Capítulo 1

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Era una madrugada fría en Baker Street, y yo no había podido conciliar el sueño debido a la constante preocupación por mi amigo, Sherlock, a quien no había visto desde la tarde del día anterior.

Ya estaba acostumbrado a sus idas y venidas a las habitaciones, pues muchos de los casos que investigaba las ameritaban. Sin embargo, normalmente me avisaba y me sugería que no lo esperara- aunque tengo que admitir que soy algo terco, y aun así me desvelo creyendo que podré recibirlo cuando llegue- pero esta vez era distinta: Sherlock no me había hecho conocedor de su posible ausencia.

A pesar de haberle enviado numerosos mensajes de texto, no contestaba ninguno, y las llamadas se iban a buzón. Estaba a punto de rendirme, cuando escuché pasos en las escaleras y la puerta se abrió lentamente- probablemente para no hacer ruido, aunque esta rechinaba un poco- y lo vi.

Ahí estaba, con una expresión cansina en el rostro y su piel completamente pálida. Sus ojos estaban rojos, y pude notar lágrimas recorriendo sus mejillas.

Ambos nos miramos por un momento inexpresivamente. Verlo así me había quitado el aliento, y necesitaba unos momentos para procesarlo.

-¡Sherlock!- exclamé, cuando por fin pude reaccionar. Me acerqué a él, le quité el saco de encima y lo puse en el perchero rápidamente. Luego me volví hacia él- ¿Estas bien? ¿Estas herido?- pregunte, intranquilo.

Sherlock suspiró.

-Estoy bien, John- respondió con firmeza, pero sus ojos me decían  otra cosa.

-¿A dónde fuiste? ¿Por qué tardaste tanto?- le interrogué

-Con Mycroft

-¿Un caso?

-No, no es nada. No tienes por qué preocuparte- Sherlock me dio la espalda . Yo lo tomé del hombro e hice que se volviera hacia mí.

-Sé que no soy tan observador como tú- le dije-pero hay muchas cosas de las que me doy cuenta, y sé que me estas mintiendo. Algo está pasando, y no quieres admitirlo.

-Ah, ¿y de dónde procede tan grandiosa deducción, doctor?- me contestó con sarcasmo. Ya se escuchaba molesto por mi insistencia.

-Estas llorando- objeté

Sherlock me miró fijamente, incrédulo. Cerró sus ojos y pasó su mano por sus humedecidos parpados. Luego observó sus dedos mojados por gotitas de agua, y las analizó como si se tratara de una sustancia desconocida.

Esto era el colmo. ¿Cómo era posible que no reconociera sus propias lágrimas?

-Mi diagnóstico es que eres humano, y tienes sentimientos. El tratamiento más adecuado es hablar sobre ellos- le sugerí.

Sherlock no dijo nada, pero me dirigió una mirada suspicaz.

-No es de tu incumbencia, John. Y si en verdad quieres ayudarme, déjame solo.- Sherlock se dirigió a su habitación. Yo hice lo mismo.

La actitud de Sherlock era agresiva, y me sentí desilusionado por no arreglar las cosas mediante una charla. Él es mi mejor amigo, y aunque a veces creo que lo conozco perfectamente bien, no tengo dudas de que su mente sigue siendo un misterio para mí, por ello cada vez que percibo la oportunidad para hablar sobre asuntos más profundos que el estudio de sus métodos de observación y deducción, soy muy persistente. No puedo evitar sentir una inmensa curiosidad por el hombre detrás de los relatos que escribo y público en mi blog. Porque sé que hay algo más, porque en verdad creo que es muy humano, a pesar de lo que todos me digan. Incluso, tal vez, puede que haya amado o que ame a alguien, por más imposible que suene.

Con estos pensamientos en mente, me acosté, un poco más tranquilo que antes, pues Sherlock ya había llegado.

Empecé a temblar, y, maldiciendo al frío, apagué la lámpara que se encontraba sobre el buró ubicado a lado de la cama.

El secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora