Capítulo ocho

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Entré en mi habitación y fui directo al vestidor. No tenía la menor idea de a donde tenía pensado llevarme el antisocial de Antoine; pero estaba segura de que lo haría arrepentirse de venir a buscarme.

Realmente era complicado buscar ropa que me hiciera ver ridícula, ya que se trataba de mi vestidor y por lo tanto todo lo que había en su interior era de mi gusto. Pero tal vez una extraña combinación podría funcionar.

Me puse unos jeans rasgados, con un cross top que dejaba a la vista mi abdomen y mis stan smith. LA pregunta ahora era, ¿estaba dispuesta a salir así a la calle? Si corría con un poco de suerte, al verme vestida así, Antoine decidía que ya no quería salir.

—Estoy lista. —dije insegura, mientras me aparecía frente al jugador.

Soltó una sonora carcajada pero no dijo nada, mi ropa contrastó con la suya; ya que iba vestido una forma un poco mas formal. Solo se dirigió hasta la puerta y me esperó a que lo siguiera.

—No puedo seguir con esto. Se que tu intención es irritarme, pero no lo lograrás; Solo te estás jodiendo a ti misma. Regresa y vístete de otra manera. —me indicó seguro de si mismo, no me negué porque sabía que tenía razón.

Volví a entrar en mi habitación y decidí que si ya tendría que salir con Antoine Griezmann, al menos lo haría con estilo. Mantuve mis stan smith, pero opté por un vestido largo gris y una chamarra de cuero color negro.

—Mucho mejor. —habló Antoine mientras yo salía de mi habitación.

Se acercó y me tomó de la mano para llevarme a la salida, pero pronto retiré mi mano de la suya, no quería su cercanía. Subí a su auto y a pesar de sus intentos por entablar una conversación, yo me mantuve en silencio.

Llegamos a un restaurante de comida italiana, lo había visto en mi camino a la universidad, pero jamás había entrado.

Al entrar, para mi gran sorpresa, casi no había personas en su interior. Pronto un hombre se acercó a nosotros y se dirigió a Antoine, mientras nos llevaba a una mesa al fondo del restaurante.

—¿Puedo ofrecerles algo de beber? —cuestionó una joven que se había presentado anteriormente como la persona que nos iba a atender esta noche.

Antoine no dudó en responder al cuestionamiento de la joven, con algo que no logré entender, pero se escuchaba afrancesado. La chica se dio media vuelta, sin permitirme siquiera abrir la boca.

Unos minutos después regresó con una botella en mano y después de quitar el corcho sirvió dos copas.

—No quiero tomar. —dije a la defensiva.

—Pruébalo, es uno de los mejores vinos y obviamente es francés. —alardeó con su acostumbrado rostro lleno de seguridad.

No dije nada di un sorbo a la copa. Después de todo, no tendría para comprar vinos caros en mi vida estudiantil en Madrid, así que aprovecharía esta oportunidad.

Algunas copas de vino después, todo me parecía mas sencillo. Antoine me parecía el hombre mas simpático, esta noche la mas divertida que jamás haya tenido y me sentía feliz de haber decidido venir.

—En una ocasión, convencida por María. Entramos a la dirección y prendimos las bocinas por las que dan anuncios a toda la escuela, pusimos una canción de reguetón. No tienes idea de la cara que pusieron las monjas del colegio, estaban rojas entre la vergüenza y el enojo de la travesura que hicimos. —le platiqué mientras reía de solo recordar aquel momento, cuantas cosas habíamos hecho María y yo juntas.

—¿Se dieron cuenta que fueron ustedes? —no tardó en cuestionar el francés, quien también soltaba una carcajada por la anécdota contada.

—No, escapamos antes de que alguien nos viera. —respondí haciendo un ademán de victoria.

—Quien diría, jamás imaginé que fueras una traviesa. —comentó esbozando una media sonrisa.

—Créeme, soy toda una traviesa. —dictaminé respondiendo su sonrisa.

—¿En serio? —mordió su labio.

Solté una carcajada al entender el sentido de sus palabras, no respondí nada y preferí seguir tomando vino, ya que hace rato que habíamos pedido una botella nueva.

Continuamos platicando de nuestras vidas, hasta que la segunda botella se terminó y decidimos que era momento de continuarla en otra parte.

—¿A donde vamos? —cuestioné emocionada al subir a su auto.

—A tu casa. —indicó con la voz baja.

—¿Qué? Rubio, yo quiero seguirla. —reclamé con enfado.

—Paula, estás muy ebria. —murmuró inseguro.

—¡No estoy ebria! Solo soy feliz de mi vida y de salir contigo. —declaré mientras subía mis piernas al asiento y las abrazaba.

—Baja los pies. —me regañó el francés.

—No quiero. —respondí agresiva.

No dijo nada mas y manejó de regreso a mi casa, yo tampoco dije nada mas porque sabía que no lograría convencerlo de nada. Al llegar, me acompañó hasta la entrada de mi piso.

—Quédate un rato, María seguro no ha llegado y yo quiero seguirla. —le propuse a Antoine, quien aceptó y entró a mi piso.

Saqué algunas de las botellas que habían quedado de la fiesta que había organizado María unas semanas atrás.

—No son tan buenos como tu costoso vino francés, pero de algo sirven. —comenté poniéndolas en la mesa de la sala, lugar donde estaba el futbolista.

Antoine solo se rio por lo bajo, pero sirvió nuevamente dos copas y me ofreció una a mi. Yo me dirigí a las bocinas y puse un poco de música.

Sin darme cuenta como, ya estaba frente a Antoine bailándole. Él no hacía nada, solo me miraba atentamente. Me senté en su regazo y me acerqué hasta sus labios; donde nuestras pieles rosadas se juntaron en nueva ocasión, con leves roces.

—Los extrañaba. —solté en un murmuro, sin alejarme del todo de sus labios.

—¿El qué? —cuestionó.

—Tus labios. —respondí en un susurró y uní nuevamente nuestras bocas.

Así fue por varios minutos, pero al no lograr nada mas que eso de su parte, yo me vi obligada a tomar la iniciativa. Me puse de pie, para intentar quitarme mi vestido, pero en el intento caí al piso con el vestido enredado en la cabeza.

Cuando me di cuenta, ya estaba en mi habitación recostada, en ropa interior pero cubierta por una sabana. Me puse de pie y como pude corrí tambaleándome hasta Antoine, quien recogía sus cosas.

—¿A donde vas? —cuestioné alargando las palabras.

—A mi casa. —respondió encogiéndose de hombros.

—¿Por qué? —cuestioné mientras me acercaba a intentar besar sus labios, pero me separó—. Esto era lo que querías, ¿no?

—Basicamente si, pero no de esta manera—. se acercó y depositó un beso en mi mejilla—. Ve a dormir, muñeca.

Wonderland | Antoine GriezmannDonde viven las historias. Descúbrelo ahora