TWEEDDLEDUM Y TWEEDLEDEE

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Ambos estaban parados bajo un árbol, con el brazo por encima del cuello del otro y Alicia pudo percatarse inmediatamente de cuál era quién porque uno de ellos llevaba bordado sobre el cuello «DUM» y el otro «DEE». --Supongo que ambos llevarán bordado «TWEEDLE» por la parte de atrás --se dijo Alicia.

Estaban ahí tan quietecitos que Alicia se olvidó de que estuviesen vivos y ya iba a darles la vuelta para ver si llevaban las letras «TWEEDLE» bordadas por la parte de atrás del cuello, cuando se sobresaltó al oír una voz que provenía del marcado «DUM».

--Si crees que somos unas figuras de cera --dijo-- deberías de pagar la entrada, ya lo sabes. Las figuras de cera no están ahí por nada. ¡De ninguna manera!

--¡Por el contrario! --intervino el marcado «DEE»--. Si crees que estamos vivos, ¡deberías hablarnos!

--Os aseguro que estoy apenadísima --fue todo lo que pudo decir Alicia, pues la letra de una vieja canción se le insinuaba en la mente con la insistencia del tic-tac de un reloj, de tal forma que no pudo evitar el repetirla en voz alta.

Tweedledum y Tweedledee decidieron batirse en duelo; pues Teweedledum dijo que Tweedledee le había estropeado su bonito sonajero nuevo.

Bajó entonces volando un monstruoso cuervo, más negro que todo un barril de alquitrán; ¡y tanto se asustaron nuestros héroes que se olvidaron de todos sus duelos!

--Ya sé lo que estás pensando --dijo Tweedledum--; pero no es como tú crees. ¡De ninguna manera!

--¡Por el contrario! --continuó Tweedledee--. Si hubiese sido así, entonces lo sería; y siéndolo, quizá lo fuera; pero como no fue así tampoco lo es asá. ¡Es lógico!

--Estaba pensando --dijo Alicia muy cortésmente-- en cuál sería la mejor manera de salir de este bosque: se está poniendo muy oscuro. ¿Querríais vosotros indicarme cuál es el camino!

Pero los dos gordezuelos tan sólo se miraron, sonriendo ladinos.

Tanto se parecían a dos colegiales grandullones que Alicia se encontró de golpe señalando con el dedo a Tweedledum y llamándole -¡iAlumno número uno!

--¡De ninguna manera! --se apresuró a gritar Tweedledum cerrando la boca luego con la misma brusquedad.

--¡Alumno número dos! --continuó Alicia, señalando esta vez a Tweedledee, segura de que iba a responderle en seguida gritando «¡Por el contrario!» como en efecto sucedió.

--¡Lo has empezado todo muy mal! --exclamó Tweedledum--. Lo primero que se hace en una visita es saludarse con un «hola, ¿que tal?» y luego ¡un buen apretón de manos! --Y diciendo esto los dos hermanos se dieron un fuerte abrazo y extendieron luego sendas manos para que Alicia se las estrechara.

Alicia no se atrevía a empezar dándole la mano a ninguno de los dos, por miedo de herir los sentimientos del otro; de forma que pensando salir así lo mejor que podía del mal paso, tomó ambas manos a la vez con las dos suyas: al momento se encontraron los tres bailando en corro. Esto le pareció entonces a Alicia de lo más natural (según recordaría más tarde) e incluso no le sorprendió nada oír un poco de música; parecía que provenía de algún lugar dentro del árbol bajo el cual estaban danzando y (por lo que pudo entrever) parecía que la estaban tocando sus mismas ramas, frotándose las unas contra las otras como si fueran arcos y violines.

--¡Sí que tenía gracia aquello --solía decir Alicia cuando le contaba luego a su hermana toda esta historia-- encontrarme de pronto cantando en corrillo «que llueva, que llueva, la vieja está en la cueva»! La cosa es que no sé exactamente cuándo empecé a hacerlo, pero entonces ¡sentía como si lo hubiese estado cantando durante mucho, mucho tiempo!

A través del espejo y lo que Alicia encontró allí - Lewis CarrollDonde viven las historias. Descúbrelo ahora