¿Compañeros?

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-¿¡QUE?!?

-Lo que oíste, este en general no es el instituto, en unas horas pasará un auto a buscarte, aquí inscriben a los alumnos nuevos, solo estoy aquí durante ese tiempo o cuando necesitó resolver algunos asuntos, claro que eso a ti no te importa, pequeña mocosa.

Y como lo había prometido, unas horas después un auto negro paso a buscarme, todavía no podía creer el hecho de que estaba rumbo a un lugar completamente desconocido y que mi madre me había abandonado sólo por el hecho de irse a otro país, sin pensarlo comencé a llorar, dios.... Ahora estaba sola, ahora nadie podría ayudarme cuando me sintiera sola, nadie me contaría un cuento, esta sola y sabía perfectamente bien... Que nadie cambiaría ese hecho. Habían pasado ya unas 3 horas y media de viaje, el camino se volvió rocoso y los árboles tapaban mi campo de visión, pero de repente los árboles dejaron de existir y a unos 200 metros de nosotros, se encontraba una especie de castillo, era enorme, tenía 3 pisos, las paredes eran de un marfil un poco desgastado, los marcos de las ventanas eran negros y el techo azul.

-¿Dispulpe podría decirme cuantos metros de terreno hay?

-El hombre me miró mal, pero aún así respondio-El instituto 600 metros, pero con el terreno como tal unos 2.554 metros.

Al bajar una señora un poco joven, de pelo castaño y corto, ojos verdes, mediana estatura y un poco delgada, se acercó con rapidez- Número de habitación?- Preguntó mientras tomaba mi mano y tiraba de ella hacia adentro.

-172- Dije de mala gana, el lugar era lindo, columnas de mármol, techo alto, cuadros de paisajes, a cada lado de la entrada había un camino, el derecho el comedor y al izquierdo un pequeño estudio, al frente estaban unas escaleras de mármol en caracol, tomó mi brazo con fuerza y camino escaleras arriba, en el último piso, se extendían dos pasillos llenos de puertas color azul, cada una con una placa negra con un número grabado, camino a la derecha hasta casi llegar al final y se detuvo frente a la puerta correspondiente, me soltó y se fue dando grandes zancadas. Tome la llave y la acerque a la cerradura con manos temblorosas, al abrir soltó un doloroso suspiro.

-¿Quien eres?- Un niño de mi edad se encontraba frente a mi, no pude verlo bien por la oscuridad de la habitación, pero logre distinguir dos camas individuales, separadas por una mesa de noche con una pequeña lámpara, dos armarios uno a cada lado del lugar, una ventana horizontal con cortinas azules y gran mesa en medio del lugar, con dos sillas, algunos libros y una pequeña computadora.

-Soy Leila y tu?- Sonreí, por lo menos tendría un compañero de juegos.

-Soy Zachary, eres linda- Aquello me había dejado como tomate, el comenzó a reír y se tumbo en la que supongo, era su cama.

-Tu igual.

-Crees que soy linda?-Intente hablar para corregir mi error, pero me interrumpió- Gracias.

6 años después...

-Maldita sea, Zachary- Grite enojada mientras corría tras el en la habitación-Dame el celular!!!!!

-Callate, Leila- Se detuvo mientras gruñía- Sabes que nadie puede enterarse de los celulares- Me entregó el mío y se cruzó de brazos, para luego morderse el labio inferior molesto- Es un secreto.

-Lo se- Suspire con frustración- Sólo quiero distraerme un rato antes de mi castigo- Tire el celular a la cama y me senté sobre la mesa de estudio.

-No es excusa, bien puedes dejar de hacer estupideces, pero sigues con tu "rebeldía"- Dijo haciendo comillas- Te han castigo 4 veces en esta semana, no te cansas?- Y era cierto, no podía pasar un día sin una visita a la sala de castigo, si bien ahora me llevaba bien con la directora, ella no impediría que el encargado de los castigos hiciera su trabajo, Zach se sentó junto a mi y me rodeo protectoramente con sus brazos- Lo siento, se que te molesta mi actitud, pero soy así.

Cruel realidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora