(3) De amores imposibles

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Seis letras

Sabía desde el principio que nada bueno saldría de eso. Que mis padres no lo entenderían, o más bien, que no querrían entenderlo. Sabía que enamorarme de él no era algo con futuro, que era un amor imposible, pero él me dijo que sin importar qué, nosotros saldríamos adelante. Muchos me han dicho que soy la persona más crédula del mundo, y tal vez sea cierto, pero mi confianza en sus palabras no era un hábito, era amor. Simple, puro y equivocado amor.
Nos habíamos conocido en una fiesta en la casa de un amigo en común hace 5 años, cuando yo tenía 17 y él 18. Recuerdo que no conocía a nadie más, y mi único amigo ahí era el anfitrión que estaba demasiado ocupado como para prestarme atención. Estaba apunto de irme a casa, cuando él apareció de la nada a un lado de mi y me llevó un vaso de refresco. Nos presentamos y hablamos toda la noche. Recuerdo que casi al final de la fiesta, en un rincón oscuro y silencioso de la casa, sin siquiera darme oportunidad de nada, me besó. Por supuesto que eso me sorprendió, enojó y asustó. Y en un reflejo, después de una sonora bofetada, me fui. Al día siguiente, mi amigo me llamó diciendo que aquel casi desconocido quería verme y disculparse. Por supuesto me negué, pero luego de una semana de insistentes llamadas y mensajes, acepté de mala gana reunirme con él para dejarle claro que eso de besar a alguien que acabas de conocer no es lo más educado del mundo. Después de eso, poco hay que decir. Tan sólo que esos 4 años que llevábamos saliendo, han sido los más felices de mi vida. Aunque sabía desde el principio que lo nuestro no debía ser, que lastimaríamos a muchas personas si seguíamos juntos y que ellos nos lastimarían a nosotros.
Sabía que haría cualquier cosa por él. Y yo sabía que él me protegería sin importa qué. Y los dos sabíamos que nos seguiríamos amando aunque nadie aceptara lo nuestro.

Él tomó mi mano cuando llegamos al edificio donde vivían mis padres, y la sostuvo todo el tiempo, incluso cuando tocamos juntos el timbre y mi madre nos abrió la puerta sorprendida y nos invito a pasar a la sala donde mi padre y mi hermana mayor nos esperaban. Sabía que no debía hacerlo, que mi familia no me apoyaría, y que quizás me odiarían, pero no pude evitar decirlo. No con la mano de él sobre la mía. Suspire. Una frase. Dos palabras. Seis letras.
-Soy gay.
Mi madre llorando. Mi padre evitando mi mirada. Mi hermana tratando de comprender. Todo pasó como un sueño, desde que esa frase salió de mis labios, hasta que nos echaron de casa llamándonos "maricas", " monstruos", "abominación".

Si, nuestro amor es imposible. Imposible para un mundo que sólo entiende de géneros y no de amor. Pero nos amamos y lo seguiremos haciendo sin importa qué. Porque mientras estemos juntos, nuestro amor es algo más que posible, es algo que nunca acabará.

128√e980Donde viven las historias. Descúbrelo ahora