Parte 3

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Fueron incontables las veces que quise adjudicarle los hechos relatados en mis textos, pero ella no cabía ahí, era más grande, enorme. No había cuento en que pudiera verla. Bruja, princesa, asesina, suicida, víctima, hija, madre, hermana. No entraba en ningún papel. Los personajes terminaban transformándose solos, alejándose de lo que ella era. Así que me obsesioné más. Me parecía indispensable tenerla plasmada en mi mundo de letras, pero ella no se dejaba atrapar ni siquiera por una de mis mejores plumas.

Fueron meses los que pasé en ese café, observándola. Ahí están mis más grandes éxitos. Esa mesa fue la que presenció toda mi literatura en su esplendor. Pero yo no le encontraba el sentido. Yo no quería éxitos y fama, yo la quería a ella.

Era verla pasar cada tarde con el mismo abrigo. Las estaciones cambiaban, y ella seguía igual, paseándose por esa acera a las tres de la tarde, sin falta, sin retraso, sin antelación. Supongo que ahora entenderas mi obsesión por ella. Era quien deseaba y no podía tener. Tentador, ¿no es así? Para mi lo era. Mi propio y más difícil desafío.

Solo una calle.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora