Capitulo 1 - Orejas

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Quiero pedir disculpas si repito constantemente algunas palabras, pero no tengo un vocabulario muy extenso que digamos así que aceptare correcciones de mis queridos lectores. :)

No olviden comentar y compartir si les gusto este capítulo ayúdame a crecer. :)  

Faltaba muy poco para que abriéramos la panadería. Muchos chicos de mi edad vienen todos los días a comprar aquí. En cambio yo ya estoy harto de comer siempre pan. Si no fuese por qué corro todos los días, estaría rodando ahora mismo. Mi madre siempre le gustó el pan dulce. Es su gran delirio, y al conocer a mi padre en aquellos tiempos de juventud, apenas tenía una diminuta estantería colocando en ese lugar, los pocos panes que podía hacer dentro de su casa. Dice que lo que le fascinó de mi padre, era que siempre la hacía reír y la sorprendía con diferentes tipos de panes. Con el tiempo y con la ayuda de mi madre Sofía, la panadería de mi padre o mejor dicho nuestra casa pudo crecer y lo que fue hace alguna vez una casa pequeña, en estos momentos es un edificio de tres pisos. Los dos primeros se encuentran abiertos al público. Y el tercero es donde vivimos los tres. El edificio tiene una arquitectura parecida a la de una casa de jengibre. Mi mamá quería darle realismo al lugar y vaya que lo logró. Un mes luego, aún sin terminar la construcción había mandado a pedir grandes mesas en forma de galleta. Sillas con forma de envases de leche. Los pilares que sostenían los techos los mando a pintar de bastones de caramelo. Y un sin fin de cosas que nunca podría terminar de contar. Pero la cosa que sobre sale de la casa de jengibre es su singular hombre de jengibre. A mucha gente le gusta ya que es enorme y tiene unas mejillas muy grandes y rojas. Mostrando una sonrisa de oreja a oreja. A mí en lo personal no me hace ninguna gracia. Ya que se supone que soy yo. ¿Por el amor de Dios qué clase de hombre de galleta lleva lentes? - Pues claro que tu mi cielo - es lo que responde mi madre cada vez que pregunto. - Eres mi hombrecito de jengibre. - presionando mis mejillas haciéndolos parecer a la galleta gigante.

Escucho a mi padre bajar por las escaleras. Y mi madre saliendo de bañar. Afortunadamente el piso es lo demasiado grande, como para no tener que ver a mi madre en toalla. En este tercer piso. Hay tres habitaciones cada uno con un baño. Mi cuarto es totalmente blanco. Sin ninguna mínima decoración.

Solo blanco.

Tomó mis cosas de la escuela, un cuaderno que estaba encima de mi escritorio. Anotó la última operación de matemáticas que había sacado de internet y apago el celular. Guardando el cuaderno en la mochila. Bajo las escaleras. Los empleados empiezan acomodar las mesas, encender las máquinas de videojuegos y la gran televisión. No puede faltar la fuente de chocolate. Diablos me siento como en la fábrica de chocolate. Mi padre pone las charolas de panes sobre los estantes y los pasteles fríos en la nevera.

- ¿Nueva mercancía? - le preguntó.

- ¿Eh? Si, acaban de llegar ayer en la tarde. Apenas he tenido chanza de ponerlos en el mostrador.

- Oye. Necesito 100 pesos.

- Toma. - Me da un billete de 200. - Guárdame el cambio.

- Si claro - muestro una sonrisa burlona. - nos vemos luego papá.

- ¡No llegues tarde! - gritó - ¡Hoy toca inventario!

- Okay.

...

Escribo lo del pizarrón sin entenderle absolutamente nada. El maestro explica cosas que no comprendo. Provocándome sueño. Su voz es como la de un locutor de radio capaz de dormir a cualquiera.

El hombre de jengibre (Gay/Terror)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora