Capitulo I:

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"Levántate" su cálido aliento rozaba mi oreja. ¿Por qué tenía que levantarme? ¡Estaba cómodo donde estaba ya! Gruñí; nunca sería una persona de levantarme temprano. Mierda, jamás sería una persona de nada. Me tapé con la sábana; el nido que tenía por pelo siendo lo único visible.

Sentí su pecho retumbar a mi lado mientras se reía por lo bajo. -Anda, te traje el queso que te gusta.- ¿Queso? Oh Dios, ya me convenció... Me senté rápidamente y lo mire con ojos expectativos. Me miró con una expresión llena de juego y ojos briosos. -Solo menciono el queso y ya saltas.- arqueó una ceja; entretenido con mi actitud.

-Obviamente, mi debilidad por el queso es más grande que cualquier cosa.—

-¿Más que yo?- levantó sus cejas, esperando mi respuesta.

Eso no se piensa mucho. Le contesté un sí, retándole a que me dijera algo. Río, y tan rápido como soltó su risa volvió a su expresión sería. Yo empecé a retroceder en la cama, nunca dejando su ojos juguetones y sonrisa pícara/malvada que ponía cuando me quería hacer algo...

Cosquillas, por ejemplo.

-No te atrevas- le di mi tono de ultimátum y la expresión más seria que podía realizar. El solo se rió entre dientes, divertido.

Maldito.

Mi espalda estaba contra la pared. Ahora sí. Estaba frita. Pego su rostro al mío, nuestros alientos rozándose y entonces fue donde empezó...

La guerra de cosquillas.

-¡No, para!- sus grandes manos me hacían cosquillas por todo lados. Haciendo que las lágrimas bajaran de mi rostro. ¡Era demasiado cosquillosa!

-¡Oye, ya!- ¡plum! Esteban se había caído al piso, enseñando su gloria y con una cara molesta.

Señoras y señores, esta es mi señal para salir corriendo.

Corrí con todo y sabanas enredadas en mi cuerpo. Riendo como una idiota... Era una débil para los juegos, lo sé. Escuchaba sus grandes pisadas mientras me seguía. Un brazo fuerte me agarró por la cintura y me trajo a su pecho. Soltaba risitas ahogadas por el ejercicio. -Eres una pequeña escurridiza, mujer- gruñó mientras me besaba el cuello con hambre y dulzura.

-Te encanta esta escurridiza- bufó y asintió. Mi barriga hizo su entrada triunfal. Haciendo que riéramos. Eramos dos bufones; todo nos daba gracia. -Anda ven, te haré de comer.- me agarró de la mano y me dirigió a la cocina; donde tantas veces había cocinado para mí.

Me senté en uno de los taburetes del mostrador para mirar su espalda mientras cocinaba. -¿Que quieres comer?- esa era una difícil pregunta... Tantas opciones. Esteban me miraba relajado, esperando mi respuesta.

-Apuesto todo a que me dirás que quieres huevos revueltos, fruta y queso.-

-No olvides la leche- Esteban sonrió y buscó las cosas para ponerse manos a la obra.

Si me preguntas las cosas que más me gusten de Esteban te diría que es su sonrisa y esos tatuajes que adornan sus brazos. Aunque el era un hombre totalmente guapo en todo el sentido de la bendita palabra.

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Black Is The Warmest ColourDonde viven las historias. Descúbrelo ahora