El comienzo.

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No había pasado mucho tiempo desde que el abuelo Roma había desaparecido y España había tomado en su cuidado a Romano, España no podía cuidar a Italia, era un poco complicado para él, no porque Italia fuera un mal niño, para nada, Italia era un amor de chiquillo, sino que la situación económica en au casa no era la mejor, así que España dejó a Italia en manos de Austria.
Austria a diferencia de España era más restringido, había prohibido la pasta sabiendo que a Italia le encantaba, trataba a Italia como un sirviente o sirvienta, según Austria, pues él no sabía que Italia era un pequeño niño ya que Hungría le había empezado a vestir con lindos y coloridos vestidos.

Como todas las mañanas, Chibitalia se levantaba con ayuda de la "señorita" Hungría, sabía bien sus deberes; Ir por agua, barrer toda la casa, lavar trastos, tender mantas y ropa mojada, y cualquier otra cosa que a Austria se le pudiera ocurrir de momento si era que no estaba enojado.

El pequeño Italia siguió por orden de lista los deberes y como primera orden tenía que acarrear cubetas de madera llenas de agua.
El pozo no estaba tan lejos pero el peso de las cubetas le hacían detenerse en varias ocasiones para recuperar fuerzas y continuar su camino. En uno de esos momentos en el que se detuvo miró a los lados pues había escuchado un pequeño crujir entre los árboles, tomó nuevamente las cubetas y continuó caminando un poco más acelerado, sin embargo, volteó el rostro y observó una silueta negra asomarse un poco entre los árboles entonces en se momento tropezó y las cubetas se cayeron junto con él, el agua se tiró a por completo pero Chibitalia salió corriendo a casa de Austria.

-¡Señorita Hungría! ¡señorita Hungría!. - Dijo mientras mantenía pequeñas lágrimas en los ojos, se había raspado un poco pero le preocupaba más lo que Austria podría decir si veía que no había traído agua y para colmo había abandonado las cubetas en medio del bosque.

- ¿Qué sucede, Italia? ¿Por qué tienes tierra en tu mantel?. - Dijo la joven Hungría mientras se hincaba frente a Chibitalia para estar a su altura.

- Hay...Hay un moustro en el bosque... y... y dejé las cubetas ahí ¡perdóneme! No fue mi intención. - Lo último lo dijo con un tono de voz musita, llevó ambas manos sobre su mantelito blanco que llevaba puesto, apretó un poco dicha tela y bajó la mirada.

- Uh...Ya veo...Ven, vamos por las cubetas, ahora yo te ayudaré a traerlas, así ningún "moustro" te volverá a asustar.

Chibitalia asintió varias veces, dejó de apretar su mantelito blanco y se llevó el antebrazo sobre los ojos para secar las pocas lágrimas que tenía.
Al salir de la casa de Austria no muy lejos encontraron el par de cubetas llenas de agua, obviamente alguien las había llenado y llevado hasta el pie del bosque.

- Oh, mira, que sorpresa, al parecer alguien más te vio y decidió ayudarte ¿no es bueno eso, Italia?. - Hungría juntó sus propias manos y ladeó la cabeza mientras mantenía una leve sonrisa.

-¿uh?... - No podía creerlo, alguien le había ayudado y no tenía idea de quien había sido. Se acercó a las cubetas y tomó una con ambas manos para llevarsela, estaba sonriendo, ya no estaba preocupado por lo que Austria pudiera decirle, y estaba seguro que en cuanto supiera quien había sido esa persona le daría las gracias.

Una vez de regreso a casa de Austria, Austria estaba de regreso, y había traído con sigo a alguien más.

-Hungría, Italia, quisiera presentarles a SIR [Sacro Imperio Romano -Germánico-].- Dijo Austria mientras se hacía hacia tras mostrando al pequeño imperio para que le conocieran.

- Hola, mucho gusto. - Se acercó principalmente a Hungría a quien le estiró la mano derecha para que la estrechara.

- ¡Ah! ¡Mucho gusto!... - Intentaba no hacer ningún tipo de comentario sobre el pequeño tamaño que tenía el imperio y simplemente se dispuso a estrechar la mano derecha de SIR.

Después de haberse presentado con Hungría, Chibitalia se acercó por su cuenta, estiró de igual manera su mano derecha y sonrió ampliamente.

-¡Ciao! ¡Mi nombre es Italia!. - Le emocionaba la idea de conocer a nuevas "personas".

- Italia... - repitió aquel nombre y sin darse cuenta un leve sonrojo se hizo presente en sus mejillas, estaba tan concentrado mirando cada facción de la "chica" que no se dio cuenta que estaba esperando que respondiera a su saludo hasta que miró hacia bajo, movió la cabeza de lado a lado, tomó ambas manos ajenas y las apretó un poco. - ¡M-mucho gusto!... Italia.

Sentía que las manos de Italia eran suaves, estaba tan encantado a primera vista que inclusive se quería negar a soltar la mano ajena. Pero llegó el momento en que Austria se acercó y separó a ambos.

- Bien, ya se conocieron, ahora, Italia vuelve a tus deberes. - señaló hacia la puerta para que saliera.

- Ah... Uh... - Asintió y sin decir nada más salió de la casa a continuar con sus deberes.

- Es tan linda... - SIR musitó y se acercó a la puerta a contemplar como poco a poco se iba alejando la pequeña Italia para continuar sus deberes. SIR quería ahora saber más de ella, no le bastó verle de repente en el bosque aunque se había sentido mal al asustarle y ahora que sabía su nombre quería convencerle para que estuviera con él pues sentía cosas qur nunca había sentido.

Mi Primer Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora