Perra.

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Kevin caminaba por el pasillo de la secundaria tratando de localizar a su novia, su nombre era Layce. Era algo duro ser su novio ya que todos la llamaban perra.

Para Lacey la popularidad lo era todo, tuvo que hacer muchas cosas para lograr su meta, una de esas cosas fue acostarse con incontables muchachos o tal vez fingir hacerlo, a Kevin le dolía que le recordaran aquello. Para Lacey también era duro ser novia de Kevin porque de todas formas la llamaban perra.

Kevin ese día no sabía que Lacey no asistiría al colegio, Kevin tampoco sabía que la pelea que habían tenido el día anterior había iba a ser la última vez que iban a hablar. Y que esa palabra esa insignificante palabra que puede ser perra, escupida en los labios de Kevin había sido la gota que colmó el vaso.

A cada minuto el nerviosismo de Kevin aumentaba. ¡¿Dónde diablos estaba su novia!? Le había comprado unos chocolates que él sabía que ella amaba y había preparado su disculpa. ¿Es que tanto había afectado esa pelea?

No era la pelea lo que le había afectado, era que la única persona en que confiaba la había defraudado. No era quien había empezado aquellos rumores, eran quienes habían empezado a creerlos, aunque Lacey también había empezado a creerlos.

Lacey creía que era una perra. Lacey se sentía sucia. Lacey no había hecho nada. Lacey lloraba.

Los minutos pasaban, Kevin no encontraba a su novia, ella no atendía su celular.

Los minutos pasaban y Lacey se sentía más desbastada, el frasco de píldoras que utilizaba su madre para dormir—o para olvidarse de la existencia de su hija, como decía Lacey— apareció en el baño.

Agarró el pequeño frasco, destapó lentamente y vio directamente las pastillas. ¡No! ¡Ella era más fuerte que eso! Al menos eso intentaba pensar. Dejó el frasco debajo de su almohada y volvió a mirarse en el espejo. ¿En qué monstruo se había convertido?

Los minutos pasaban y Kevin se desesperaba.

Los minutos pasaban y Lacey lloraba.

Lacey pensó en Kevin y en todas las burlas que le decían por ella. Levantó la mirada y se dio vuelta para mirar hacía su cama.O más bien, a su almohada.

El pobre Kevin sufría mucho por su culpa, su madre sufría por su culpa, las chicas de baja autoestima—como ella—sufrían por su culpa, ¡Todos sufrían por ella! ¿Para qué vivir, si lo único que hacía era daño?

El tiempo corría, Lacey no estaba en el instituto, Kevin acababa de confirmarlo cuando no la vio en clase.

Las horas pasaron y Kevin fue hasta la casa de Lacey.

Las horas pasaron y Lacey ya no estaba ahí, ni en ningún lugar.

Los días pasaron, Kevin estaba deprimido.

Los días pasaron, el instituto seguía en silencio.

Los días pasaron, y Lacey seguía sin estar en ningún lado.

Nota de autoras: 

Comenten de qué quieren que sea la próxima historia.

-Ro y Ona.

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