Capítulo 6

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Pasé mi lengua por mis labios con nerviosismo y esperé una respuesta.

Sherlock sonrió ligeramente, pero luego su mirada se perdió, y su sonrisa desapareció con un suspiro melancólico.

Coloqué mi mano sobre la de Sherlock. Se sentía fría.

-Si alguien llega a saber esto, intentarían llegar a mi mediante a ti. Si descubren lo que significas para mi... conocerían mi punto débil. No soportaría estar en la sala de espera de un hospital, y saber que estás ahí por culpa mía. - dijo.

Asentí.

-Lo entiendo. Pero hay riesgos que valen la pena... y tu compañía es uno de ellos. - respondí. - Sé cuidarme solo... a veces siento que olvidas que fui médico militar.

-No, no lo olvido. Pero también sé que adoras la jalea y tienes la estatura de un hobbit... abre los ojos, John, eres una presa fácil.

-Bueno... si yo soy un hobbit para ti; Anderson seguro es Sméagol.

Empezamos a reír. No fue un error enseñarle la televisión y ver aquel maratón de películas, después de todo.

Pasado un rato, Sherlock recuperó el aliento y la seriedad.

-Mi punto es que esto...- hizo un circulo imaginario con su mano alrededor de nosotros-... debe ser confidencial.

Perdí todo rastro de diversión en mi rostro.

-Un secreto- susurré.

-Exacto.

"Tal vez eso es lo mejor para los dos"- pensé. Aunque me decepcioné un poco, pues esta escena había pasado por mi mente constantemente, donde creaba situaciones hipotéticas e imaginaba que todo sería completamente distinto. La verdad, es que esperaba que, al llegar a este punto, mi relación con Sherlock se volviera más íntima que nunca.

Sentí como la mano de Sherlock se apartaba de la mía.

-Luces decepcionado...-mencionó.

-No tiene sentido mentirle al mejor detective del mundo... así que sí, lo admito, lo estoy.

-Lamento escuchar eso- me dijo, cabizbajo. Pareció reflexionar unos segundos, apartó su mirada de mí y volvió a verme de reojo. De repente, alzó mi mentón con su mano, acercó mi rostro hacia el de él, y sus labios se juntaron con los míos. Todo fue tan rápido, y repentino, que no pude evitar sobresaltarme.

-Aunque Lestrade, Molly, o la mismísima señora Hudson no puedan saberlo- susurró a mi oído- no hace que esto sea menos real. Y si necesito demostrártelo de esta manera absurda, lo haré.

No hay palabras que pueda usar para describir la mezcla de asombro y euforia que sentí. "Sherlock", "beso", "amor" y "yo", no eran conceptos que sentía remotamente relacionados. Hasta ese día.

-No.... el beso no es algo absurdo... es estupendo. - dije

-La comida se enfría- Sherlock formó una media sonrisa y se levantó de la cama con tranquilidad. Salió de la habitación como si nada hubiera ocurrido.

Yo me quedé sentado ahí, sonriendo como un tonto.

Los días pasaron ... Y, aparentemente, nada entre Sherlock y yo había cambiado. Yo seguía teniendo citas, Sherlock seguía siendo igual de frío con la gente, abríamos y cerrábamos casos, yo iba a dar consulta, él hacía experimentos con los cuerpos de la morgue, yo escribía en mi blog sobre nuestras aventuras, él tocaba el violín y luchaba contra el aburrimiento.

Pero sólo las habitaciones de Baker Street son testigos de lo que en realidad había entre nosotros. Algo más que una cercana amistad... un romance furtivo.

Es por eso que cada vez que se presenta el tema de una posible relación romántica entre él y yo, la niego rotundamente. Sherlock me ha mencionado un par de veces que exagero demasiado cuando lo hago y sobreactúo, pero yo creo que es necesario.

Es nuestra promesa, y he jurado que no la romperé, necesito que me tomen en serio si no quiero generar ninguna sospecha. Pero de todas las personas, creo que la señora Hudson es quién más ha insistido, tal vez sea intuición, no lo sé.

Sherlock, gracias a su impasible actitud, y las sospechas absurdas de que es más una máquina que un humano; no ha levantado conjeturas tampoco.

El mundo entero puede creer lo que quiera, sin estar completamente seguros. Y nosotros podemos negarlo tanto como queramos. Porque, en el fondo, sabemos la verdad. Y guardamos el secreto.

El secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora