Capítulo siete

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Desperté, pero no por eso abrí los ojos. El sueño que había llevado a lo largo de la noche hasta este instante,había sido un sueño bastante pesado.

Me obligué a mí misma a salir de la cama y fui directo al baño de mi habitación, para mojar mi rostro y así evitar que mis ojos se cerrarán nuevamente.

Salí de la habitación y fui hasta la cocina, donde puse un poco de mantequilla en un par de tostadas y disfrute de mi sencillo desayuno.

—Buen dia. —dijo apareciendo en la habitación María.

—Buen día. —respondí por inercia y me mantuve en silencio mientras ambas comíamos.

Al terminar no tenía que seguir ahí, después de todo no esperaría a María. Seguía enojada con ella, había pasado una semana desde la fiesta, pero aún no le perdonaba que me haya puesto en manos de un psicópata.

—¿Qué haremos esta tarde? —cuestioné sin expresar absolutamente nada con mi rostro, aunque estuviese enojada con ella, seguía siendo la única persona con la que podía salir y divertirme un poco.

—Yo saldré, no sé tú. —afirmó bastante burlona, ocasionando que sintiera que mi cara ardía de coraje.

—Jódete. —mascullé y me di media vuelta, para así de espaldas escuchar la risa de mi mejor amiga.

Entre de regreso a mi habitación y tomé mi móvil, el cual estaba en el buró a un lado de mi cama.

Antoine: "¿Salimos? Pasó por ti en la tarde, no sé bien a qué hora."

—¡Maria! —grite sin importarme los vecinos, mi sorpresa y enojo era bastante como para darle importancia a ellos en este momento.

—No grites, ¡todo el edificio te escuchó! —exclamó una extraña María, quizá intentando medir mi temperamento.

—No me importa que me escuche todo el edificio y los edificios de a lado—. ¡Qué cojones! ¿Qué piensas que haces?

—¿De qué hablas? —se hizo la inocente, claro que sabía de qué hablo.

—Esto. —le enseñe la pantalla de mi móvil sin desbloquear.

—Seguro le diste tu numero en tu borrachera y ahora lo has olvidado. —indicó como si fuese la explicación más lógica.

—No hay manera de que yo le haya dado mi número de móvil a ese gilipollas. —anuncie con seguridad, pero no quería seguir discutiendo con ella, porque sé que jamás lo aceptaría.

Desbloquee el móvil y comencé a escribir en el chat con el francés.

Paula: "NO. Prefiero estar muerta, antes que salir contigo."

Antoine: "¿Segura?"

Paula: "Completamente segura."

Antoine: "Me encanta el esfuerzo que pones a negar querer tener algo conmigo."

Quise responder, pero noté que el futbolista seguía escribiendo otro mensaje y decidí mejor esperar a dar una respuesta.

Antoine: "A mí tu indiferencia me dejaría claro que no quieres nada conmigo. Pero ese intento masivo de negarlo, creo que tratas de convencerte a ti misma."

Paula: "Wow, además de futbolista eres psicoanalista."

Antoine: "Estaré a fuera de tu piso a las 8, en serio espero que estés ahí."

Paula: "Ni siquiera vengas, porque no voy a estar."

Paula: "En serio Antoine, ¡no voy a salir contigo!"

No respondió mis mensajes, ni siquiera los leyó. ¿Y ahora que? En verdad yo no quería salir con él, pero si lo tuviera ahí en mi puerta no sé qué haría.

Pasé el día mordiendo mis uñas, había intentado distraerme pero había sido imposible. Aunque no me gustara aceptarlo, no podía sacar de mi mente a Antoine.

Vi salir a María, ella no dijo nada. Simplemente supe por su vestimenta que no estaría temprano de regreso.

Cinco minutos antes de las 8, el timbre ya estaba sonando. Esperé más tiempo intentando que se diera por vencido y se fuera de ahí. Cuando por fin creí que eso había pasado, escuché su voz.

—Paula, cariño... Sé que estás ahí, más te vale que abras la puerta. —dijo autoritario aún detrás de la puerta de madera.

Joder, ¿jamás se daría por vencido? Me puse de pie y abrí la puerta, tomé un gran respiro llenando mi nariz de su deliciosa loción.

—¿Que crees?, no estoy arreglada porque no saldré contigo. —aclaré esbozando una media sonrisa.

—Perfecto, me facilitas el trabajo si nos quedamos en tu piso. —respondió imitando mi sonrisa.

—Ni lo sueñes. —dije intentando evitar que entrará en mi piso, pero no pude lograrlo.

—Muñeca, entonces solo sal conmigo. —se hundió de hombros como si su idea fuera la mejor de todas.

—Está bien. Siéntate en el sofá, pero no te muevas de ahí. —declaré antes de entrar en mi habitación.

Wonderland | Antoine GriezmannDonde viven las historias. Descúbrelo ahora