Uno

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                            Hola, me presento: me llamo Kalista, y vivo en Juwia, una apacible región donde humanos y dragones conviven juntos, gracias a una piedra que vuelve a los dragones mucho más tranquilos, y menos agresivos que de costumbre.

                            Tengo doce años. Mi padre es un explorador, y por mi cumpleaños, me regaló un huevo de dragón que encontró por las afueras del Bosque Juwiense. —Cuídalo bien.— me dijo — crecerá lentamente, y dentro de dos meses, será un bebé dragón, espero que te responsabilices de él, y no lo maltrates, como hace mucha gente...

                              El huevo era rugoso, bastante rugoso, y era de un color azul cielo precioso. Muchas veces, brillaba mientras dormía, y no sabía qué le ocurría. Me despertaba de madrugada, y lo contemplaba, embobada durante horas. Hasta que se despertaba mi madre a uno de sus habituales viajes al baño, me pillaba, y tenía que acostarme de nuevo.

                                                               —*—*— Dos meses después... —*—*—

                              Han pasado dos meses desde que obtuve ese huevo, y la verdad, no estoy lista para el nacimiento del bebé dragón. No me siento capaz de cuidar un bebé dragón hasta que crezca. ¿Y si me quema mi bella cara? ¿O peor aún, MI PELO? Mientras me preocupaba, veía roturas en el huevo. Estaba nerviosa. Muy nerviosa. Llamé a mi madre, mi padre estaba en una de sus expediciones matutinas, como de costumbre, y no podía ver el nacimiento de mi "pequeño retoño". Mientras se rompía, se iluminaba toda la habitación. En ese momento, lo vi por primera vez. Era de color azul cielo, como su huevo. Abrió los ojos, y eran de color rojo, un rojo donde se veía valentía y fidelidad. De su cáscara rota, emanaban algunas cascadas, que inundaban la habitación poco a poco.

La Piedra DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora