El ángel encadenado

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Sus manos se movían con lentitud por mi cuerpo, y yo hacía lo mismo con las mías, recorriéndole, tratando de aprender todo de él. Era curioso como había tenido miles y miles de hombres entre mis piernas, pero no había ninguno que me hiciera sentir así, como Eunhyuk lo hacía.
Sus labios dejaban besos en mi cuello, mandíbula y mejillas y yo cerraba los ojos para deleitarme con su toque. Sus manos se fijaron en mis caderas, apretándolas, y luego subieron rodeando la espalda, hasta que algo le impidió ir más allá: mis alas.
-¿Qué son? – Preguntó curioso como niño.
-Alas. – Dije melancólicamente.
Eunhyuk tocó a ciegas. Él no podía ver mis alas, nadie podía. Pero quería que lo hiciera, que las tocara. Sin darme cuenta empecé a hablar.
-Cuando era un ángel, tenía las alas más bonitas de entre todos mis hermanos. Estaba orgulloso de ellas, sin embargo, se nos pohibía presumir de algo que tuvieramos mucho mejor que los demás, por lo que siempre negaba cuando alguien las adulaba. Cuando fui enviado aquí a la tierra, con el paso del tiempo, fueron marchitándose, como las flores. Ahora no son más que ramas secas con una que otra pluma que aún se mantiene. Si tan solo las hubieras visto cuando estaban llenas de plumas... ¡ahhh! Eran tan hermosas.
-Puedo imaginarlas, pero dudo que mi imaginación haga frente a la verdadera belleza que una vez tuvieron. Aunque, ¿sabes? – Sus manos se movían por los restos de mis alas, tanteando. - por lo que puedo sentir, siguen siendo hermosas.
Miré al hombre que me decía tales palabras y una emoción desconocida surgió en mi pecho y se extendió como un abanico. – Gracias. –Dije antes de volver a besarlo.
Sus manos siguieron recorriendo mi cuerpo hasta llegar a mi miembro duro y goteante. Su puño se hizo con él y comenzó a acariciarlo con lentitud y luego con más fuerza, hasta que estuve muy cerca de alcanzar las estrellas.
-¿Debería dejar que llegues? – Preguntó burlonamente mientras dejaba ir su mano.
-¡Oh, sí, por favor! – Pedí. –Permíteme hacerlo. Por favor.
Su puño regresó y esta vez, no tuvo piedad. Me acarició hasta que me vacié en sus manos y grité con fuerza mi liberación. No esperó mucho, cuando siguió con las caricias, permitiéndome alcanzar una vez más el orgasmo, mucho más fuerte que el primero. Mi cuerpo tembló y vibró. En ese momento un pensamiento fugaz se presentó, ¿qué hubiera pasado si nunca hubiera descubierto este placer? Quizá viviría en la monitonía de paraíso. Y quizá no hubiera conocido a la primera persona que me daba un placer de esta magnitud, ninguno que hubera sentido antes, ninguno que disfrutara como lo hacía ahora.
Mi cuerpo se vació por completo y abrí los ojos, que sin darme cuenta y por la fueza de los orgasmos, había cerrado. Eunhyuk lamía mi placer de su puño y parecía que lo disfrutaba.
-Es delicioso, nunca había probado nada como esto.- Dijo. Su lengua se paseaba entre sus dedos, en busca de los restos, que eran saboreados tan pronto los encontraba. Cuando limpió su mano, me miró. - ¿Porqué sabes así?
-No lo sé. ¿A qué debo saber?, ¿no sabes tú de la misma forma?
-No. Yo tengo un sabor salado. La mayoría de los hombres lo tenemos. El tuyo, es un sabor delicisionamente dulce y embriagante, como si de un pastelillo se tratara, y justo al final cuando crees que una fiesta de sabores explotó en tu boca, se siente el calor de un buen licor bajando por la gargante. Es impresionante.
Lo miré anonadado. Nunca había probado a otro hombre. Y quería hacerlo.
-¿Puedo probarte? Pregunté, dirigiéndome a su mimbro erecto, viendo como unas gotas ya se escapaban de él.
-Me encantaría.- Dijo, tomando su erección, guiándola a mi boca. El primer toque de mi lengua con su sabor fue realmente impresionante; justo como había dicho, su sabor era algo salado, pero lo dulzura de su piel lo contrarrestaba, haciéndo de él un sabor magnífico.
Más, necesitaba más.
Con poco trabajo, metí su dureza por completo en mi boca, deleitándome al sentir como esta crecía aun más y se calentaba. Bastaron muy pocos movimientos de mi cabeza, para que Eunhyuk gritara y se vaciara en mi boca, dejándome tener más de ese sabor.
Cuando su cuerpo dejó de temblar, su miembro flácido resbaló de entre mis labios.
-Tengo que recuperarme.- Dijo.- ¿Aun quieres que tu y yo...?
No terminó la pregunta, pero supe a que se refería.
-Sí. Aún te quiero. Esperaré.
Eunhyuk sonrió y se acercó para besarme, de una forma un tanto extraña. Su lengua lamió mis labios e hizo presión para que yo abriera la boca. El contacto fue extraño. Nunca antes nadie había metido su lengua en mi boca, acariciando todo lo que encontraba a su paso. Pero me gustó. Nuestras lenguas llegaron a un acuerdo después de luchar entre ellas, estableciendo un ritmo, moviéndose en sincronía. Era agonizante, y delicioso.
