―Josephine ―Se escuchó la voz tranquila de una mujer mayor llamando desde el comedor la casa.
―¿Qué ocurre, mamá? ―Una joven salió de la cocina, limpiando sus manos en un trapo, dirigiéndose al comedor, donde su madre la miraba algo cansada.
―¿Ya está todo listo, querida? Tus primos llegarán en cualquier momento.
―La comida esta lista, y los platos limpios ―Josephine sonrió a su madre y ella le respondió con otra sonrisa dulce.
―Lamento no haberte ayudado, no sé qué pasa conmigo hoy, he amanecido muy cansada ―la mujer suspiró y miró a las ventanas cercanas a la puerta.
―No hay de qué ―La muchacha miraba con algo de preocupación a su madre, aunque no era demasiado vieja había pasado por mucho. Su madre suspiró.
―¿Por qué no le dices a Laurenn que baje ya?
Josephine asintió y caminó hasta las escaleras junto a la puerta. Se detuvo un momento en seco antes de subir. Las escaleras estaban justo frente a la sala de estar, y habría jurado ver a una anciana sentada en uno de los sofás por el rabillo de su ojo. Giró su cabeza con lentitud y luego suspiró ahí no había nada. Se sintió una tonta, seguro lo imaginó, se sentía peor porque su cuerpo se tensó por completo y sus latidos se aceleraron.
Siguió su camino y llegó hasta la planta de arriba, después de las escaleras solo era un pasillo de madera vieja con puertas a los lados.
La habitación de Laurenn estaba al final del pasillo, con el baño justo en frente.
Laurenn era su prima más cercana, era solo un año menor que ella, 19, Laurenn era la única hija de una de las hermanas de Elizabeth, madre de Josephine, Meredith, Meredith murió cuando Laurenn era aún muy pequeña, así que Elizabeth decidió llevarla a vivir con ellas.
Para Josephine la muerte de sus tías siempre había sido un misterio, Meredith, Jocelyn y Julia, nunca se habla de ello, todos lo respetaban, suponía que era demasiado doloroso recordarlo, además de sus abuelos, que parecían no existir y todo lo que ellas vivieron en los tiempos oscuros de La Pine de los que le hablaba su madre. Todo era un gran misterio.
Josephine iba a tocar la puerta de Laurenn cuando escuchó unas voces dentro. Se detuvo. De nuevo el escalofrió helado de abajo. Intentaba distinguir lo que decían, no lo lograba, sonaba casi como si alguien se lamentara, entonces escuchó un sonido escalofriante.
Sonaba entre un sollozo, un gruñido y un grito. Se armó de valor y entró sin preguntar.
Respiraba cómo si hubiera corrido un maratón. Miró por todos lados en la habitación color blanco. La cama estaba hecha, el tocador estaba en orden, todos los cajones y puertas cerrados. No había nadie. Lo único que habitaba en la habitación era un viento frio proveniente de la ventana abierta.
Me estoy volviendo loca.
Se dio vuelta para salir de la habitación y obtuvo un susto de muerte. No pudo evitar soltar un gritito. Luego relajó los hombros y frunció el rostro ante la risa de su prima.
―Ah, Laurenn, ¡casi me matas de un susto! ―Laurenn no dejaba de reír.
―¿Qué hacías en mi habitación? ―Preguntó aun con una sonrisa y una toalla cubriendo su cuerpo. Josephine frunció el ceño.
―Solo... me pareció escuchar ruidos extraños ―después de hablar se alejó de la habitación― ¡Y apresúrate, no tardan en llegar! ―Gritó antes de entrar a su habitación a algunas puertas de distancia.
Suspiró mientras cerraba la puerta y miraba su habitación, el color gris casi blanco de las paredes, los muebles, la cama en el medio de todo, la ropa doblada por algunos lados. La ventana extrañamente abierta... Decidió no darle importancia y caminó para sentarse a los pies de su cama.
Tenía una sensación muy extraña. Se inclinó un momento tomando aire y miro a su derecha.
