Prólogo

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Escucho mis latidos, como me bombea la sangre, el viento en mi cara, el crujir de las ramas del suelo y sólo pienso en llegar al acantilado. -Me quito los tacones, me despojo del vestido. -Por fin he llegado me asomo, veo el agua tan cristalina, tan pura. Y pienso en lo fácil que será esto, lanzarme, olvidar todo y descansar en paz para siempre de esta horrible tortura de la cual me han hecho pasar durante tanto tiempo todo por culpa de la avaricia de algunas personas, son ellas las que lo destruyen todo.
- ¡Espera!¡No te lances¡ -dice el tan preocupado suplicándole que no lo haga pero ya es demasiado tarde.
-¡Te encontraré me has oído vayas a donde vayas lo haré, no puedes huir de mi! ¡NUNCA!

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