Capítulo 61

1.1K 37 0
                                    

Nos besamos por unos minutos y después nos sentamos en la cama a desayunar mientras veíamos la televisión. Después ella se bañó y en tanto se vestía yo me bañé también. Cuando estuve listo la abracé por la cintura.

– ¿Qué te parecería ir a andar en bicicleta?
– Me encanta la idea, hace mucho que no lo hago, creo que ya hasta se me olvido.
– Lo que bien se aprende jamás se olvida.

Le di un beso en los labios y después salimos del departamento. Fuimos a un parque cercano donde rentan bicicletas e iniciamos un recorrido, al principio le costó un poco de trabajo, pero después hasta me ganó en una competencia que hicimos. Ambos nos reíamos y estábamos explorando una nueva faceta de nuestra relación, me encantaba que se diera cuenta que no sólo éramos compatibles en el sexo, sino en muchas otras actividades y que definitivamente no era ese el aspecto que nos unía, a pesar de que así hubiera empezado lo nuestro.

Después compré un par de helados y nos sentamos en una banca a comerlos mientras veíamos a la gente que pasaba. Empezamos a contarnos anécdotas de nuestra infancia y nos reíamos como un par de niños, de repente se puso seria y triste, puse mi mano sobre su rostro y le acaricié su mejilla con mi dedo pulgar.

– ¿Qué te sucede corazón? – pregunté preocupado.
– Me acordé de la última vez que mis padres me llevaron a andar en bicicleta.
– ¿Quieres contarme?
– Sí, tenía cinco años y apenas había aprendido a sostenerme sin las ruedas de soporte, mi papá fue a comprar unas paletas y mi mamá se distrajo porque un hombre le preguntó la hora, yo tomé demasiada velocidad y no pude frenar así que me estampé contra un árbol, me abrí la ceja y me fracturé la muñeca, me puse a llorar y a pesar de eso y del dolor me di cuenta como ellos discutieron y se reprocharon el uno al otro por no estar atentos en mí, tres días después mi mamá me dijo que mi padre ya no viviría con nosotros, todavía lo recuerdo bajando las escaleras cargando una maleta, me abrazó y me aseguró que me quería y que eso no tenía nada que ver conmigo, aunque en ese momento yo pensaba que sí, las cosas ya no volvieron a ser iguales, mi mamá se volvió amargada hasta que años después conoció a su esposo actual, entonces empezó a comportarse como una adolescente y por eso decidí irme a vivir con mi papá, a quien sólo había visto cada quince días los años que viví con ella.

La abracé fuertemente, ella hundió su cabeza en mi pecho y empezó a sollozar, le acaricié su espalda, me afligía tanto verla así, no tenía idea de cómo había sido la separación de sus padres y debió haber sido terrible para ella pensar que tenía la culpa, cuando en realidad había sido porque se les acabó el amor de pareja, tal vez por un mutuo descuido.

– También por eso tengo miedo, no quiero pasar por lo mismo Ross, no quiero tener que explicarle el día de mañana a mis hijos porque su padre y yo no estamos juntos, no quiero ser juzgada ni tener una familia rota.
– Mi amor, a nosotros no nos va a pasar lo mismo – le aseguré separándome para tomar su rostro entre mis manos – nunca permitiré que nuestra relación se enfríe, te conquistaré día a día durante toda la vida, aunque tenga 80 años, siempre te voy a cuidar y a amar.
– Yo también a ti – puso su mano sobre mi mejilla – ayer tuviste tanta razón al decirme egoísta, una relación es de dos y ambos tienen que poner de su parte para que funcione, he sido una tonta todos estos días, exigiéndote cosas que no debía, imponiéndote reglas absurdas sólo por justificar mis temores y tú sí has sido un santo, aceptando sin chistar mis idioteces, hasta que ayer logré sacarte de tus casillas y con toda la razón del mundo.
– No son tan absurdas tus reglas, sólo la tercera, esa sí lo es y mucho – ella se rió y me sentí feliz de haber logrado ese objetivo – tú tuviste mucha razón al pedir sinceridad, te había ocultado muchas cosas, también por miedo, sé muy bien que invadí tu privacidad, que hice cosas nada honorables como hurgar en un celular que no era mío, propiciar “encuentros casuales”, como si fuera un mafioso y en cuanto a los celos, era más que justo que me pidieras que no tuviera esos ataques.
– Yo tampoco debí haber tenido el de ayer, las reglas eran para ambos y yo la rompí.
– Ya te penalizaré por eso – dije con una sonrisa.
– Y con justa razón, aceptaré el castigo que me impongas.
– Cuando lo decida te lo haré saber.

Le besé la frente, la nariz, la comisura de sus labios y luego nos unimos en un beso apasionado, el estruendoso ruido de un trueno hizo que rompiéramos el beso y Laura se aferró a mí como si de un salvavidas se tratara.

