Cantos Rodados

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A Emilio le impresionó la soledad que había en aquel sitio.
Pensó que, sin duda, CARMEN era un buen arma.

-Natalia, estoy en la escotilla. Aquí tengo la llave, pero no encuentro la jodida cerradura -dijo Emilio, hablándole a su operadora.

-No te compliques, si no la encuentras puedes usar la Llave Maestra.

Emilio pensó que Natalia no era tan buena herramienta como lo era CARMEN, aunque claro, la función de Natalia era una tarea mucho más exigente y complicada que la de un catalizador. No tardó en hartarse de buscar entre las paredes de la escotilla, por lo que terminó usando la Llave Maestra.

-¿No habrás usado demasiada carga quizás? -interrumpió Natalia.

Emilio bufó despreciando la observación de Natalia.
Reventó las cargas y esperó a que se disipara la explosión.

La alarma sonó como un rayo y despertó a Emilio de su sueño. Era la primera vez en varios meses que había vuelto a soñar con aquello. Llevaba ya varias semanas soñando cosas aleatorias, pero ahora había vuelto a tener aquel sueño, y ahora continuaba la historia.
Maldijo las alarmas y las responsabilidades todo cuanto pudo, y se levantó.
El día se presentaba tan anodino como siempre. Ningún día había sido especial, ningún día había sido siquiera diferente desde hacía ya mucho tiempo. Emilio maldijo la rutina también y pensó en el hartazgo que tenía.

Reflexionó sobre el sueño tan esperado que por fin había tenido mientras desayunaba y, no sin una mirada llena de apatía, se miró al espejo.
Se vio envejecido, de una semana para otra había sumado dos o tres años sobre su cara. Estaba tan cansado y todo le resultaba tan pesado. Ojalá pudiera ser el Capitán Emilio, y ojalá hubiera podido vivir aventuras con Natalia, y ojalá hubiera podido usar a CARMEN para acabar con todo aquello de una vez.

Sonaba Like a Rolling Stone en la radio, y el motor del coche rugía de viejo. La canción no podía encajar mejor. La profundidad del eléctrico organillo sumió a Emilio en un igualmente profundo mar de pensamientos.

Emilio siempre había oído que los sueños tienen un significado, y que eran un reflejo de lo que vivíamos en la realidad. Pero siempre había dudado también, de si eso era cierto o era simple esoterismo. Le costaba creer.

La furiosa bocina de una camioneta más grande que su pequeño coche le sacó de su soliloquio. Observó cómo se acercaba el parachoques de la camioneta hacia su cara y casi pudo ver la desesperación del otro conductor. Cuando reaccionó se dio cuenta de que debía volver a su carril antes de chocar. La camioneta, que no podía apartarse pues al otro lado solo había una caída de varios metros de alto hasta el río, siguió pitando, alarmando a Emilio. Mientras el tiempo parecía detenerse para darles una oportunidad a ambos, Emilio torció el volante y salió de la trayectoria de la camioneta. Perdió el control del coche y acabó, no sin un violento golpe, en la cuneta de la carretera. Su cabeza salió disparada contra el volante, pero el nailon lo detuvo antes de que chocara. Antes de perder el conocimiento, Emilio pensó que en el estudio le echarían por llegar tarde, otra vez más.

Sueños de SoledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora