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Recuerdo acercarme hacia la puerta del local tambaleándome, temblando. Mel me provocaba sentimientos que nunca, jamás, había sentido dentro de mí, y sinceramente a veces me asustaba. Si le contase todo lo que produce en mi cuerpo sólo pensar en ella, probablemente se daría cuenta de que estoy fatal. Apenas habían pasado dos meses desde que la había visto por primera vez, y ya me volvía loco. No era yo. Era mi propio instinto suicida lo que me empujaba a seguir maltratándome de esa forma. No podía dejar de pensar en ella y eso me estaba matando. No salía de mis pensamientos, era como un dolor de cabeza con el que tenía que convivir las veinticuatro horas del día.
Entre miradas de asco y desprecio entré en aquel sitio, donde las apariencias parecían ser lo más importante, y yo con mi cara de muerto era el tío menos relevante del lugar. Resultaba deprimente verme allí, o al menos esa sensación es la que yo tenía. No podía dejar mirar a mi alrededor como si Mel fuese a aparecer de repente a mi lado. Me estaba agobiando y la necesidad de verla era cada vez mayor. Resultaba patético, ni siquiera sabía qué estaba haciendo allí. Creo que durante un segundo en toda la noche, estaba pensando, y me di cuenta de lo absurdo que era todo. Mi segundo racional fue bastante inútil, porque acto seguido vi a Mel, mirándome, avanzando hacia mí entre todas las personas que allí estaban, sin dejar de mirarme a los ojos. Había perdido la cuenta de las veces que se me había parado el corazón esa noche, pero de todas, esa fue la peor. Sus ojos estaban completamente fijos en los míos. Hace unos segundos lo necesitaba, ahora odiaba esa sensación. Me hacía sentir sumamente inferior y ridículo, ni siquiera sabía qué decir.
No hizo falta que dijese nada. Mel no saludó. Pasó a mi lado, rozando mi mano y agarrando mi dedo meñique, me llevó entre la multitud, sin dejar de mirarme. Cuando fui consciente de que me estaba tocando la mano, dejé de sentir. No sentía sangre en mis venas, no sentía ese dolor de cabeza, lo único que sabía en ese momento, es que seguía muerto, y ya no estaba seguro de si era en vida. Me hizo seguirla, sin dejar de mirarme. No podía apartar la mirada de sus ojos. Es inefable, era un sentimiento demasiado fuerte para hacerlo palabras, estaba completamente bloqueado. ¿Por qué estaba haciendo Mel eso? Nunca me había tocado, nunca me había mirado tanto ni de esa forma. Era todo lo que yo necesitaba, y estaba ocurriendo. Estoy cansado, y tú sigues volviéndome loco. Lo dije, con un hilo de voz, que se perdió entre la música, las voces, la oscuridad y nuestros cuerpos. Me llevó contra una de las esquinas del local, me empujó con fuerza contra la pared mientras no dejaba de mirarme. Cada vez estaba más convencido de estar muerto.
Me resulta apasionante que desde el momento en que nacemos nos estemos muriendo, aunque a veces tengo la sensación que haber nacido muerto por dentro. No podía notar mi corazón, pero Mel parecía poder hacerlo, parecía estar leyendo todos mis pensamientos. Me alivia saber que no podía hacerlo. No podía imaginarse lo mal que estaba, no tenía la más mínima idea de la necesidad que tenía de sentir sus labios contra los míos. Necesitaba tocarla, que volviese a cogerme la mano, a rozarme, me estaba matando más aun el hecho de tenerla frente a mí y no poder moverme. Sus ojos me bloqueaban. No era consciente de nada de lo que ocurría a mi alrededor. Por un segundo recobré la consciencia, sólo para cerrar los ojos. Mel estaba cada vez más cerca de mí. Mi corazón, inerte de nuevo. Podía notar su respiración en mi cuello, mientras la mía se aceleraba al nivel de un ataque de ansiedad. Sus labios estaban a escasos centímetros de los míos. Cerré los ojos completamente. No pasó nada. Pasaron los segundos, y no noté nada. No me besó, no me tocó, no dijo absolutamente nada. Abrí los ojos, y sólo fue para comprobar que Mel se alejaba de mí, moviéndose entre los cuerpos del local.

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⏰ Última actualización: Feb 08, 2016 ⏰

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