Dos

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—Lo llamaré Riggle— dije, al ver el dragón recién nacido.

                 —Hija, ¿estás segura de tener este bicho en casa? — dijo mi madre, que estaba tan preocupada como yo lo estaba.

                 —No te preocupes mamá, Yuq me ayudará a cuidarlo — comenté.

                 —¿Yuq? ¿Quién es ese tal Yuq? No será un amigo tuyo que... — especulaba mi madre, mal, como siempre hacía.

                 —No mamá, ni fuma, ni bebe, ni secuestra menores, ni hace nada. Es un amigo mío, de la aldea. Es bastante mayor, tiene 20 años, y sabe bastante de dragones, intentaré convencerlo para que me ayude a cuidar a Riggle — dije.

                 —Está bien, lleva a Riggle a casa de Yuq. Ten cuidado hija, te lo suplico. — dijo.

                 —Lo haré mamá — dije, abrazándola — volveré a casa lo más pronto que pueda. — avisé, cogiendo al dragoncito y bajando con él en brazos, con cautela.

                 La aldea era bastante pequeña, y el trecho que había entre la casa de Yuq y la mía, no era ni un kilómetro, quinientos cincuenta y un metros para ser exactos. Todo el mundo de la aldea me decía: "Eh, qué dragón tan precioso, cuídalo bien, Kalista" y yo siempre comentaba: "Lo haré, cuando crezca, vais a ver que fuerte se va a poner". Hasta que me encontré con Tork, el chico más "popular" de la aldea (por lo menos entre los chiquillos de mi edad).

                —Anda, pero si la friki se ha conseguido un lagarto —dijo, con su tono arrogante de siempre.

                —Qué gracioso eres Tork, por favor, haznos un favor al mundo, y muérete —dije con tono borde, finalizando la conversación.

                Llegué a casa de Yuq. Llamé a su portón, y me abrió, con una sonrisa, como siempre.

                —¡Hey Kalista! ¿Qué es ese dragoncito que tienes ahí?

                —Buenos días Yuq. Ya ha nacido, como te estuve comentando estos meses. Despiértalo, y obsérvalo detenidamente.

                 —Bien... Vamos a despertar a la bestia... ¿Cómo se llama?

                —Riggle.

                —Bonito nombre. Eh, Riggle, despierta... es de día... —decía, con tono suave y cariñoso, para dar confianza al dragón. El dragón desperto, y empezó a gruñir — ten cuidado, normalmente los bebé dragón suelen lanzar llamaradas cuando bostezan, porque no saben controlarla.

              

La Piedra DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora