Capítulo 4

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Todo esta oscuro, no veo nada, no hay nadie, estoy sola. Veo una luz, es una luz cegadora, cálida y familiar, ya la había visto antes pero ¿donde? Dios estoy aquí otra vez huyendo, pero sigo sin saber de que, no hay nada, estoy desnuda y no hay nadie. Camino hacia la luz, pero esta muy lejos, hace frío, mucho frío.
Oigo unos pasos detrás de mi, me giro y no hay nadie, los pasos cesan, esto vuelve a repetirse, otra vez. Estoy caminando hacia la luz cuando vuelvo a oír esos pasos.
Intento hablar pero no tengo voz, intento gritar, pedir ayuda, pero no tengo voz.
Empiezo a correr, huyo de él, me esta siguiendo, me acecha como mi verdugo, camina lentamente, con elegancia y paso firme.
Estoy harta de correr, paro y me doy la vuelta, es oscuro, son un montón de sombras que rodean la figura de un ser humano pero no hay rastro de humanidad en ese ser, sólo oscuridad. Corre hacia mi y yo huyó de el, me doy prisa, pero me esta alcanzando, me pisa los talones, tropiezo y caigo al suelo, me rajó las manos con los cristales la sangre cae al suelo, es mucha. ¿Desde cuando había cristales en el suelo? Estoy sangrando la piel me arde, la adrenalina fluye en mis venas, el pulsos de mi corazón se están acelerando, oigo mi respiración entrecortada, mezclarse con la suya. Me levanto del suelo, pero ya es demasiado tarde, me ha agarrado de un tobillo y después del otro, sus manos arden, es como el fuego, nunca he sentido el fuego, no he podido siempre lo absorbía y es algo doloroso pero liberador, el sentir esa sensación por fin cuando era yo la que la provocaba y la gente sufría, esto para mi es como una condena, un castigo o penitencia.
Esta subiendo por mis piernas, llega a la parte posterior de mis rodillas, sigue subiendo y llega a mis muslos, siempre pienso que va a abusar de mi y no es así, nunca llega a tocarme de ese modo, lo hace de uno peor haciendo daño, torturando y arañando. Me coge de los muslos y clava las uñas, agarra con fuerza y yo intento liberarme, grito desesperada, pero no se me oye, araño el suelo con las manos y el me rasga la piel, la hace jirones como si fuera un trapo, simplemente tela que puede utilizar a su antojo.
Se sube a horcajadas encima de mi espalda y me la araña, me arranca la piel y yo lloró desconsolada, no puedo hacer nada excepto resignarme y esperar a que esta tortura pare.

-Huye de mi -Es lo único que dice, lo repite una y otra vez todos los días, todas las noches y en todos los sueños.

Y esa misma luz tan maravillosa, cegadora, pura la cual anhelo tanto conseguir, me salva, me arrastra y arranca de esta oscuridad que lo único que hace es destrozar y aniquilar.

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