Los dos lados del tren

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Habian quedado como siempre, a la misma hora, en el mismo lugar y el mismo día. Sábado.

Él, con café en mano, supo que un pequeño retraso siempre es bienvenido y para nada raro, aunque desde que empezaron a verse nadie de los dos habían llegado tarde, eventualmente aparecían al mismo tiempo y se saludaban para después irse caminando y usar el tren que los llevaría hacia las afueras de la ciudad para visitar el pueblo natal de él. Amaba ir a ese pueblo con ella, sobre todo, estar con ella y pasar tiempo de calidad con ella.

Miró por primera vez su reloj de muñeca y ella se había tardado 5 minutos pero eso no le alarmó. Revisó también su teléfono y vio un mensaje de ella.

Hay mucho tráfico, esperame por favor. G.

Ese mensaje se lo había enviado a él hace mas de 10 minutos, suspiró y pensó que a lo mejor ella ya estaba de camino. Vio a su alrededor y ningún tren estaba en la estación, muchos como él esperaban el mismo tren de las 3:40pm.

Y eran las 3:35pm

Abatido por la cercanía del tiempo, decidió llamarla pero no contestaba su teléfono, llamó y dejó mensajes para que ella se comunicara lo mas pronto posible o sino se perderían el tren.

***

Ella iba corriendo todo el perimetraje de lo que eran las estaciones de tren. Tenía que subir muchas gradas para llegar a su destino. La gente se acumulaba en grupos y algunos estorbaban, ella con cuidado los apartaba.

Por fin llegando al último tramo de gradas, vio su reloj y eran las  3:20pm. Iba con algún atraso, siempre aparecía ella a las 3:10pm.

Llegando, dio un respiro que no sintió y empezó a buscarlo. Entonces el tren de las 3:40pm estaba llegando y eso le extrañó tanto ella. La gente ya se estaba acumulando para entrar al tren y aun no lo visualizaba. Tenía miedo que él nunca llegase o que nunca haya llegado.

Entonces lo vio. Se alegró de verlo y empezó a caminar hacia él, pero él no la había visto y mientras ella esquivaba a las personas que quierian entrar, él caminaba para dirección opuesta con cabeza abajo. Entonces ella por fin lo alcanzó y se paro enfrente de él.

—Ya estoy aquí cariño...—ella le dijo, entonces algo ocurrió.

Él no la escuchaba. Pensó que a lo mejor el tenía sus auriculares puestos y por ello no la escuchaba. Cuando decidió tocarlo, unos amigos de él llegaron donde ellos.

—¡Elias!— gritó uno de sus amigos.

Él se dio la vuelta para verles sorprendido. ¿Que hacían ahí? Se preguntó y los saludó, pero ellos llevaban una cara palida como si de un fantasma se tratara. Saludó a su otro amigo y éste se quedó abrazándolo por mas tiempo y sucedió la cosa mas extraña en ese momento. Empezó a llorar.

—Oye, hombre... ¿por qué lloras? ¿ha sucedido algo? — lo agarró de los hombros y él sollozaba— Alex, ¿que ha ocurrido? — afligido y sin respuesta alguna de parte de los dos, sólo pensó lo peor.

—Elias, amigo...ha pasado una tragedia, Judith...

Judith estaba detrás de ellos sin ser vista, cuando escuchó las siguientes palabras se colocó a la par de Elias pero aún así, no la veían.

—¡Habla! Maldita sea ¡habla! —Elias desesperado levantó la voz y Alex contestó.

—Ha tenido un accidente automovilístico... Ella..

—No... Basta, que hoy el 28 de noviembre y esas bromas son de muy mal gusto...

—¡Amigo, ese tipo de bromas cualquier dia que sea es pésima! Pero no es una broma...

El tiempo se detuvo. Cada particula, átomo, sustancia, hueso, nervio, musculo, tejido, organo dejaron de funcionar. El shock estaba ahí y el llanto le seguía después. Espasmos llegaron en unos segundos y el llanto de un hombre enamorado con el corazón roto se escuchó por toda la estación de tren.

Por otro lado, Judith sin poder creer se que había muerto, no sabía si seguirlos o simplemente quedarse en la estación. Daba igual, ya estaba muerta.

¿Qué hacen las almas después de su muerte? Deben de ir alguna parte...¿verdad?

—Oh, por fin...ya llegó el tren, he estado esperando... —se volteó a ver a una anciana muy arreglada con un maletín de empresaria que la veía muy feliz— si no me fallan los cálculos, desde la semana pasada..¿y tú? ¿cuanto llevas esperando?

—Acabo de venir...—la anciana le sonríe compasiva — ¿que tren exactamente estamos esperando? Digo...porque no se donde ir...

—Al tren que está apunto de aparecer —

—Pero yo no veo...—el tren apareció ante sus ojos y muchos entraron cuando las puertas de los vagones se abrieron.

—Vamos, entremos... He estado esperando por mucho y lo peor que pueda pasar ahora es irse parados.

Judith aún no lo entendía, pero sin embargo tendría que aceptarlo. Al parecer, ninguno de los dos iba a ir a su destino planeado.

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