Sus ojos brillaban bajo la tenue luz de su lámpara. Una leve sonrisa estaba dibujada en sus labios rosados. Sus cabellos como el oro caían en rizos sobre sus desnudos hombros, en los cuales se podían ver múltiples pecas. La tenía recostada en mis brazos. No nos dedicábamos a otra cosa más que mirarnos y esparcir suaves caricias en nuestros cuerpos.
De repente esa hermosa sensación de tranquilidad desapareció con el temor que transmitía en su forma de mirarme, arrasando con todo rastro de felicidad que hubiera quedado en esos eternos minutos de paz.
Lentamente se irguió, sin dejar de mirarme, y con un suave tono de voz susurró:
-Me voy a ir del país.Me quedé quieto dónde estaba, totalmente atónito. Me iba a abandonar en este horrible lugar sabiendo que ella era lo único que me importaba.
Rápidamente me dejé cegar por mis impulsos, dejando que mis emociones me controlaran por completo. La tomé de las muñecas y tiré de ellas. Sentí su respiración agitada y algunas lágrimas caer sobre mi rostro, pero nada se comparaba con el vacío que estaba sintiendo en este momento.
Tenía que quedarse conmigo para siempre, cerca de mí en vez de irse lejos. La arrastré por toda la habitación hasta llegar al baño. Escuchaba sus gritos desesperados, cómo se le cortaba la voz por falta de aire, pero yo no podía dejar de pensar en la soledad que sentiría si se iba a otro lugar.
Llené la bañera con agua tan helada como el frío que se podía sentir afuera. Le di una última mirada a la chica que más amaba en el mundo. Estaba asustada, asustada de mí, y sobre todo de la muerte.
La tomé en mis brazos con fuerza para que no pudiera soltarse de mi agarre. Sentía como las lágrimas corrían por toda mi cara, pero en este momento simplemente no me importaba nada. Y fue ahí cuándo, bajo el agua, sus ojos perdieron la alegría y el brillo que había visto hacía tan sólo unos minutos.
La había matado.
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Depresión
Historia CortaUna sensación de vacío en mi corazón, causado por dolorosos recuerdos, y un frío mortal que me ahogó bajo el agua.