***

Abrí la puerta del departamento y me topé con Julieta, quien de inmediato se rió al verme con el delantal puesto, yo la miré serio y cambió su expresión, me dio un beso en la mejilla y entró.

– Que rico huele, ¿qué preparas? – preguntó mientras cerraba la puerta.
– Ravioles entre otras cosas – dije serio.
– ¿Para qué quieres tantas rosas? – inquirió al mirar los cinco enormes ramos que estaban sobre la mesa – ah ya sé, Laura, ¿aún no te perdona?
– Si no te hubieras desaparecido tanto tiempo ya sabrías esa respuesta – respondí caminando a la cocina.
– Uy, discúlpame por tener una vida, que humorcito, todavía te tiene a dieta, ¿verdad?
– ¿Hasta cuándo pensabas decirme que con quien tu estás saliendo es Brandon? – pregunté ignorando su comentario.
– ¿Cómo sabes eso? – exclamó extrañada.
– Porque hace varios días los vimos en el cine, pero estaban tan acaramelados que ni cuenta se dieron que Laura y yo estábamos ahí.
– Esto era lo que quería evitar, tus reclamos, quería que estuvieras listo para comprender la situación.
– ¿Comprender?, ¿de casualidad sabes que engañaba a Laura con una de sus supuestas mejores amigas?
– Sí lo sé, él mismo me lo contó, pero eso no tiene nada que ver conmigo, su relación con Laura ya había caído en la monotonía, tan es así que ella también tenía otra persona, ¿no es así?
– No es lo mismo Julieta, yo no era su mejor amigo, ni el engaño fue tan prologando y si las cosas se dieron conmigo y Laura fue por el descuido de él.
– Pero eras su cliente y te fingiste su amigo sólo para bajarle a la novia, ¿por qué tú a ella sí la justificas?, ¿ella no lo descuido también?, sabes muy bien que una relación es de dos, no toda la responsabilidad fue de él.
– Puede ser, pero él fue quien empezó con la infidelidad.
– ¿Y por qué tú sí puedes pasar por alto que Laura haya sido infiel y yo no puedo hacer lo mismo con él?
– Ya te dije que fueron otras las circunstancias.
– ¿Cuáles otras Ross?, estaban dentro de la misma relación y tuvieron los mismos motivos para hacerlo, la única diferencia fue la forma en que se dieron las infidelidades y por favor, no me hagas decirte algo de lo que después me arrepienta.
– Vaya que te tiene loquita, lo defiendes más que a tu hermano.
– ¿Y tú no estás loco por Laura?, no seas injusto Ross, yo tengo el mismo derecho que tú de salir con quien me sienta a gusto y me haga reír y me complemente, no podemos juzgar a las personas por su pasado, todos nos quedaríamos solos al final, como dicen, quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.
– Está bien, haz lo que quieras con tu vida.
– Sólo te voy a decir una cosa Ross, todos tenemos derecho a equivocarnos, de los errores es de donde se aprende, así que todos merecemos una segunda oportunidad, ojala lo entiendas, luego nos vemos.

Julieta salió de la cocina y me quedé pensando en sus palabras, tenía razón, pero me preocupaba el hecho de que la hicieran sufrir una vez más, su vida amorosa no había sido la más optima y deseaba que al fin encontrara a alguien que la valorara y la hiciera feliz, como se lo merecía, sólo esperaba que otra vez no se equivocara.

Hice los últimos preparativos en el departamento y después salí para ir por Laura al suyo. La vi salir de su edificio y sonreí, no hacía tanto frío para que se hubiera puesto un abrigo. Subió al auto y me besó en los labios, me sonrió coqueta y se acomodó en su asiento, arranqué y de pronto puso su mano sobre mi pierna y la fue subiendo lentamente hasta posarla sobre mi miembro que empezó a frotar encima del pantalón.
– Laura, ¿qué estás haciendo? –pregunté sorprendido y a la vez fascinado.
– Ya no puedo esperar más Ross, te necesito demasiado – respondió mordiéndose el labio – esta vez no traigo pantalón – agregó lamiéndose los labios y pasando sus dedos entre el abrigo para desabrochar el primer botón.
– Estás insinuando que… – dije mientras sentía como mi miembro se endurecía.

Me respondió con una sonrisa sensual en tanto tomaba mi mano de la palanca de velocidades para ponerla sobre su pierna, la fui subiendo haciendo a un lado el abrigo y entonces me di cuenta que era lo único que traía puesto encima de la ropa interior, definitivamente esa era la actitud que adoraba de ella. Desabrochó otro botón y me dejó ver el nacimiento de sus senos, estaba tentándome demasiado, no lograríamos llegar a mi departamento si seguía así. Un semáforo se puso en rojo y se acercó a mí.

Eres Mi Tentación - [Raura Hot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora