Prólogo

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Y allí estábamos, él y yo, mirándonos atentamente, él lo hacía a través de esas viejas gafas, que lo único que causaban en mi eran escalofríos, también el policía nos miraba con atención y apuntaba algo en su libreta, el hombre era viejo, alto y tenía algo en la mirada que me decía cuidado pero a la vez hacia que quisiera retarlo, instinto lo llaman, algo dentro de mi decía que debía dejar que todo pasara y no liarla más, algo difícil para mí.

Esa mañana me había despertado con más ánimos que nunca, era la primera vez que conduciría en mi nueva ciudad, sola, sin nadie mandándome, o corrigiéndome, nadie que masticase chicle al lado de mi oreja como si fuese un cerdo que lleva días sin comer, solo seriamos mi coche y yo, frente al mundo. Cogí mis cosas y salí rumbo a lo desconocido o al menos poco sabia de ello puesto que llevaba un día en aquella nueva ciudad, subí al coche decidida ya que sabía que nada podía salir mal, había estado practicando demasiado para que nada fallara, asique gire las llaves, suspire muy hondo y arranque aquel viejo cacharro. Y efectivamente como siempre yo tenía razón, nada salió mal, llegue perfectamente al sitio y aparque mi coche muy orgullosa de mi misma, pero como de costumbre algo debía pasarme, por algo soy yo, un hombre serio, alto y un poco arisco llamo a mi ventanilla con sus viejos nudillos, no podía ser, era un policía, estaba segura de ello, el hombre llevaba una libreta con él y mis manos temblaban con solo pensar que podía hacer con ella, asique baje la ventanilla y le plante cara.

-No puede multarme.-dije muy bruscamente.- Este aparcamiento no lleva plaza no puede multarme o llamaré a mis padres.

-Podría usted probar a dejarme hablar.-dijo muy arisco.

-No quiero escuchar tonterías déjeme en paz.- salí del coche ya que tenía prisa.

-No puede dejar aquí su coche.

-¿Y porque no?

-Es mi plaza.

-Yo no veo su nombre en ningún lado tengo mucha prisa, disculpe.

-En ese caso llamare a la policía.

No podía creer lo que oía, ¿No era un policía?, me gire y mire al hombre de arriba a abajo, chaqueta formal, corbata a rayas, zapatos de vestir y una chapa con forma cuadrada donde se leía perfectamente Jesús Lozano del profesorado estudiantil, en ese momento mi corazón empezó a latir muy fuerte, era uno de los profesores que daban clases en mi universidad, y por supuesto era su plaza, la había cagado pero bien y mientras pensaba todas estas estúpidas cosas, el hombre ya había llamado a la policía y tenía a un guardia llevándonos a ambos a comisaría para solucionar el "problema", lo vi un poco excesivo, no podía malgastar mi tiempo allí, asique dije si a todo y retire mi coche, yo solo rezaba por no tener al tal Jesús de profesor.


Emily WillsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora