CAPÍTULO 2

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          - Aquí tienes cariño, enhorabuena. - dijo Donovan con un tono de voz que denotaba el orgullo que sentía por su hija en ese momento.

            - <<" ¿Pero qué...? ¡He llegado! No se cómo, pero he llegado al escenario sana y salva a recoger mi diploma. Genial">>. - Pensó Daniela con una sonrisa de oreja a oreja mientras echaba un vistazo rápido a la sala. Y de pronto lo vió. Ahí estaba, mirándola y sonriéndole con ambos pulgares arriba. <<" Ahhh!!! Perfecto Daniela, lo has clavado y Derek lo ha visto todo">> se dijo así misma en un tono de histeria y felicidad absoluta.

            Derek era, según Daniela, la perfección personificada. Un chico de 16 años, alto, de piel morena, ojos azules y pelo castaño claro, casi rubio. Era uno de los chicos más populares de su edad en el instituto. No era un estudiante excelente, pero lo iba aprobando todo y además jugaba como delantero en el equipo de futbol del instituto, lo que sumaba un cuerpo atlético a todo lo demás. 

                Daniela y él se conocían prácticamente desde el parbulario. Ambos habían nacido en el mismo año, pero nunca habían coincidido en la misma clase en los 14 años que llevaban estudiando juntos. Sus padres se conocían y había sido muy buenos amigos años atrás, pero desde que comenzó la crisis, dejaron de salir fuera, ya no acudían a tantas fiestas y habían dejado de verse tan a menudo, lo que afectó indirectamente a la relación de Daniela con Derek. Pero al menos seguían viéndose en el instituto. 

                 Donovan, el padre de Daniela, era ingeniero informático. Lo tuvieron todo; casa, coche, ropa, dinero... pero la empresa de su padre tuvo que cerrar por falta de trabajo. Su madre, por otro lado, había dejado de trabajar en el momento en que llegó Daniela. Quería darle toda su atención, y por aquel entonces, las cosas iban muy bien y vivían holgadamente. Pero ahora había tenido que aceptar un trabajo como limpiadora y otro como camarera, ambos por horas, en los que le pagaban bastante mal. Por suerte, Donovan encontró una plaza vacante en el colegio de Daniela como profesor de informática y llegó a un acuerdo con la junta y el director para que Daniela pudiese terminar allí sus estudios.

                   - Hola Dani. - dijo Derek apareciendo por detrás de Daniela.

                   - ¡Hola Derek! ¿Qué tal? ¿Qué te ha parecido la ceremonia?

                  - Ha estado muy bien, la verdad. ¡Y menuda sorpresa cuando he visto que tu padre iba a entregar los diplomas!

                  - Sí, yo también me he enterado hoy. No sabía nada...

                 - Bueno Dani, yo venía a preguntarte... esto... vamos a hacer una fiesta en casa por la graduación y eso... y después vendrán algunos amigos de clase, ¿Quieres venir?

                  - Emmm, vaya, pues no se... supongo que no habrá problema, claro. Pero tendré que ir primero a mi casa a cambiarme de ropa y eso.

                   - ¿¡Qué!? Ni hablar Dani, así estás preciosa. Nos vemos en un par de horas en mi casa ¿vale?- le dijo, dándole un beso en la mejilla antes de marcharse.

                   Daniela se quedó totalmente embobada e inmovil, viendo como Derek Bradley, el chico más guapo de la tierra, se marchaba. Pero su yo interior... su yo interior tenía una fiesta montada, y de las buenas. Daba saltos, gritaba, corría, tiraba cohetes... Jamás Daniela se había sentido como en ese momento.

                   Pasados quince minutos, Daniela, Conor, Donovan y Alison se despidieron de todos y volvieron a casa. De camino, en el coche, sus padres iban comentándole a Daniela, que no habían tenido tiempo de preparar ninguna gran fiesta en casa, así que la compensarían llevandola de compras otro día o algo por el estilo. Pero a Daniela no le importó, ya que vió en ese momento la oportunidad para pedir permiso para asistir a la fiesta que daría Derek en un par de horas.

                   - Bueno papá, si no vamos a hacer nada en casa... ¿puedo ir a casa de Derek? Ha organizado una fiesta con algunos compañeros de clase en un par de horas, después de comer.- dijo Daniela poniéndole a la pregunta un tono de súplica de niña pequeña.

                       - Bueno, pues... sí, claro, princesa. Supongo que no hay problema, siempre y cuando no vengas muy tarde.

                    Odiaba que la llamara princesa, pero esta vez no iba a reprocharle nada. Ahora sólo podía pensar en cambiarse para comer y volver a vestirse con ese precioso vestido rosa y esos zapatos con los que no creía que aguantaría toda la tarde, pero que en conjunto a Derek le habían encantado.

                        Así que entró en casa, se cambió, comió y se volvió a cambiar. 

           - Mamá ¿me llevas a casa de Derek, por favor? Seguro que ya han empezado a llegar todos.

          - Si cariño, enseguida nos vamos, dame un minuto, no encuentro mi bolso y ahi están las llaves del coche.

             Diez minutos más tarde, encontraban el bolso y salían de casa. De renpente, cuando ya estaban fuera, vieron a un hombre un tanto extraño en la entrada de su parcela. Este hombre parecía más bien extranjero. Daniela pensó que debía andar buscando algo, así que le preguntó.

            - Hola, ¿buscaba algo? - dijo Daniela con la entonación exacta con la que había que hablarle a un extraño que está al lado de tu casa.

                 - Buenas tardes señorita - le contestó a Daniela, - buenas tardes señora - dijo esta vez dirijiéndose hacia Alison.- Estoy buscando al señor Donovan Kindelan, no se si tengo bien la dirección, pero a juzgar por esta princesa, debería ser aquí.

                - <<" ¡Pero bueno! Este hombre ¿por qué me llama princesa?, si ni siquiera a mi padre se lo permito">> - pensó Daniela no sin hacer un gran esfuerzo para no dar una mala contestación a ese hombre extraño.

                - Pues no señor, no se ha equivocado - contestó Alison - pero... ¿quién es usted y por qué busca a mi marido?

               - Mi nombre es Carlo Arcuri. Tengo que entregarle un sobre a su marido y hablar con él un par de cosas. Aunque supongo que no estaría de más que usted estuviera también presente...

               De repente Alison se quedó inmovil, blanca como la pared. Su cara era una mezcla de miedo, odio y frustración.

               - ¿Va todo bien mamá? - preguntó Daniela desde el coche.

              - Si Daniela, cariño, enseguida nos vamos.

              - ¿Daniela? - dijo el tal Carlo - vaya, no esperaba que hubiesen conservado el nombre.

              - Caballero, señor... Arcuri. Si es tan amable toque a la puerta y vaya hablando con mi marido. Tengo que llevar a mi hija a una fiesta, pero estaré aquí en diez minutos.

              - Sí señora, por supuesto. Nos vemos enseguida.

             - ¿Quién era ese hombre, mamá? .-  preguntó Daniela intrigada.

             - Asuntos de trabajo de tu padre, cariño. Nada serio, no te preocupes. ¿Nos vamos?

              Así que arrancó el coche y se pusieron en marcha hacia casa de Derek.

EL LEGADO DE DANIELA KINDELANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora