Capítulo 4: Portland, fármacos y hamburguesas.

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Le había tomado una hora o quizás más ordenar su habitación, pero sin embargo, había valido la pena.

El bolsillo trasero de su jeans vibró a causa de un mensaje que había recibido su móvil, pero no era cualquier mensaje.

DE ALEX:

Iré a la ciudad a buscar algunos medicamentos... ¿Hermosa damisela me haría el honor de ser mi acompañante?

PARA ALEX:

Por supuesto ¿A qué hora me recogerá damicelo?

DE ALEX:

En unos minutos más la recogeré su majestad. ¿"Damicelo"? ¿En serio? ¡¿A caso esa palabra existe?!... Que poca imaginación Ana.

Ana subió a su habitación, tomó su muda de ropa y sus toallas azules para luego ir a la ducha.

Fue una ducha corta, ya que tenía que alcanzar a desayunar. Su estómago le exigía algo de comida.

-Pensé que habías muerto en esa habitación- dijo riendo uno de los gemelos, era Nicolas. Ella lo sabía por su lunar en el mentón.

-Oye, no estaba tan desordenado- le respondió frunciendo el ceño- Ah, casi se me olvidaba, saldré con Alex en un rato más.

-Ten cuidado y no llegues tarde.

-Sonaste como mamá- dijo Martin entrando a la cocina.

-Martin tiene razón.

-A decir verdad... Sí... hasta a mi me dio miedo.

-Siempre tengo la razón Ana, siempre.

-Eres un idiota- dijo antes de salir de la cocina.

-¡Es de familia!- gritó en respuesta.

Negando, mientras reía fue a hacerse una coleta, en cualquier instante llegaría Alex.

Pero había algo que no cuadraba ¿A caso Alex estaba enfermo?¿Medicamentos? ¿Para quién?

Preguntas invadían su cabeza. Es que ¿Para que querría Alex medicamentos?

El timbre resonó por la casa, por lo que bajó las escaleras rápidamente antes que unos de sus hermanos se les adelantara.

Del otro lado de la puerta se encontraba un Alex, un poco adormilado.

-Buenos días damisela, el carruaje lo espera- dijo en un tono cortes, mientras abría la puerta del copiloto para que ella subiera.

-Estas definitivamente loco.

-Eso dicen- dijo antes de cerrar la puerta y subirse en el asiento del piloto.

El motor sonó y ambos emprendieron su viaje.

Ana lo pensó un momento... ¿Sería correcto preguntar? ¿Qué tal si era algo personal? Pero que tal si... ¿Alex estaba enfermo? De cierta manera el le preocupaba, de la manera que ella no quería.

Correría el riesgo de meter la pata.

-Alex... ¿Estas...? ¿Estas enfermo?

-No lo sé, hace tiempo no me hago un examen medico, pero las medicinas no son para mi, son para mi tía. Hace unos años le diagnosticaron artrosis en las caderas, dice que el dolor es insoportable por lo que me dio una larga receta de medicamentos, los cuales solo la mitad los encontraría en la farmacia del pueblo.

-Oh, lo siento, es una pena. No debería haber preguntado nada.

-No te preocupes. Por cierto almorzaremos en Portland.

Se limitó a asentir con su cabeza, le parecía una buena idea.

-No quiero ser entrometida pero ¿A que edad se lo diagnosticaron?

-A los 40, ya lleva tres años.

-Igual es bastante tiempo.

Ya no sabía que decir, el silencio se estaba volviendo incómodo, era una de las peores personas tratando de establecer una conversación, pero Alex tampoco estaba poniendo de su parte. Que podría preguntarle ella, cosas como ¿Te gusta el pan? Claro que no, sería muy absurdo.

Decidió cerrar su bocota y prender la radio, en la cual sonaba rock clásico, era su estación de radio favorita.

Mientras tarareaba la melodía, se percató de que ya habían llegado a Portland. No estaba tan nevado como estaba donde vivía.

Alex estacionó la camioneta para luego entrar a la, farmacia y de ella rápidamente salió con una bolsa en sus manos, habían aproximadamente unas 7 cajas de fármacos.

Al subir a la camioneta, dejó la bolsa en el asiento de atrás y de inmediato se frotó las manos.

-Hace demasiado frío allá afuera.

Prendió nuevamente el vehículo, para luego dirigirse al McDonald's más cercano.

Alex no mentía, hacia incluso más frío que de donde venían.

-No sabes cuanto agradezco que acá adentro haya caefactor- musitó Ana mientras se dejaba caer en la silla.

El solo se río ante las palabras de su acompañante, pero también le daba gracia su nariz roja.

-Vuelo de inmediato, iré a ordenar la comida.

Solo asintió como respuesta.

No podía dejar de cuestionarse el hecho de haberse preocupado tanto por la salud de él, no era esa preocupación de amiga o hermana, era diferente. Y a ella le asustaba lo diferente.

-Hey, ¿Qué pasa? ¿Porqué el ceño fruncido? ¿No te gustan las hamburguesas? Porque puedo pedirte otra cosa si quieres- lo dijo tan rápido que despertó a Ana de sus pensamientos.

-¿Qué? No te preocupes, la hamburguesa esta bien, es solo... Que no lo sé, olvidalo.

Alex soltó una risotada ante el cambio de humor de la joven, era divertido verla con expresión sería, luego divertida y para terminar, confundida. Pero que chica más rara.

-Si quieres esa hamburguesa será mejor que te la comas o tendré que hacerlo yo.

Ella solo negó y ambos comenzaron a comer.

La comida estaba muy buena, o tenían demasiada hambre. Quizás las dos.

Terminaron de tomar los refrescos y se fueron, para emprender el viaje de vuelta a casa.

-Ven.

Ana no entendía que quería Alex, hasta que este abrió sus brazos y la abrazó con su abrigo, así ambos saldrían abrigados de allí.

Rápidamente subieron a la camioneta. Ella prendió la fiel radio, pero esta vez, ambos cantaron.

-No puede ser- susurró. Alex con fuerza sacó el auto de la pista pero alcanzó a frenar antes de estrellarse contra una motocicleta- ¿Lo has visto? Dime que lo has visto.

-¿Qué cosa Alex? Yo no he visto nada.

El chico con frustración comenzó a jalarse el cabello.

-Bien, olvidalo, no te preocupes, quizás fueron imaginaciones mías. Abrocha te el cinturón.- dijo rápidamente- sólo fue mi imaginación jugandome en contra- esto último lo dijo tratando de convenserse así mismo. Mientras Ana se moría de las ganas por saber que era lo que había visto.

Quiero aclarar que Alex no esta loco o enfermo. Les digo esto solo por las dudas que se puedan plantear.

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