Cuando eres adolescente crees haber encontrado al amor de tu vida, ese con quien aprendes a besar, aprendes a querer, a valorar, a reír, a llorar, aprendes a amar, aprendes tantas cosas, pero lo malo es cuando tienes que aprender a olvidar. Todo iba bien y de pronto por una u otra razón estas ahí sentimentalment e destrozado, tienes quince y ya conoces el dolor, la decepción, la desilusión. Lo que creíste que iba a ser la mejor etapa de tu vida se convierte en un tormento, a esa persona que quisiste, ahora crees odiarla. ¿Qué ha pasado? Las mariposas se volvieron un dolor continuo de estómago, las sonrisas se vuelven lágrimas y los mensajes de buenas noches se convierten en noches de insomnio. No estás solo, pero no ves a nadie contigo, a la única que quieres ahí, se ha ido, ya no está y no va a regresar, te aferraste a ella, a su olor y estas tan cegado de amor que no te das cuenta que de nada va a servir. Pasan los días, los meses, y ahora ya eres capaz de fingir una sonrisa, de hacer como si nada pasara, pero sabes que en cuanto estés solo los recuerdos van a bombardearte y vas a terminar derrotado, abrazando algo que aún tiene su olor, viendo la primera foto juntos que guardabas debajo de tu almohada, rota en dos por un arranque de rabia, y una cinta uniéndola, pero lastimosamente con una cinta no volverán a estar unidos los dos. Pasa el tiempo y has crecido, has querido de nuevo, pero sabes que nunca vas a querer a alguien como la quisiste a ella, has logrado ser feliz, pero cada fecha importante te recuerda a ella, te preguntas como hubiera sido si siguieran juntos, cuantos aniversarios habrían cumplido, cada detalle sigue en tu mente...