es uno de los bienes peor distribuidos en el mundo.
Personalmente, tengo 17 años y he vivido 4 en soledad. Sentir la soledad día a día es una de las peores sensaciones que conozco. No tener a nadie con quien compartir tus sensaciones y experiencias es sencillamente aterrador. Por suerte yo contaba con mis hermanos, que me han sacado de mi aislamiento, pero no hay gente tan afortunada ahí fuera.
Si tú eres como Emilio, debes buscar ayuda o seguramente la soledad pueda contigo. Busca amigos y encuentra gente con la que relacionarte, te sentirás mucho mejor y descubrirás un mundo mucho más colorido. Lo tienes fácil pues vivimos en la era de la información y la hiper conectividad.
Siempre hay alguien que está dispuesto a escucharte. No dejes que la soledad te acompañe.
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Sueños de Soledad
Short StoryUn retrato introspectivo sobre las relaciones humanas y su reflejo en nuestras realidades personales.