Capítulo quince

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María me esperaba en la estación de trenes, antes había pasado por el tocador para cambiar mi ropa; había viajado con algo mas cómodo y ahora me había colocado un par de stilettos que combinaban con mi outfit completamente negro.

Ultimamente había formado una gran afición por el color negro, decidía usarlo la mayoría de veces en mi ropa y me hacía sentir un poco mas yo; la nueva yo.

—María, no tienes una idea de cuanto extrañaba ver tu horrible cara. —dije mientras dejaba mis maletas y me lanzaba a abrazar a mi mejor amiga.

Habían pasado seis meses desde mi huida de Madrid, pero no solamente había pasado; había cortado contacto con cualquiera que estuviera relacionado a mi estancia en Madrid y la desastrosa "relación" que había llevado con Antoine.

Había funcionado, porque ahora podía decir el nombre del francés e incluso recordar su sonrisa, sin sentir algo en absoluto. Antoine Griezmann ya era cosa del pasado, así como la vieja yo también lo era.

—Paula, ¿eres tu? —bromeó la morena, debido a mi cambio de look.

—Solo un corte de cabello, sigo siendo yo. —repliqué soltando una carcajada.

—No hay nada en ti, que me haga pensar que sigues siendo tu misma. Es el corte de cabello, tu forma de vestir, tu maquillaje y hasta tu forma de caminar; Eres otra Paula Borja. —declaró mientras me veía de pies a cabeza en repetidas ocasiones, por un momento me hizo sentir intimidada.

—Tenía que hacerlo, un cambio físico es el comienzo para un cambió interno ¿sabes? —expliqué encogiéndome de hombros.

No quería aceptarlo, no quería decir que como muchas mujeres, simplemente había hecho ese cambio de look después de un rompimiento, ¿como diría eso si lo mío ni siquiera había sido un rompimiento?, puesto que no teníamos nada en absoluto.

—¿Qué es eso? ¿Te hiciste otro hoyo en la oreja? —elevó la voz sorprendida y me sentí un poco avergonzada.

—Fueron tres. —quité el cabello de mi cara y le mostré la oreja derecha y como llevaba tres aretes.

—Aunque debo aceptar que te ves increíble. —confesó mientras caminábamos de salida.

—Eso es justo lo que quería escuchar. —mencioné pasando mi brazo por sus hombros y atrayéndola para abrazarla.

Fuimos de regreso a nuestro piso, supe que en verdad las cosas estaban mejor en mi corazón, cuando entré a ese lugar en que tantas veces me hizo suya y no sentí nada. Ni un hormigueo en mi cuerpo, algún vacío en mi estomago o cualquier emoción, no había nada que me hiciera sentir o cambiar mi estado anímico.

—¿Qué hiciste en Sevilla? —cuestionó interesada mientras acomodaba nuevamente mi ropa en mi closet.

—No mucho. —respondí y ambas reímos.

—¿Vas a regresar a estudiar? —preguntó insegura.

—Ese es el plan, ¿a que mas podría regresar a Madrid? —respondí con recelo, pero terminé riendo.

—Por mi, ¿tal vez? —murmuró haciéndose la ofendida.

—Vale, por ti y por la universidad. —declaré y esbocé una media sonrisa.

—Te echaba de menos como no tienes una idea, me alegra tenerte de regreso. —confesó la morena y me sentí conmovida por sus palabras.

—Yo también te echaba de menos, echaba de menos a mi dolor en el culo favorito. —dije sacando la lengua.

—¿Ah si?, pues ahora que lo mencionas, yo descansé de tus ruidosas sesiones de sexo salvaje. —replicó como respuesta a mi broma y después noté como su rostro se volvió serio, a lo mejor creyó que su broma me molestaría.

—No te preocupes, por lo pronto no habrá mas sesiones de sexo salvaje, al menos de que me consigas con quien tener esas sesiones. —me encogí de hombros y ambas soltamos una gran carcajada.

—Vale, ahora que lo mencionas, tengo que ir a clases, pero ahí puedo buscar algunos candidatos. —propuso y yo asentí continuando con la broma.

La vi salir de su habitación y no me quedó mas que continuar guardando mi ropa en los cajones. El lugar s había quedado tal como lo había dejado la ultima vez que había estado ahí, así que hice un par de cambios. Moví de lugar la cama y quité algunas cosas que sentí ya no me caracterizaban como para estar en mi habitación.

Al terminar de arreglar la habitación, quedé completamente exhausta. Así que salí del cuarto y fui hasta la cocina en busca de algo para comer, pero al parecer con mi ausencia mi amiga ya no hacía el super porque la alacena y refrigerador estaban vacíos.

Consideré ir al super a hacer las compras, pero no quería pasar mi primer día de regreso haciendo compras para la casa, podría hacerlo mañana. Mejor iría por algún café o cualquier cosa que me haga entretener el hambre por el momento, cuando llegara María podíamos salir a cenar juntas.

Caminé por las calles y dejé que la brisa pintara mi rostro, incluso se había dibujado una sonrisa en mi cara y me sentía feliz de haber tomado la decisión de regresar.

Recibí una llamada por parte de mi madre, quien me cuestionaba como estaba y si estaba segura de que quería quedarme en Madrid; supongo que se había acostumbrado nuevamente a mi presencia.

Me negué, había tomado la decisión de regresar y mantendría esa decisión. Tenía que pensar en mi bienestar y ahora estaba ahí, terminar de estudiar y después quien sabe lo que me podría esperar en la vida.

Entré al establecimiento y pedí alguna bebida fría, el clima estaba agradable como para tomar una bebida así, además extrañaba mucho este lugar y sus productos.

Quince minutos después, ya estaba saliendo de aquel lugar con mi bebida en mano. Al abrir la puerta, no me di cuenta y choqué con una persona que estaba intentando entrar.

—Lo siento. —atiné a decir mientras veía a la otra persona y me topaba con el par de ojos celestiales tan conocidos para mi.

Sonreí, fui mi primer instinto. No se si era lo correcto, si era lo debido, pero ya lo había hecho, le había sonreído a Antoine después de no haberlo visto por seis meses, porque me había roto el corazón. Pero se sentía bien, no le tenía coraje o malos sentimientos.

—Paula. —su respuesta y su expresión facial fue de sorpresa.

—Hola Antoine. —respondí elevando la mano, no me animé a hacer un acercamiento y saludarlo con un beso.

—Estás de regreso. —dijo y me provocó un poco de risa.

—Si, estoy de regreso en Madrid. —mordí levemente mi labio e hice algunos ademanes—. Me tengo que ir.

Salí de ahí, quise irme antes de que esto se volviera un poco incomodo. Pero él me detuvo, me hizo girarme nuevamente en su dirección.

—Te ves bien, tal vez podríamos salir un día de estos. —me pidió de manera dulce.

—No creo que sea la decisión mas sensata Antoine, espero que te vaya bien. —levanté mi mano en forma de despedida y me fui de ahí.

Por un momento me arrepentí de no haber aceptado su invitación, pero no podía regresar a lo mismo. No estaba dispuesta nuevamente a dar para jamás recibir, había aprendido a valorarme.

Wonderland | Antoine GriezmannDonde viven las historias. Descúbrelo ahora