Inmortal

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¿En dónde estoy? ¿Qué fue lo que me sucedió? Esas dos preguntas daban vueltas en mi cabeza, cuando desperté. Poco a poco comencé a levantar mi torso y  empecé a recordar los sucesos que había vivido hace unas horas, y sabía que solo habían pasado unas horas porque aún era de noche. De mi lado izquierdo una roca estaba empapada de sangre, pero en mi cabeza, donde recordaba haber sentido el golpe no había herida o cicatriz alguna.
Me sentía diferente, incluso me veía a mí mismo diferente, mis brazos ya no eran tan esqueléticos, y aunque seguían conservando su color canela, estaban pálidos, pero no pálidos de enfermedad, si no un pálido que hacía que se vieran realmente bien, habían aumentado notoriamente de tamaño, empecé a tocar mi brazo derecho e increíblemente había músculo. Mis jeans oscuros ya no estaban tan holgados como recordaba, podría decir que me quedaban ajustados, mi abdomen que antes parecía de embarazó mágicamente había desaparecido, toqué con mi mano derecha desde mi pecho hasta llegar al ombligo, y parecía como si me hubiera ejercitado desde hace años, cosa que jamás en mi vida, me daba pereza tan solo mover un dedo, me asusté y levante mi playera negra para comprobar lo que mis manos habían sentido, y efectivamente, tenía un abdomen trabajado. Toqué mi cara con ambas manos, ninguna marca del acné que padecía, estaba presente, mi piel era totalmente lisa.
Era tan extraño, pensaba que quizá seguía soñando, pero no, era real,  cien por ciento real. Me levanté con mucha facilidad, con mucha agilidad y de alguna extraña manera con velocidad, ya no sentía dolor, más que en mis encías superiores, pero creía que sería por el golpe, aunque era el único signo de dolor que podía percibir, inmediatamente revisé si tenía alguna marca de los filosos colmillos que habían sido clavados en mi cuello tiempo atrás, pero no había nada, solo piel lisa y suave.
Empecé a caminar de nuevo entre los árboles, miraba hacia cualquier lado y solo veía más árboles, pero ya no había oscuridad, alcanzaba a ver perfectamente cualquier cosa que estuviera cerca o lejos de mi, como si caminara de día, lo único que me revelaba que seguía la noche, era esa luna brillante, también escuchaba todo con claridad, desde los grillos, las lechuzas, incluso algunos pasos de animales pequeños.
Seguí caminando, y caminando por lo que parece haber sido una hora, hasta que escuché perfectamente a lo lejos, como caía el agua de la cascada de un río, y me dirigí hacia la dirección de donde provenía ese sonido. Caminé demasiado, lo que me sorprendió, ya que escuchaba muy cerca el río, cada vez más cerca, pero caminé por al rededor de media hora, hasta que llegué al río, el ruido del agua cayendo era demasiado fuerte, e incluso ya no escucha los ruidos de animales o del viento, solo el estruendoso sonido del río, caminé por la orilla del río, hasta llegar a una parte donde el agua estaba tranquila, se veía el reflejo de la luna sobre el agua. Decidí asomar mi cabeza para mirar mi reflejo en el agua... Y la sorpresa que me llevé, fue el ver mis ojos de un rojo carmesí, del mismo tono que el vampiro, al que me había enfrentado horas antes, me asusté y retrocedí rápidamente, demasiado rápido diría yo... estaba confundido, sorprendido y alterado. No podía pasarme esto a mi, no podía ser un vampiro, pero ya era demasiado tarde, mi sueño de infancia se había vuelto realidad, yo ya era un inmortal, bueno algo así...
Mientras pensaba en todo por lo que tendría que pasar en mi vida, qué le diría a mis padres, qué le diría a Camila, cuando estuviéramos en un momento romántico y yo quisiera morderle el cuello, si se lo contaría a Emily o no. Mientras estaba distraído en todo eso, un olor realmente exquisito llego a mi nariz, no podría comparar el olor, ya que nada se le parecía, pero olía delicioso, empecé a sentir algo extraño en mi rostro, pero no le tome importancia, sin pensarlo, inconscientemente, salí corriendo hacia dónde el olor me atraía, pero no estaba corriendo normal, estaba corriendo a una velocidad impresionante, sabía perfectamente hacia dónde correr, en donde pisar, sin chocar con nada a pesar de lo rápido que estaba corriendo, no podía detenerme, o quizá no quería, sentía un ardor en mi garganta, como si tuviera sed, pero una sed excesiva, como si algo estuviera quemando mi garganta, mis encías me dolían más que antes, y yo seguía corriendo.
Llegué hasta una especie de montaña de rocas, era realmente grande, frené, y sin pensarlo salté lo más alto que pude, y vaya que fue alto, en tan solo un salto, había llegado hasta una roca que se salía de la montaña, y escale como si estuviera haciendo rappel, pero con mucha facilidad y sin ninguna protección, pero no sentía miedo, solo la necesidad de llegar hasta donde emanaba el delicioso olor.
Llegué a la cima de la montaña y aunque lejos, vi claramente a un hombre que seguramente estaba acampando en ese lugar, y recuerdo que logré ver cómo su brazo sangraba, quizá se había cortado con una navaja o con alguna piedra filosa, no me importó en ese momento, solo me disponía a correr, hacia él. De nuevo sentía algo extraño en mi rostro, en los párpados inferiores de mis ojos.
Cuando ya estaba listo para correr, algo me detuvo, sentí un terrible dolor de cabeza, como si muchas agujas estuvieran atacando a mi cerebro, era insoportable, con ambas manos me sujeté la cabeza, y del dolor me dejé caer poco a poco al suelo. Volteé rápidamente hacia mi lado derecho, y frente a mí estaba una chica, muy hermosa, cabello castaño, ojos grandes y color miel, delgada, con un hermoso cuerpo, tenía las manos levantadas con los dedos un tanto separados apuntando hacia a mí, diciendo unas extrañas palabras que escuche con claridad pero que no entendía, estaban en otro idioma, era latín, lo supe por algunas palabras que logré identificar, pero que no sabía su significado, gracias a mi clase de Etimologías de mi segundo año de preparatoria.
-Neurons eorum morientur -pronunciaba la chica de no más de 16 años.
Se acercó rápidamente a mi, sin dejar de pronunciar esas palabras una y otra vez. Cuando estaba ya lo suficientemente cerca de mi, saco de la bolsa de su pantalón rosa, lo que parecía ser una navaja, la alzó y ya no me señalaba con sus manos, paró de decir las palabras en latín, y con la navaja cortó su muñeca izquierda de la cual salió ese perfecto líquido rojo, y fue cuando descubrí que el olor tan delicioso provenía de la sangre, acercó su brazo como lo había hecho Leonardo antes y empecé a absorber su sangre, el sabor era cien veces mejor que cuando bebí la sangre del vampiro, mi rostro una vez más se sentía extraño, la miraba a los ojos mientras bebía de ella y me miraba con odio, con compasión y tristeza al mismo tiempo.
Por un momento paré de absorber y sentí como algo brotaba de mis encías, como si algo creciera dentro de mi boca, y junto a eso el dolor también crecía, hasta que ese dolor se detuvo y seguí bebiendo. Después de un par de minutos, la chica me arrebató su brazo, aunque quería atacarla para seguir bebiendo, algo dentro de mi, me detuvo, y lo único que se me ocurrió fue volverla a mirar a los ojos y decirle:
-Gracias.

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