Era un día como cualquier otro, seguí la rutina de siempre, como cada mañana, me levante de la cama para desperezarme antes de bajar a desayunar. Corrí las cortinas para que entrara un poco de luz. Tanto los coches como casas y las calles estaban cubiertas por una fina capa de nieve. Estaba claro que el invierno ya había llegado al pueblo, aun cuando los grandes ventanales estaban cerrados, podías notar como una pequeña corriente de aire invadía hasta el último rincón del cuarto. Poca gente se podía ver por las blancas calles, preferían resguardarse en sus casas y los que podías observar caminando lentamente por las frías calles, eran aquellos que no les quedaba más remedio que ir a trabajar o a estudiar. Yo adoraba el invierno, adoraba la nieve, tan blanca y pura, era como si purificara las oscuras calles de este pueblo. Era de las pocas cosas que adoraba de este pequeño y aburrido lugar, las duraderas nevadas. Las yemas de los dedos se me habían helado de estar apoyada sobre el marco de la ventana, ya era época de abrigarse con varias capas para no congelarse. Suspire, sabía que iba a ser un día como los de siempre, nada cambiaba en la aburrida rutina que llevaba desde que nos mudamos aquí, desearía que algo cambiase, aunque fuese un pequeño detalle sin importancia. Cualquier cosa, el nombre de alguna calle, el profesor de clase de lengua, que cayese una hoja más del árbol del jardín. Solo pude reír ante tal absurdo pensamiento, sabía perfectamente que nada iba a cambiar, sabía que mi monótona vida seguiría así para siempre. Alejé estos pensamientos y fui a lavarme la cara con un poco de agua caliente, cepille la pequeña melena plateada que ya cubría mi espalda y bajé a desayunar. Mi padre leía el periódico que el cartero dejaba siempre en la puerta, mi hermana pequeña por otra parte aún se estaba desperezando. Ya estaban sentados en la mesa desayunando en silencio. Mi madre me dio un beso en la mejilla y el ya esperado "Buenos días". Me senté en una de las sillas a devorar lo que había sobre la mesa, un vaso de zumo de naranja y un bol de cereales. Una vez terminado el desayuno, mi hermana y yo fuimos a la habitación a cambiarnos, en nuestro colegio por suerte, no teníamos uniforme, por lo que podíamos elegir nuestra ropa. Ese día opté por una camiseta blanca, un jersey azul, unos tejanos negros y mis bambas preferidas, unas bambas blancas que a los lados llevaban unas pequeñas y blancas alas de ángel. Desde que leí sobre ellos en un libro, me ha emocionado la idea de que en algún lugar o incluso en algún planeta, existan ángeles, seres capaces de volar libremente allá donde les plazca, sin restricciones, sin tener que pagar peaje en un autobús. No podía faltar el típico abrigo que te hace parecer una pelota, no tenía otro así que no tenía más remedio que ponérmelo si no quería congelarme por el camino. Busqué la mochila y metí los libros necesarios para hoy, estamos a Martes y toca matemáticas, mitología griega, lengua inglesa, ciencias y música. Definitivamente el peor día de la semana, odiaba con todo mí ser esas asignaturas. Mitología griega era lo único interesante hoy. Se me paso por la cabeza fingir dolor de estómago, no sería la primera vez y más un martes, pero me apetecía salir, respirar aire fresco y caminar sobre la nieve. Mi hermana pequeña no tardó en quejarse —Date prisa o llegaremos tarde— El reloj sobre mi escritorio marcaba las 8:45, aún faltaba un largo cuarto de hora para que las puertas del colegio abriesen, pero a mi hermana le gustaba llegar un poco antes de la hora, sea cual sea el sitio.
Al salir se notaba mucho el cambio de temperatura. Cada paso que daba se hundía en la nieve, esa sensación me gustaba mucho, era como estar pisando nubes. Pero esa sensación desapareció enseguida en cuanto oí que me llamaban desde la otra calle, eran compañeros de clase. Tenía un par de amigos de confianza, no era popular pero tampoco la marginada de la clase. Mis notas no eran de matrícula de honor, de vez en cuando sacaba algún excelente, quizás un suficiente en matemáticas pero nada del otro mundo. No sobresalía en ninguna materia, pero no me importaba mucho. Prefería no ser el centro de atención o peor todavía, que me pidan ayuda para estudiar.
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Nieve escarlata [EN PAUSA]
Science-FictionAdara es una niña de nueve años que vive una pacífica vida en un lejano pueblo perdido en las montañas. Su día a día es como el de cualquier otra pequeña, tiene a sus padres y a su adorable hermana pequeña. Va a la escuela, saca buenas notas, tiene...