Abrazos de oso - Mikayuu (Oneshot)

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Anime: Owari no Seraph/Seraph Of The End (Historia por Takaya Kagami/Ilustrado por Yamato Yamamoto)

Pareja: Mikaela x Yuichiro

Nota: Un pequeño oneshot inspirado en las múltiples insinuaciones al oso de peluche en los póster o imágenes oficiales del fanbook. No sabría decir si puede tener alguna continuación (me gusta tal cual quedó) por lo que por ahora doy por concluido esto como oneshot. Espero de corazón que les agrade y doy las gracias a Ylem por la portada <3 te quedo maravillosa.

Atte. Shiro.

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La noche apenas daba inicio. Eso al menos podía calcular al ver las agujas del reloj inclinadas hacia el número ocho en la pared. Este era negro y con detalles góticos, destacando en el papel tapiz de un pulcro color blanco que tenían los cuatro muros que lo rodeaban. Siempre se preguntó de que les servía conocer la hora ¿Qué propósito tenía el paso del tiempo en ellos? Difícilmente dormían, sus horas de comida no existían y tampoco es como si sus cuerpos maduraran con los años. Sanguinem era una trampa que no te dejaba avanzar, una en la cual él había quedado enganchado hace ya cuatro años.

Pobre rata que se creyó astuta. Pobre humano codicioso.

Y aun reacio a dejarse consumir en su nueva naturaleza, llevaba todos esos años ignorando esa quemazón en su garganta, esa desesperación que atacaba sus sentidos, aquel instinto animal que como ponzoña comenzaba a destruir su cerebro. La sed de sangre crecía en su paladar, haciéndole la vida diaria imposible. Pero debía ser fuerte, al menos para verle una vez más, solo una bastaba. O eso había creído.

Logró verlo. Pudo escuchar su voz. Nuevamente su nombre salió de esos labios y aquellos ojos, que con el paso del tiempo se habían mantenido intactos en su memoria, se veían más hermosos y brillantes que nunca ¿Cómo no desear más? ¿Cómo no añorar otro encuentro?

La noche apenas daba inicio, pero eso en Sanguinem no importaba. La luna no se veía en ese techo de roca apenas iluminado, y la cama en la cual se mantenía sentado no sería ocupada para esconder sus más insospechados sueños. Sus manos agrietaban la tela que vestía, tan blanca como las paredes, las sabanas y el piso de brillante azulejo. Su respiración era visible, dejando escapar dolorosos quejidos mientras una lágrima surcaba fugitiva su nariz, hasta caer en su rodilla. Se quedó quieto, observando como la gota salada desaparecía gradualmente, quedando una simple marca en el cuero negro de su bota. No lloraba desde hace cuatro años. Lo ve una vez y todo muro construido cayó de una vez.

- Él me hace humano... - susurró con una sonrisa, pero el pasar de las palabras por su garganta le provocó un fuerte ardor en la tráquea. La tos compulsiva le obligó a poner una mano sobre su boca, la cual dejo ahí por varios minutos, con la función de disminuir el ruido de sus gimoteos.

Podía hacerle más humano, pero a la vez había encendido aún más sus instintos, los que había ocultado tras esa mirada de hielo.

Pasaron varios minutos antes de que la crisis se detuviera. Al fin tranquilo, se dejó caer entre las sabanas desordenadas por su anterior estado. Despejó su rostro del cabello rubio que lo cubría, reteniendo el flequillo rebelde con sus manos aun cubiertas por los guantes. Odiaba tocar las hebras rubias sin ellos, porque aquel suave tacto solo era una muestra más de su nuevo cuerpo, el cual no necesitaba cuidado alguno. Que ridículo. Extrañaba tener que estar pendiente de algo tan mísero como la higiene. Una risa amarga salió de sus labios. Comenzaba a deprimirse.

"Si te tuviera aquí ¿Qué dirías? ¿Huirías de mí? ¿Te sentarías a mi lado, esperando que yo te contara mis penas y miedos?" pensó. Creyó escuchar la voz del moreno, preocupado, preguntándole sobre su estado con ese tono irritado que siempre usaba.

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