Prefacio

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Manhattan, New York.

2013.

-¡Hagan lo que sea pero háganlo ahora!- dijo molesto golpeando la mesa de la sala de conferencias.

-Sr. Bieber hacemos lo que podemos pero el plan B no funcionó y-

-No quiero excusas, quiero que actúen. Si Scooter se llega a enterar de esto, todos estamos despedidos.-estaba tenso.

-Sí, Sr. Bieber...-respondieron algunos.

-No me ayudan diciendo eso. -inspiró hondo y esperó a que hicieran algo- ¿Por qué siguen aquí? ¡Muévanse! -elevó los brazos frenéticamente, los productores se levantaron de golpe y desaparecieron por la puerta.

El hombre de traje se levantó, cruzó el pasillo con el ceño fruncido y pensando en cómo solucionar el problema.

Tomó el primer ascensor y bajó el enorme edificio hasta llegar al primer nivel.

El frio de Nueva York era intenso, se acomodó el cuello de su saco para apaciguar el frio, mezclándose entre la multitud que caminaba ajetreada. Nueva York era una de las ciudades más pobladas en los Estados Unidos y lo había confirmado nada más que al salir de su oficina. 

Cruzó la calle, directamente hacia el Starbucks que había a unas cuadras. 

Llevaba años trabajando en la industria musical, partiendo como solista acabó siendo uno de los mejores ídolos pop del momento, millones de discos vendidos, número uno en las listas, premios, giras, millones de fans, millones de Beliebers.

Pero después de tanto éxito siempre viene un declive.

Sus canciones no eran las mismas.

Dejaron de sonar en las radios.

Y las fans poco a poco fueron desapareciendo...

Ahora con 28 años pensaba que después de haber llevado una vida llena de altos y bajos quería equilibrio.

Mientras se colocaba en la fila para ordenar un café pensaba en cómo iba a solucionar el enorme problema que lo atormentaba.

La empresa disquera, para la cual había estado trabajando prácticamente toda su vida, además de reconocer su talento le había pedido que escribiera nuevas canciones para artistas emergentes. Lo hizo. Pero cometieron un error.

Las canciones se filtraron y la competencia las tomó como si fueran de ellos. Además de filtrarse, los derechos de autor no estaban reservados a nombre de nadie. No tenían pruebas de que fueran de Justin.

"Idiotas", pensaba Justin mientras avanzaba en la fila para comprar.

Todos en la empresa de Scooter Brown entraron en desesperación. Debían crear nuevas canciones, no podían demandar a la disquera que las había robado porque no había pruebas concretas para decir que eran suyas.

No podía pensar con claridad, se sentía frustrado. Y Scooter no podía enterarse sino, era probable que varios quedaran sin trabajo.

"¿Pero cómo se supone que escriba canciones en tan poco tiempo?"

-¿Señor que desea ordenar?-el joven detrás de la caja interrumpió sus pensamientos.

Justin pestañó y dirigió su mirada hasta él.

-Un café de grano grande.-dijo serio mientras buscaba su billetera para pagar. El chico detrás de la caja, que en su pecho traía una etiqueta con el nombre Eric, asintió y desapareció tras las maquinas de café. 

-Son 9 dólares con 65. -dijo otro chico en la caja de al lado.

Justin lo miró de reojo mientras esperaba su comprobante de pago y su café. 

SumandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora