Cada vez era más común oír noticias y chismes sobre la policía y sus búsquedas, sólo yo, y posiblemente mi abuela, sabíamos que tenía que ver con Kevin.
Eran las 7:00 am y aun en mi habitación alcanzaba a oír el televisor encendido y la odiosa voz del reportero diciendo que "los ciudadanos reporten cualquier actividad extraña, es sólo un protocolo de seguridad" bla, bla, bla.
Fui al cuarto de Kevin para ver qué hacía.
- Kevin - dije casi inaudible.
- Hola.
- ¿Qué haces?
- Nada...
- Eres experto en conversaciones aburridas del planeta Tierra.
- ¿Eh?
- Olvídalo. ¿Estás bien?
- Sí...
- ¿Quieres hacer algo?
- No, gracias.
Un silencio irrumpió en el cuarto. El ambiente estaba tenso, y Kevin actuaba así de incómodo.
- ¿Es por todo esto de tu padre?
- Sí... Es complicado.
- Sabes que trataré de ayudarte en lo que pueda, lo sabes, ¿verdad?
- Gracias. No hay nada que hacer.
- Ok.
Estaba molesta, a decir verdad, irritada, por la actitud que tenía. Sabía que no era su culpa pero quería una explicación, tal vez no la merecía pero quería saber qué pasaba, qué era todo este asunto.
Bajé a comer y la abuela hizo un pastel, por primera vez, no lo disfruté lo suficiente.
Dos horas más tarde subí a mi cuarto, me recosté, me puse mis audífonos y recorrí toda mi galería de música hasta por fin encontrar algo de The Fray.
Me quedé dormida y anocheció.
Entreabrí los ojos y me pareció ver una silueta.
- ¿Kev?
- Hola, ¿estás dormida?
- No, ¿cómo crees?
Aun en la oscuridad podía percibir que sus labios formaban una sonrisa.
- Lamento lo de hace rato.
- No hay problema, sólo que quiero saber de qué se trata todo esto, para eso somos amigos.
- Es que...
- ¿Qué? Vamos, ya dilo.
- Tal vez me tenga que ir.
- Bueno, está bien si no te sientes muy cómodo, te puedo ayudar a conseguir un lugar o...
- No. De aquí. A Vaner.
- ¿Qué? ¿Por qué?
- Mi padre.
Sentía que una tristeza inmensa me invadía. Mis ojos se nublaron y agradecía a la noche por no dejar ver eso.
- June, lo siento.
No contesté. Y tampoco me pude contener. Kevin me abrazó y me sentí más en confianza.
- Kev, no quiero que te vayas, este tiempo me he divertido tanto, y...
- ¿Kev? ¿Desde cuándo me has bautizado así?
- Perdóneme señor Kevin, no lo volveré a llamar así nunca más – dije supuestamente molesta.
Pero en el fondo, a pesar de que se fuera, no podría olvidar esos momentos tan divertidos con él.