I.

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Todas las personas de aquel sótano se encontraban asustados, nerviosos. Intentaban por todos los medios no hacer el menor ruido, ni siquiera al respirar.

Eran conscientes de las bestias del otro lado de la puerta, la realidad golpeaba a cada integrante de ese pequeño grupo. Una realidad lastimera que depararía un futuro espantoso.

Pero a pesar de todo, su instinto de supervivencia no quería dejarlos solos.

Unos pequeños gemelos pelirrojos lloraban en silencio. Eran los que mas sufrían en aquel lugar, sus padres habían muerto, y con apenas ocho años tenían la obligación de enfrentarse a aquella cruda realidad.

Nadie los tomaba en cuenta, nadie los quería, todos los presentes creían que eran un estorbo para el pequeño grupo. Excepto Madrid.

Aquella chica de mirada fría y corazón de hielo.

Madrid era una joven de dieciocho años, con su piel llena de tinta de tatuajes y su largo cabello de tonos azules y verdes.
Pero lo que mas la destacaba era su peculiar obsesión con las armas blancas.

La chica trataba de calmarlos con palabras tranquilizadoras pero le era imposible con los sonidos de las bestias al otro lado de la puerta.

Arturo, un hombre de algunos cuarenta años, el líder de aquel humilde grupo, intentaba idear un plan de escape que los ayudara a salir vivos de esa deplorable situación. Sin embargo las ideas se le esfumaron de la cabeza cuando un fuerte alarido se escucho a pocos metros de su posición frente a la puerta.

Todos se quedaron estáticos. Madrid aprovecho para sacar su katana y posicionarse frente a los gemelos.

Chicos, atrás de mi. Todo el tiempo.

Les dijo Madrid a los pequeños, a lo que ellos a sintieron con la cabeza.

Y entonces el único muro que los separaba de los zombies fue destruido por unas desagradables y filosas garras.

Los mas grandes se pusieron a matar a todos los zombies que entraban al sótano.

Carina, la esposa de Arturo, empezó a dar vueltas buscando una salida, mientras los demás contenían a loa zombies.

Madrid vio como entraba uno especial, peligroso. Miro de reojo a los niños que no dejaban de llorar y sintió que debía ayudarlos.

Pero no pudo, el zombie de las garras se dirigía hacia ellos ignorando a los demás, a Madrid le pareció ver una sonrisa en aquel podrido rostro, pero aun así no se lo pensó dos veces y enfrento a aquella bestia...

***

Madrid recordaba melancólica aquel día. Ese día en el que perdió muchas cosas, en el que perdió a gran parte de ese grupo que ella había considerado su familia.

Sheyla y ella caminaban por las calles desiertas. Un putrefacto olor llego a sus fosas nasales, provocando que a Sheyla le dieran arcadas y Madrid se tapara la nariz con el cuello de su sucia camisa.

—Apesta a perro muerto.

Dijo Sheyla. Iba a seguir hablando pero Madrid la interrumpió haciéndole una seña haciendo que parara.

Un rugido se escuchó a lo lejos. Sheyla miro alarmada a la peliazul.

Madrid empezó a crear un plan de escape, pero no le dio tiempo a pensar. Una silueta se fue formando seguida de pasos que hacían temblar el piso.

Madrid no tardo en reaccionar. Y tomo a Sheyla de una muñeca haciendo que saliera de su trance.

—¡Corre!

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