Milena me esperó en la milonga con un vestido rojo. Lo supe apenas la vi porque ella fingió no hacerlo. Su rostro me sonrió de perfil aunque sus ojos miraron a algún punto perdido entre los mosaicos de ajedrez. Esperaba su turno de jugar conmigo mientras planeaba su estrategia.
Me acerqué de a poco con el mentón bien en alto, contando los pasos, con las manos en los bolsillos de mi pantalón y arrastrando las puntas de los pies en un caminar bien tanguero. Antes de llegar a su lado, vi cómo se giraba hacia la barra para darme la espalda. Corté la distancia y me acerqué a su oído.
—Yo no la busco a usted porque sea niña bien, ni la más hermosa pebeta de esta sala. Yo no la busco porque me dé la espalda y me sepa a imposible. La busco porque el tango se baila con las almas enlazadas, y mi alma la busca aunque mi cuerpo tiemble y le tema al desamparo de su rechazo... —Esperé pegado a su oreja, mientras recuperaba el aire y le daba tiempo a pensar en mí—. No seré el más pituco y tal vez esté demasiado entrado en abriles para ust...
No pude terminar porque se giró para verme de frente y extendió la mano para que la tomara. Ese gesto de entrega me devolvió la vida que se me iba en cada palabra.
Ustedes podrán reírse, pero verán que ser petiso no es condición para ser inculto o corto de vocabulario. Siempre me gustó leer, acariciar las páginas de los libros y regocijarme con las distintas caligrafías usadas. Tanta letra debía servir para endulzar los sonidos dirigidos a mi amada.
Ella no pudo resistir a mi movimiento de jaque. Con una sonrisa amplia que dejaba ver las perlas de sus dientes me abrazó para bailar y no me soltó en toda la noche.
Estaba enamorado. Era feliz y lo demás no me importaba.
*****
A la mañana, bien temprano, unos golpes fuertes en la puerta principal me arrebataron del dulce sueño.
—Ya va —grité sin poder abrir los ojos.
—¡Abra ahora! —indicó una voz grave y segura.
Sin darme oportunidad de ir al baño, me froté el rostro y giré la llave. Un panorama surreal me esperaba del otro. Habían un montón de policías portando sus armas, listos para disparar.
—¿Pero qué es lo que pasa, Oficial? —pregunté buscando algún rostro conocido.
—¡Qué desfachatez! —exclamó uno de ellos, al parecer el que estaba a cargo, y me empujó contra la pared para revisarme—. Ustedes busquen adentro.
—¿Qué pasa, Oficial? —Volví a preguntar.
—Comisario Inspector, para Usted...
—...Juan Moretti—le indicó uno de sus subalternos con mi libreta cívica en la mano.
Luego de la manoseada del gordo me di vuelta, con las manos arriba, y quedé en silencio observando cómo revolvían mi hogar con violencia. Se me nubló la mirada por las lágrimas que se apilaban en mis párpados, listas para tirarse al precipicio de mi afilado rostro. Hice fuerza para no llorar, no era culpable de lo que fuera que me acusaban.
—¿Esto es suyo? —un joven trajo mis zapatos con sumo cuidado.
Asentí antes de ver la cantidad de rojo que lo decoraba.
—Sangre aquí, sangre en la vereda, huellas del mismo tamaño en la escena del crimen. Yo que usted me quedo callado —Luego miró a los que me rodeaban—. Llévenlo.
*****
Abrir y cerrar los ojos, inhalar y exhalar el aire denso. Una dupla de acciones que repetí indefinidamente a lo largo del día dentro una celda pequeña. La humedad de las paredes me recordaba a mi antigua pensión, pero cuánta paz tenía aquella y cuánta incertidumbre auguraba esta.
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El caminante de mis zapatos
ParanormalCada calzado tiene su historia, su función, su personalidad... El calzado es el jinete que pasea orgulloso de ser llevado de lado a lado como el rey de un desfile. Los pies, al contrario, son el animal de carga que soporta nuestros cuerpos día a día...