James se había levantado ese día muy temprano, y como no lo iba a hacer. Ese día sus padres le habían prometido que irían por sus cosas y las de Albus para Hogwarts. James había ya cumplido doce años, y Albus recién había ya cumplido los once años, y era más que verdad que estaban más que listos para ir.
Harry no los miró con sorpresa cuando, aún en piyama, bajó a la cocina y descubrió a sus dos hijos ya desayunando. Totalmente arreglados y lisos para salir. Harry sólo rodó los ojos.
-Papá-le llamó James apenas tragó los cereales-¿No hay manera de que le den la túnica de Slytherin ya?-señaló a Albus.-Para que negar lo innegable-dijo sonriendo de lado. Harry ya no se sorprendía de los arranques de arrogancia de su hijo.
-Me temo que no, James. De todas maneras, ¿como estás tan seguro que quedará en Slytherin Albus?-cuestionó aunque era más que obvio que esa era la casa indicada para su hijo. James, que parecía haber pensado lo mismo rebatió. Albus los miraba con recelo comiendo su cereal esperando el momento para interrumpir.
-Porque es obvio. De Gryffindor no tiene nada. No digo que sea un cobarde, pero ¡míralo!-señaló una vez más a su hermano quien rodaba los ojos en ese momento-Ya rompió dos reglas de la tradición Potter, ¿porqué no romper otra más?
Harry rió-No puedo negar eso.
-Son muy divertidos. Ambos.-les dijo con sarcasmo Albus dejando su plato en el lavabo.-Como los odio.
James sonrió de lado con diversión. Una vez que su madre y su hermana menor bajaran se encaminaron al Callejón Diagon.
-Yo también quiero ir a Hogwarts-chilló Lily, su hermana menor. Ella aún le faltaban tres años para asistir a la escuela de magia y hechicería. Ginny negó.
-Aún no es tu turno linda-le recordó y la pequeña pelirroja gruñó.
-¿No creen que sería bueno si me comprasen mi varita hoy?-murmuró Albus.
-No es tu turno, linda-le dijo arremedando a su madre. Ella le lanzó una mirada y él se calló.
-¿Porqué no? ¡También iré a Hogwarts, James!
-Claro que iremos Al.-terminó Harry a lo que Albus suspiró y sonrió.
Después de comprar los libros de Al y su varita, Ginny decidió ir a visitar la tienda de su hermano George y de paso saludar a los niños. James sonrió.
-No, no irás-le ordenó su madre-No quiero volver a pagar más ventanas del local de a lado porque tú y Fred se la pasan gastando bromas. Tienes que ir por tu túnica ya que la del año pasado te las arreglaste para dejarla hecha trizas.
-¡Oh vamos!-le recriminó su hijo.-¡Había un troll en el salón de Pociones!- Pero Ginny ya se había ido con Lily de una mano y Albus de la otra. Molesto miró a su padre.
-Parece que sólo quedamos tú.-le dijo-No te preocupes, te compraré tu regalo atrasado de cumpleaños. O bien podría ser el regalo de Navidad adelantado.
James rió ante eso y le siguió el paso a su padre a Madame Malkin. No bien entraron Harry tuvo que dar algunas firmas y saludos a las madres brujas del local que lo miraban con admiración.
James, aburrido, fue él mismo a que le midieran la túnica.
-Vaya-dijeron a su izquierda. Era un señor de cabello rubio platinado con los ojos grises más fríos que había visto James en su vida. De la mano, una copia exacta del hombre se encontraba, sólo que mucho más joven. Como de la edad de Albus. James los identificó como los Malofy.-Debe ser aún más agotador, ¿no, Potter?-dijo, pero no había arrogancia en la voz. Sólo diversión.
