C I N C O

17K 928 359
                                    


—Tú eres preciosos para mí también. —Mi mano todavía estaba en su pierna. Yo movía mis dedos contra el interior de su muslo. Su fuerte mano arriba de la mía no podía impedir que dejara de hacerlo. —Pero siempre he creído que eras sexy como el infierno. —Sonreí.

Louis hecho la cabeza hacia atrás, riendo.

—Creo que el que está hablando es el vino.

—No, —cerré un poco mis ojos. —Sólo me da la audacia para decirte como me siento.

—Yo no sé, pequeño.

—¿Qué? ¿No crees que sea sexy?

— Princesa —Cerró los ojos. Amaba cuando me llamaba así —He trabajado muy duro para pensar en ti como un hijo, tu vestimenta es tan jodidamente ardiente. Me hace recordar..-suspiro.-

—¿Huh? —mi mandíbula se abrió. —Tú dijiste que siempre pensaste en mí como un hijo.

Él asintió con la cabeza, abriendo los ojos, mirando profundamente en los míos.

—Pero no sin trabajo. Especialmente hace pocos años. Después de que llegaras a casa del colegio y...—él rodó sus ojos. —Parecías haber crecido de repente. Ya no eres mi bebe, ahora eres un hombre muy hermoso.

—Si, papi—asentí lentamente, inclinándome hacia adelante para asegurarme de que no podía apartar la mirada de mis ojos. —Soy una Hombre ahora. Y te puedo atender como tú necesitas ser atendido.

—Oh, cariño...—hizo una mueca. Su tono de voz delataba su dolor... su lucha.

Yo no quería que mi papi se sintiera mal por su atracción hacia mí, o se sintiera que se había aprovechado de mí, de ninguna manera. Infiernos, yo tenía veintiún años de edad y soy un chico en plena madurez. Incluso se más de mis propios deseos sexuales, y solo quería recordarle el increíble hombre que era. No merecía que una mujer lo dejara como mi mamá lo hizo.

Yo sabía lo que tenía que hacer. Solté su mano y me puse de pie.

—¿Qué quieres hacer? —me volví de espaldas hacia él y me incline. —Sólo quiero otra copa de vino. —Tomé la botella de vino y vertí un poco en mi copa, a la vez que movía mi culo en el aire tanto como era posible.

—Harry...

—¿Qué? —pregunté inocentemente. Entonces levanté la cabeza el tiempo suficiente para beber todo el contenido de la copa que acababa de verter, y luego puse mis manos en la mesa plana y moví mi parte trasera para hacerla más prominente. Haciendo que me camisón grande se me levantara mostrando mis bragas de encaje negro.

—¡Maldita sea!—Louis gritó, respirando pesadamente. —¿Qué estás tratando de hacerme?

—Estoy tratando de hacerte sentir hombre, papi. Como el hombre maravilloso que eres.

—¿Poniendo tu culo en mi cara? —se rió. Su respiración sonaba aun más dificultosa.

—Cueste lo que cueste. —Tomé una respiración profunda y hablé lentamente—Daddy.

¡Golpe! Di un grito ahogado, después un hilarante gemido. Louis había golpeado mi trasero violentamente, más duro de lo habitual.

— ¿Cómo me has llamado?-. Pregunto con la voz más ronca de lo habitual.

— ¡Daddy! —volví mi cabeza sobre mi hombro, asegurándome de mantener mi cuerpo en la misma posición, con la esperanza de recibir otro golpe.

— ¿Qué? —la palma de la mano de Louis, se mantuvo en contra de mi trasero tocándome donde me había golpeado. —Te mereces una paliza por tratar de hacerme esto y por llamarme así. CARAJO! no sabes cuanto me pone.

— ¿y bien? ¿Qué estas esperando? —Moví mi trasero —Tú eres mi Daddy. Solo soy un pequeño sumiso.

Tan pronto como las palabras salieron de mi boca sentí otro golpe contra mi trasero.

— ¡Ooh! —me agarré de la mesa.

Louis levanto el dobladillo de mi camisón por encima de mi trasero y la dejo allí. Me dio otra bofetada en la parte superior de las diminutas bragas. Luego me dio otra bofetada luego otra.

Me quedé con la boca abierta, disfrutando cada segundo de ser azotado. Él me golpeó algunas veces más y empezó a meter un dedo dentro de mí después de cada azote.

Sentí que el vino realmente me estaba pegando.

— Oh! daddy dame más por favor!-.

—mierda, Harry. —El inhaló fuerte y me dio otro azote en el trasero. —No tienes ni idea de lo que me estás haciendo.

— ¿Eso es lo que piensas Daddy?

Louis que todavía estaba sentado detrás de mí en el sofá, movió sus manos a mi cintura y bajó mis bragas. Empujándolas hasta mis rodillas.

— ¡Sí! —yo separé más mis piernas.


Él movió mi trasero más cerca de él. Obligándome a mover mi piernas. Y luego me azotó de nuevo, y me dio por lo menos diez duros golpes, y apenas rozó la piel de en medio.

Abrí más mis piernas con cada azote que me daba. El último aterrizó en contra de mi dilatado agujero.


"Déjame cuidarte" l.s DADDY KINK, ADAPTADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora