Capítulo 1

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Emma contemplaba la vista desde la ventana del transporte. Los pinos y otros arboles pasando tan rápidamente y las nubes cubriendo parte de los hermosos valles y montañas, la hacían sentir mas viva que nunca. No podía estar mas contenta, pues se encontraba en una casa rodante con sus cinco mejores amigas, dirigiéndose al gran lago del bosque de Sherreick, para pasar tres días disfrutando de la naturaleza.

-¿Que canción quieren?- preguntó Anna, quien se encontraba en una mesa con dos gabinetes, sentada con su teléfono en la mano lista para poner otra canción.

La casa rodante era de la siguiente manera. En frente, en el remolque, dos aciertos para el piloto y el copiloto. Atrás, a la izquierda una mesa de roble con dos gabinetes de color crema. Mientras que a la izquierda dos literas con la misma madera y sábanas color oro viejo. La puerta estaba en frente de las literas y detrás de ellas la cocina y un baño. Todo con una decoración fascinante.

-Riptide porfa- dijo Emma desde la segunda litera en la parte de arriba. Sostenía su cuaderno y escribía sobre su muy cercana aventura en ella. Anna y Rachel, por otro lado, estaban sentadas una frente a la otra en los gabinetes y Sophie debajo de Emma probablemente dormida, pues no hablaba desde hace un rato.

En cuanto la canción comenzó a sonar, una hermosa sonrisa se dibujó en el rostro de Emma. Pues ama la música y en especial la que le deja un mensaje. Se preguntó a si misma que estarían haciendo Paulina y Hannah en frente para no aburrirse. Pero pronto se dio cuenta de que como sus amigas eran muy parecidas a ella en algunos sentidos, probablemente el ver la naturaleza, como a Emma, les era suficiente. Tal vez se estaban turnando para manejar cada vez que había una parada.

Deseaba poder ofrecerse para conducir un rato, pero el tener 16 años se lo impedía. Era la menor de todas sus amigas. Primero se encontraba Paulina quien tiene 22 años y luego Hannah de 21. Eran mucho mas grandes que las demás. Las originales y primeras amigas en preescolar eran Rachel, Anna, Sophie y Emma, todas de 17 menos Emma. Quienes estudian el mismo grado. Paulina y Hannah en cambio, son hermanas de Rachel. Poco a poco todas se fueron conociendo y se volvieron las 6 mejores amigas inseparables.

-Tu turno- dijo Rachel a Anna, refiriéndose al juego de cartas que llevaban a cabo. Ambas siempre fueron muy buenas jugando Poker.

Emma se sentía muy afortunada de tener amigas como ellas. Son verdaderamente las mejores que podía tener.

*...No hay nada como ir a un lugar que no ha cambiado nada, para ver cuanto has cambiado tu.* escribió en su libreta y subrayó esta frase sonriendo. En la página de atrás, un hermoso bosque estaba trazado perfectamente. Emma era verdaderamente un artista de primera, más no era lo que ella quería hacer, por mas de que mucha gente se lo haya recomendado miles de veces.

-¿Ya está la comida?- preguntó Sophie desde abajo en medio de un enorme bostezo. Por lo que Emma y las demás rieron. *El estómago primero* se dijo Emma a si misma al recordar lo tragona que podía llegar a ser su amiga de pelo castaño y ojos color miel.

-¿Porque no me ayudas a hacerla en ves de esperar?- dijo Rachel en tono sarcástico por lo que Sophie hizo un pequeño berrinche como niño chiquito.

Anna siguió poniendo canciones de su lista de reproducción mientras que Sophie y Rachel se dirigían a preparar algo de comer. Emma bajó de su litera para ir a ayudarles.

-¿Que vamos a hacer?- preguntó Emma tras dar un último salto desde los escalones de la litera.

-¿Que les parece si solo nos comemos un cereal y ya?- dijo Sophie en tono de puchero.

Rachel y Emma le lanzaron un mirada incredula.

-¡Por favor! Los siguientes tres días vamos a pasárnosla comiendo cosas nutritivas, naturales y deliciosas. ¿Que nos hará una vez comer cereal? Además ya casi llegamos.- dijo Sophie de manera insistente.

Emma no se sorprendió. Sabe perfectamente que su amiga "come bien" es capas de volverse por un rato "come chatarra" con tal de no tener que trabajar.

-Bien- lanzó Rachel un suspiro. -Pero tu nos sirves a todas-

-Hecho

Emma volvió a su litera y comenzó a admirar el paisaje de nuevo. No dejaba de pensar en su hermano, a quien seguro le encantaría estar ahí con ella en ese viaje. Mas no había podido acompañarlas debido a que tenía exámenes finales. Seguramente estaría sentado junto a ella jugando "veo veo".

-Ya están sus cereales en la mesa. También el tuyo Emma- dijo Sophie

-Gracias ahora voy- contestó Emma algo distraída. A veces necesitaba tiempo sola. Incluso a veces, para quitarse las ganas de llorar. Esas que le llegaban de repente sin previo aviso y que la hacían querer simplemente quedarse en cama para siempre. Su vida, no era tan sencilla como todos creían. Al igual que todos, guarda demonios que la controlan. Por ejemplo el hecho de que sus padres se hayan divorciado. Ella en verdad los quiere mucho a ambos y verlos separados la parte en dos, a diferencia de lo que los demás creen.

Alguien alguna vez dijo: "Lo malo de ser fuerte, es que nadie te pregunta si estás bien".

Emma es la prueba en carne y hueso de que eso es cierto. Hacerse la fuerte, fingir que las opiniones de otros no la afectan, siempre le ha sido muy difícil. Poner una sonrisa cuando por dentro siente que se está derritiendo. En si, las únicas que en verdad la conocen son estas otras 5 acompañantes de este viaje. Todos los demás la aceptan y la quieren, por alguien que no es. Cuando era niña, solían molestarla y poco a poco se dio cuenta de que la manera en la que puedes pararlos, es dándoles lo que quieren: Alguien que no les estorbe y pueda arruinarles todo.

Así es su vida. "Yo actúo como ustedes quieran, ustedes no me hacen nada".

Se sentía horrible y culpable por fingir. Pero sabía que eso en verdad era útil. Iba a fiestas que veía como perdida de tiempo y fingía pasársela bien tan solo por sobrevivir a la secundaria y preparatoria. También aguantaba platicas estúpidas y superficiales, para no tener que justificar las suyas.

Decidió que era buen momento para dejar de pensar y bajar a comer algo. Pensar a veces podía llegarla a lastimar, pero era una forma de desahogarse sin tener que llorar. Cinco personas, únicamente cinco personas de miles en la escuela y su vida, conocían a la verdadera Emma y la entendían, pues hacían lo mismo que ella, a su manera.

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