Eunhyuk se separó de mí, respirando con pesadez.
-Woow. Nunca había besado a nadie así. Eres bueno besando.
-Gracias, yo tampoco había sido besado así.
Él me miro.
-¿Bromeas? Besas como si hubieras tenido toda la práctica del mundo.
-No bromeo. Eres el primero que mete su lengua en mí. Todos los otros se limitaban a lamerme los labios y pegarlos. No más. Muchos ni siquiera besaban.
Eunhyuk me miró desconcertado. – Donghae, ¿puedo hacerte una pregunta?
-Claro. –Dije, mientras mi vista se enfocaba en su pezón izquierdo y llevaba la mano a él para acariciarlo y apretarlo. Eunhyuk gimió y por el rabillo del ojo, vi como su miembro volvía a la vida. Seguí aprentado el pezón en espera a que hablara.
-¿Cuánto aghh... tiempo has estado aquí? – Hablaba aceleradamente. Quizá porque ahora exprimía sus dos pezones. ¿Quién sabe?
-No lo sé. Perdí la cuenta.-Di la vuelta a los pequeñas circunferencias entre mis dedos y Eunhyuk gritó.
-¿Cómo, oh dios mío, aprieta más... - suspiró. - ¿Cómo llegaste aquí? Quiero decir, ya se que fuiste expulsado del cielo, pero, ¿porqué razón? , owww.- Cerró los ojos y suspiró.
- Por caer ante la tentación.- Dije y dejé de exprimir sus pezones. Me alejé un poco de su cuerpo y me recargué en la pared, llevando mis piernas hasta mi pecho. No quería recordar. Pero lo hice. –Los ángeles podemos ver la tierra y lo que sucede en ella a través de unos cuencos mágicos que contienen agua. Un día, mientras caminaba aburrido por los templos, me encontré con uno de mis hemanos que observaba atentamente uno de los cuencos. Me acerqué en silencio, para sorprenderlo, pero cuando divisé lo que él veía, me quedé pasmado. Eran dos hombres haciendo lo mismo que nosotros hacemos ahora. Y ellos lo disfrutaban. Me sentí extraño y excitado al mismo tiempo, pero en ese entonces yo no sabía lo que significaba estar excitado. Cuando mi hermano se dio cuenta de mi presencia me miró con ojos suplicantes, para que no fuera a decir nada. Le prometí que no lo haría, si él me explicaba lo que estaba sucediendo. Y lo hizo.
Más tarde, cuando nos separamos, mi cabeza estaba llena de todo lo que había visto. Quería saber que era lo que sentían los humanos al hacer aquello que había visto, quería saber porque se miraban de esa forma, como si su vida dependiera de la otra persona que tenían en sus brazos. Mi hermano me había dicho que era mal visto que dos hombres como los que habíamos visto, lo hicieran, pero, a mí no se me hacía que fuera malo. No cuando ya había visto sus rostros de placer. No cuando había sido cómplice de sus acciones.
Por varios dias estuve así, perdido, tratando de imaginar cómo sentir aquello que había visto reflejado en los rostros de los hombres, cuando me re encontré con mi hermano.
Nuevamente estaba observando a aquellos hombres. Nos miramos y sin decir ninguna palabra, nos acercamos y juntamos nuestros labios. Supe entonces que mi hermano se había encontrado deseando lo mismo que yo, y en un acuerdo mutuo, imitamos lo que veíamos que los humanos hacían. No puedo describir lo que sentí entonces. Mi mente lo ha olvidado. Pero recuerdo que el sentimiento era el correcto. Quería volverlo a sentir mil veces más. Por mucho tiempo, mi hermano y yo seguimos haciendo el amor, con la única diferencia de que ya no observábamos a los humanos, simplemente nos dejábamos guiar por nuestros instintos. Hasta que fuimos descubiertos.
A mi hermano lo sacrificaron, diciendo que de esa forma erradicarían el pecado. A mí, me arrojanron a la tierra, porque decidieron que yo no había sido el culpable, si no que me había visto mal influenciado. Me ataron a este lugar, donde yacen los restos de mi hermano. No puedo salir ni alejarme. Si lo intento, tratarán de matarme. Y no quiero morir. Mi castigo es buscar el placer en hombres que no hacen más que satisfacerse a sí mismos, por lo que he estado así por mucho tiempo.
Dejé de hablar. Eunhyuk no dijo nada. Se limitó a sentarse a mi lado, su brazo y pierna tocando los míos.
-Lo siento, por tu hermano y por ti.
-No deberías sentirlo. No fue tu culpa.
-Quizá no directamente, pero soy humano. Y por culpa de los de mi especie, ustedes cayeron en la tenta...
-No es eso. No es como si fuera un pecado el placer. Todos deberíamos conocerlo, es algo hermoso. No debería ser un pecado. ¿Sabes? Todo este tiempo aquí me han hecho darme cuenta de que lo que hice no fue un error. Nada de lo que hice o he hecho lo ha sido.
-Perdón. No quería ofenderte.
-No lo hiciste.

El ángel en el Baño[EunHae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora