Ángel.

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Caminaba de regreso a mi casa, la cabeza baja, como siempre. Aun faltaban 2 cuadras y el parque para poder llegar. Me detuve en una esquina a comprar un café. Mientras esperaba mi turno en la fila no pude evitar sentir la mirada de alguien sobre mi. Al girarme me topé con unos ojos verdes que ya conocía. Los había visto, claro que sí. Estaban en mis sueños. Lentamente desvíe mi mirada de la suya. No me había dado cuenta que era mi turno de ordenar. Le dije la orden al joven que atendía y esperé unos minutos para que me dieran el café. Arreglé mi bolso y mis lentes y caminé hacia la salida. Cuando llegaba a la puerta sentí la mano de alguien sobre mi hombro. Giré con cuidado de no derramar el café que tenia. El chico de los ojos verdes estaba frente a mi sonriendo con gracia para mi.

-Hola.- dijo mientras estiraba su mano.
-Hola.- le respondí dudosa mientras con algo de miedo le daba la mano.
-Tengo algo que contarte, pero no puede ser aquí.
-¿Disculpa? Creo que te equivocas de persona, yo no te conozco.-le dije extrañada a lo que me dijo.
-Sí, lo haces. Vayamos al parque, ahí te contaré.

Sin esperar a que respondiera algo empezó a caminar. Salió del café y espero a que yo saliera. Al instante no supe que hacer, ¿seguirlo? Ni siquiera lo conozco, ¿huir? Tal vez me haría daño, ¿ignorarlo? Se daría cuenta. Salí del café con nervios. Ahí estaba él, apoyado de la pared, esperandome. Esperó a que estuviera a su lado y empezó a caminar. Unos minutos y ya estabamos en el parque. Él me guió hacia un banco y con un gesto me dijo que me sentara.

-Te preguntarás qué es lo que tengo para decirte.- dijo mirándome a los ojos.
-De hecho, sí.-le respondí mirando a cualquier otro lado que no fueran esos ojos.
-Dios me envió.- dijo sin apartar su mirada de mi.
-¿Disculpa? ¿Qué acabas de decir?- pregunté mirándolo seriamente a la cara.
-He dicho; Dios me envió.
-No entiendo ¿a qué te refieres?
-Dios me ha dicho que necesitabas de mi. No estás pasando por situaciones fáciles y necesitas a alguien que esté ahí para ti. Ese seré yo.
-Estás bromeando.- le dije mientras sin gracias ajustaba mi bolso dispuesta a irme de ahí.
-Sé lo que le pasó a tus padres, sé los problemas que has tenido para conseguir el trabajo, cariño, Dios me contó todo de ti. Me dijo que tenias unos ojos cafés hermosos, pero no que eran tan encantadores; dijo que tenias el labio superior más fino que el inferior. Me dijo de tu cabello, de tus pestañas, me contó incluso de tus pequeñas pecas en los hombros.
-¿Cómo sabes eso de mi? ¿Quien te contó eso?- pregunté con mi voz temblorosa debido al miedo que estaba sintiendo justo ahora. ¿Cómo alguien que no conoces podría saber eso de ti?
-Dios me lo ha contado. Soy un ángel, cariño, y estoy aquí para ti. Me conoces, lo sabes. Me has visto en tus sueños. Hemos paseado juntos por la playa, hemos compartido un fantástico helado de chocolate con fresa, ¿lo recuerdas?- dijo él tomando mis manos en las suyas.
-Sí, lo recuerdo.-dije mirando esos ojos verdes con los que tanto habia soñado.- Pero aún no entiendo como es esto posible.
-Dios me ha enviado. Él todo lo puede.
-Esto es increíble.- le dije mientras pensaba en todo lo que él me habia dicho.- ¿Cómo te llamas?- le pregunté tratando todavía de entender si esto era posible.
-No tengo nombre, amor. Pero puedes llamarme Ángel.- dijo regalandome otra de sus hermosas sonrisas.
-Quiero saber, Ángel, ¿qué más te dijo Dios sobre mi?
-Me dijo que eras un chica especial; dijo que estabas llenas de talentos que desconoces y que conmigo los conocerás; dijo también que tu voz era dulce, que tus hombros eran pequeños, que tus párpados eran pálidos; dijo también que hacías una pequeña mueca cuando comías, también me comentó que te reias al pensar en los payasos.- dijo este con una pequeña risa escondida.-Pero sabes, también me dijo que eras una chica fuerte, difícil de rendir;  dijo que por ti valia la pena luchar. También me dijo, que terminarías amándome, pero, ¿sabes qué? No fue necesario que me dijera que yo terminaría amándote a ti también.

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