Cambio de tablero

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Desde ese día, en el que llegué al Ingenio, mi vida tomó un nuevo giro, sin subidas ni bajadas. Solo una constante línea recta que se perpetuó hasta mi muerte, como trabajador de una de las más importantes industrias azucareras de Tucumán.

Ahora soy peón de otro tablero, sin Reina ni zapatos para bailar el tango. Uso alpargatas y le canto a la luna tucumana, la única testigo de mi eterno caminar.

Si se preguntan por Milena, no volví a verla en persona. Aunque en las noches estrelladas me acuesto en la tierra, rodeado del cañaveral, a observar el cielo estrellado y soñar que el brillo de las estrellas es el brillo de la mirada de ella cuando aceptó bailar conmigo por segunda vez. Sin saberlo, ese día fue el único en el que gané al juego de la vida y aunque los ingenios también tienen sus diablos, nunca volví a ver a uno en zapatos de charol.

El caminante de mis zapatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora