Me sonreíste pero comenzaste a caminar lejos de mi.
No tardaste en encender otro cigarro y en esquivar a la gente.
Comencé a perseguirte, pero eras rápida y me confundias.
De pronto te había perdido y me sentí tan desilusionado.
Entonces tocaste mi mejilla con tu dedo, justo en mi hoyuelo y saliste corriendo.