Cap 5: Miedos, cocina y regalos.

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No podía creer lo que le estaba pasando ¿Qué era esa cosa que vio en la carretera?

No paraba de caminar en círculos por su habitación, esto le estaba asustando. ¿Qué le estaba pasando? ¿Cómo era posible que Ana no lo viera?

El corazón le latía con fuerza, estaba nervioso y asustado.

Quizás era solo la sombra de un árbol. Pero eso era imposible porque no vio ningún árbol.

Trató de tranquilizarse y bajó a ver como estaba su tía.

Iba sin prisa, silenciosamente, quizás su tía Teresa ya se había dormido.

Y así era, en el sofá color melocotón se encontraba su tía, dormía plácidamente, cuando dormía no sentía dolor, hasta que se despertaba. Pero los fármacos le ayudaban bastante.

Podría decirse que ella ya se había acostumbrado al dolor, pero eso no quería decir que no le doliera.

Arropó a su tía con la manta que estaba en el otro sofá, hacia frío como para dormir sin una manta.

Decidió dejar a su tía descansar y se fue a la cocina.

De la cajonera sacó un baso y lo lleno de leche tibia.

Y ahí estaba de nuevo.

Dejó caer el baso de sus manos y este se estrelló contra el suelo, causando que se rompiera en mil pesados.

-¿Alex? Alex cariño ¿Qué pasó?- le preguntó su tía desde el sofá. Quería levantarse pero el dolor no se lo permitía.

Rápidamente barrió los pedazos de cristal y limpió la leche que quedo esparcida en los azulejos.

-Se me ha caído un baso, ya lo he limpiado.

Ella solo se río mientras sujetaba su cadera.

-¿Me traerías un baso de agua para tomarme la medicina?

-Claro, vuelvo de inmediato.

-Por favor, no de nuevo- susurró para si mismo

Llenó un baso con agua y sacó la píldora que debía tomar su tía.

Una vez en la sala, le entregó sus cosas.

Teresa al tomar su medicina, trató de conciliar el sueño otra vez.

El decidió dejarla descansar y subió a su habitación una vez más, al llegar al pasillo, en el cual a solo unos pasos se encontraba la puerta de su habitación. Se percató que desde la esquina estaba esto de nuevo, al lado del jarrón favorito de su tía.

El valioso jarrón se levantó y fue en dirección a el. Alex con rapidez se tiro al suelo, antes que esto lo lastimara.

Solo pidió que no hubiera despertado a su tía. Esto lo estaba asustando, demasiado para su gusto.

Sacó una hoja y en ella anotó con un bolígrafo de tinta negra.

Tía saldré por un momento, llegaré para la cena.

Si no subía para la planta alta, todo estaría bien, y quizás podría pegar el jarrón.

Dejó la nota a un costado de la mesa de centro para luego tomar las llaves de la camioneta.

Se subió en ella pero antes de partir, respiro profundamente, tratando de calmar su respiración, aun estaba alterado.

Prendió el motor y se fue hablar con una vieja amiga de la familia, ella le ayudaría.

***

-¡Ana!- gritó Nicolas de la planta baja- Vamos a ir al mercado por algunas cosas, esta tarde llega mamá ¿Podrías ordenar un poco?

-Claro- le gritó de vuelta.

La puerta cerrándose resonó por toda la casa, que manera de cerrar la puerta, por poco quedaban sin puerta.

Puso un separador en la hoja que quedó del libro que estaba leyendo, para luego salir de su habitación.

Abajo no estaba tan desordenado por lo que barrió, limpio un poco los muebles para luego limpiar la cocina.

No era materialista pero ¿Cuál sería la sorpresa de cumpleaños que le tenía su madre?

Prendió el estéreo y fue a fregar los platos sucios.

Algo le inquietaba, aún no entendía que había sido lo que vio Alex y porque le había asustado tanto.

Quizás creyó ver un auto y que podría haber colisionado. Pero en realidad, nada cuadraba.

El temor que reflejaba su rostro era enorme.

Pero ¿Porque le preocupaba tanto él? Bueno, al fin y al cabo son amigos, es normal ¿No?

Terminó de lavar las cosas, justo cuando sus hermanos cruzaron la puerta de la cocina. Ambos tenían en sus dos manos bolsas.

-Haremos pasta.

-¿Y alguno de nosotros sabe hacer eso?

-No, pero según mamá, es lo más fácil.

Martin llegó con su laptop, en la cual había un vídeo de como hacer pasta, paso a paso.

Los gemelos seguían los pasos, mientras ella preparaba una rica tarta de mora. La favorita de su madre.

Era totalmente un dilema ver a dos chicos tratando de seguir los pasos al pie de la letra.

Ana no pudo evitarlo y sacó su móvil para capturar sus caras de concentración, esto se vería una vez al año, o quizás una vez en la vida.

Pasaron las horas y la cena ya estaba lista, la mesa ordenada con sus respectivos cubiertos y platos con pasta, la tarta se encontraba en el centro de la mesa.

El timbre sonó y los hermanos fueron a recibir a su madre.

-¡Mis chicos! ¡Los extrañe muchísimo!- dijo felizmente mientras abrazaba a sus dos hijos y a su hija.

Los gemelos tomaron las maletas de su madre, mientras que esta miraba a Ana con una mirada de cómplice.

-Te lo iba a dar después de la cena, pero no puedo aguantar, ten, toma, es toda tuya- dijo sonriendo mientras sacaba unas llaves de su bolsillo.

Ana sorprendida las tomó.

-Esta en el garage- aclaró al ver su cara de confuncion al salir afuera y no ver nada.

Claro, por eso Martin nunca me dejaba entrar con Nicolas. De seguro Nicolas no lo sabia, porque si se hubiera enterado, me lo hubiera dicho.

Corriendo entró al garage, dentro había una hermosa motoneta roja.

Saltando fue hacia ella y la montó, era perfecta.

En el umbral de la puerta se apoyó su mamá, con la sonrisa más grande que ella había visto.

-Sabía que te gustaría.

-¿Gustarme? ¡Me encanta! Mamá, no debías... Pero muchas gracias.

La abrazó fuertemente. Estaba muy feliz.

-Soy tú madre y haré lo posible por verte feliz. Ahora vamos a cenar, tengo hambre, hoy que los chicos cocinaron, estoy un poco asustada.

La motoneta en multimedia.

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