En el suelo, debajo de la ventana había uno de los marcos que estaban usualmente... usualmente en la sala de abajo... Era una foto de su madre y sus tías, por alguna extraña coincidencia las grietas rodeaban la imagen de su madre, las grietas cruzaban por los rostros de sus tías, todas muertas.
Sintió un escalofrío, como cuando alguien entra a la habitación en la que estas, pero la puerta seguía cerrada. Se apresuró a cerrar la ventana y levantar la fotografía rota, la dejó sobre su cama y se apresuró a salir.
***
Esteban y Wendy, con su padre, llegaron casi al momento en que Josephine bajaba las escaleras, los recibió con una sonrisa disimulada y todos caminaron al comedor, como era normal.
Laurenn bajó y Elizabeth apareció para saludar a los recién llegados. Esperaron un momento, aún faltaba Robert, hijo de la fallecida tía Jocelyn, Esteban y Wendy eran hijos de Julia.
Era usual en Robert llegar tarde, así que decidieron comenzar a comer después de un rato. La comida transcurrió normal, entre risas y charlas sobre lo que había sido de sus vidas en los últimos tiempos, universidad, escuela y trabajo.
Una ligera llovizna había comenzado a caer en La Pine para cuando todos llevaban sus platos a la cocina, fue entonces cuando escucharon que tocaban la puerta. Elizabeth abrió y Robert entró empapado de la cabeza a los pies.
Elizabeth buscó una toalla y todos se sentaron a charlar en la sala mientras Robert comía.
―¡Tía Elizabeth! ―Wendy sobresaltó a todos cuando Elizabeth apenas se sentaba― ¿Podrías contarnos más historias de los días oscuros de La Pine? ―Wendy le dio un énfasis de intento de terror algo cómico, provocando una risita en casi todos.
Por alguna razón Elizabeth parecía nerviosa. Josephine no pudo evitar pensar en el extraño día que era antes de la llegada de sus primos.
Elizabeth aclaró su garganta.
―Esos... eran tiempos terribles, nunca se supo a que se debían tantas muertes, era todo muy extraño... ―guardó silencio unos momentos y bebió de un vaso de agua que tenía en su mano. Todo estaba silencioso, como siempre que contaba sus historias― Esos grandes rasguños en los cuellos de esos niños... ―suspiró y negó con la cabeza, como pensando en un mal recuerdo― Jocelyn y yo incluso vimos uno de los pequeños cuerpos ―eso provocó que Robert dejará de comer y pusiera más atención, al igual que todos, era algo nuevo―, Era un niño de no más de seis años. La policía solo hablaba de esos rasguños en todos los cuerpos, pero había algo que dejaba horrorizados a todos los que veían los cuerpos... el pobre angelito tenía una horrible expresión de tristeza, como si antes de morir supiera como terminaría su dolor, y no le agradara la idea.
Todos estaban atentos a la historia. Wendy en especial, era extraña como una niña tan dulce e inquieta se quedara tranquila ante tales historias, sobre niños no demasiado menores a ella. Era como si se quedara hipnotizada. Wendy tenía los codos sobre sus rodillas con las manos sosteniendo su cabeza. Suspiró después de la última palabra de su tía.
―¿Eso es todo? ―Preguntó la niña, provocando que todos rieran, rompiendo la tensión del momento. Pero Wendy no rio. Miró a una de las esquinas de la habitación y soltó otro suspiro enderezándose, luego se recargó sobre el respaldo del sofá mirando a su tía― Creí que sería más terrorífico.
Casi no la escucharon, o no la tomaron en cuenta. La historia era como las otras, en realidad, más como sembrar terror en el momento era algo triste pensar en todas esas víctimas. Para los cuatro jóvenes mayores de la sala sus pensamientos se dirigían más hacía lo que habrían de haber pasado sus madres.
¿En algún momento habrían sentido miedo de ser una de las víctimas, a pesar de ser demasiado mayores a los niños asesinados?
Daba igual, estaban todas muertas.
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Represalia
ParanormalToda esta pesadilla sucedió una noche de frío invierno, dos señores del condado de La Pine, en Oregón avistaron un bulto cerca de un lago. Lo que habían encontrado los dejó helados. Un cuerpo sin vida yacía inerte en la orilla de la laguna. Y esto s...